«El mapa de sal», de Iván de la Nuez

El mapa de sal (un postcomunista en el paisaje global).
Iván de la Nuez
Editorial Periférica (Cáceres, 2010)

Tiene sus ventajas esto de ser un paria. Uno puede probarse cualquier camisa sin el compromiso de tener que comprarla. En realidad, uno no se compromete ni con su madre, ya que sabe que donde le toca estar en esos momentos es provisional, a diferencia de otros mortales que aunque jamás se hayan movido de su tierra, aún no comprenden que ellos también están de paso por la vida. Ser un paria es subirse a un globo, dejar que el viento sople y mirarlo todo con los codos apoyados en el borde. Mirar, sí; aunque no desde arriba, sino de lejos.

De la Nuez es un paria de largo alcance. La piel curtida de travesías y sol atlántico desprende la sal que dibuja este mapa. Pero el autor cubano no va con brújula. Como los parias, como los nómadas, se moja el dedo para detectar el sentido del viento y prospectar el camino del globo. Donde el globo quiera. Donde el viento dicte. De la Nuez, nacido en La Habana, habitante del mundo, vuelca su víscera en cada página y conforma esta obra que es no es ensayo ni autobiografía, sino más bien una cartografía del desterrado.

Podría haber empezado a hablar de este libro por su estilo fragmentario, o por ser precursor de la narrativa en español que avino después, durante la primera década de este siglo –su primera edición data de 2001–. Es ése uno de los reclames que ha elegido Periférica para su promoción. Sin embargo, lo que más captura de El mapa de sal es su capacidad de distanciarse. De ver la realidad con la perspectiva de alguien que está de vuelta. En su condición de libro escrito en los albores del siglo, le ha permitido a su autor observarlo todo desde el borde, con la perspectiva abarcadora que ofrece la divisoria de aguas. Cuba, la Cuba cubista que reconoce Antonio Vera León es para De la Nuez el salero donde posar la punta de la lengua y hablar de la banalidad europea, de la revolución individual que ha aniquilado a la social, de la indulgencia de Cabrera Infante, del chiste de la multiculturalidad, de la nostalgia como usina de vida… El mapa de sal es una prospectiva, un bosquejo lejos del tiempo y la tierra, con la visión sagaz de quien puede desprenderse del propio yo para mirar las cosas tal y cómo son.

Dice De la Nuez: “Este libro dibuja el tránsito entre un mundo y otro mundo. Es la escala, en primera persona entre un mundo que ha dejado de existir y otro mundo –en el futuro– del que apenas se cifran señales en la intemperie”. Un cubano que ha salido de su isla en aquel globo del que hablábamos –y no en las balsas que solían mostrarnos vía satélite– percibe el terruño con la contradicción que desprende el recuerdo del postcomunismo allí y vivir el neocapitalismo aquí. Y si ese desterrado es artista, y más exactamente escritor, la lejanía deviene la tinta donde mojar la pluma. “Escritura y diáspora –dice el autor– son dos estatutos obligados a vivir una enemistad indisociable: la diáspora te abre la posibilidad de habitar un mundo que antes fue solo leído”. Paradójicamente, toma como ejemplo a Kafka quien, aunque nunca abandonó su tierra, fue el desterrado por antonomasia del siglo pasado. “En Kafka siempre hay una fuga por emprender”. El escape trunco, los que se quedan por miedo o incapacidad, los que se van por escape o por hartazgo. El mapa de sal es un sentir kafkiano del exilio.

Pero lo malo de esto es que, para los que se quedan al cuidado de la tierra con la intención de defender la patria, para aquellos que han asumido como propia una lucha y unos colores, la partida de un artista es irrelevante en comparación con el destierro de un prócer o un guerrero cuya foto aparece en los manuales escolares. Para los patrioteros, el exilio de un artista es “de baja intensidad”. Un exilio de terciopelo.

Imagen: boek861.com

La patria, ese paraguas que nos cubre y nos oculta el cielo. Crecemos venerando una bandera, aprendiendo de memoria unas estrofas rimbombantes, abrazando símbolos con fervor. La patria: creer, venerar. La patria es en El mapa de sal la comunión frente al altar: ven, adopta mi cuerpo, mi sangre, súmate a mis filas y odia las filas contiguas. La patria es tragar la hostia, decir amén y dormir en paz. De la Nuez nos recuerda que el Himno Nacional de Cuba sentencia un categórico y bíblico “Morir por la patria es vivir”. Desde el exilio, contemplándolo todo a la distancia, lejos de hostias y amenes, el poeta Gustavo Pérez-Firmat le informa a sus connacionales: “Tengo noticias para ustedes: vivir sin la patria también es vivir”. Para un paria como De la Nuez, no hay patria como la intemperie, “acaso la más extraña y libre de las patrias”. Y como señaló otro exiliado como Francisco Ayala, “para un escritor, la única patria es su lengua”.

El multiculturalismo es otro de los granos de este salero. Multiculturalismo es depredación, porque lo “multi” es aparente, es igualar a cero los contadores, la máquina creadora de clichés que nos obliga a pertenecer, a integrarnos con calzador. Y siempre bajo un precepto unívoco. Ejemplo de ello es la postalización de las culturas. Postalización es “toda estrategia turístico-estética que convierte un país en un paisaje: una postal para las miradas externas”.

Ante el yugo del patrioterismo ¿es el escape el camino? Puede ser fácil responder a esta pregunta desde el exilio. Aunque yo no lo llamaría escapar. Como indica el psicoanálisis, para ver un problema hay que separarse de él y mirarlo externamente, deconstruirlo. De la Nuez cita a Matías Pérez, un cubano aeronauta que en 1856 abandonó la isla en globo. No por mar, sino por aire. No en balsa, sino con los codos en el borde, mirándolo todo desde arriba, o desde lejos. Muchos patrioteros de la época lo vieron como un escape amariconado. Dice De la Nuez: “Cuando alguien se va del país o estalla en su puesto de trabajo, todavía hoy en Cuba la frase popular la describe con esta frase: ‘Voló como Matías Pérez’”. Seguramente, lo que les jodió a esos patrioteros fue que otro feligrés se había separado de sus filas, otro que no iba a morir por la patria. Otro paria de largo alcance.

Desde ese globo comandado por Pérez y que luego abordó De la Nuez, sometido sólo por los caprichos del viento, desde allí se comprende que el objetivo de toda revolución política –como la inaugurada en la isla en el ’58, motivo del exilio para tantos cubanos–, buscó en sus orígenes avanzar el tiempo más de lo que el tiempo podía soportar. Proyectarse hacia el futuro sin pensar en el presente. De la Nuez contrapone esa revolución con la actual, con la revolución del cuerpo. El culto al yo por sobre el culto al nosotros, una revolución que anhela diametralmente lo contrario: detener el tiempo. De esta manera, las revoluciones sociales cayeron despedazadas ante el poder de las revoluciones individuales.

De todo eso está conformado este mapa. El mapa de sal es un mundo etéreo, flaco, que sucumbe de un soplido. Un mundo sólo con superficie, sin napas freáticas, voluble, un mapa que son muchos mapas, ya que hay tantos mapas como observadores. Y El mapa de sal (en cursiva, el libro) es una avasallante exploración vital, una mirada ácida lanzada desde lo alto, desde el borde de este siglo, uno de esos libros que requiere ser leído lápiz en mano para subrayar frases-consigna, dignas de ser apuntadas en un margen de cuaderno. Hace diez años –cuando apareció el libro– podían haberse enviado por e-mail, hoy se entrecomillarían en Facebook.

En eso consisten el mapa de sal y El mapa de sal. Oscilar entre la dictadura y la inercia. Vivir de nostalgias endulzadas, vivir un presente salado. Explorar las ventajas de ser un paria, de salir del problema y mirarlo tal como aconsejan los psicoanalistas. “Sal de la vida”, nos dice De la Nuez. Sal de salar. Sal de salir.

Franco Chiaravalloti
http://decatisondeteibol.blogspot.com

Franco Chiaravalloti

Franco Chiaravalloti (Buenos Aires, 1979) Reside en Barcelona desde 2003, ciudad en la que cursó sus estudios de posgrado en Literatura Comparada. Vivió en Argentina, Italia, Inglaterra y Kenia. Especialista en narrativa breve, desde 2010 imparte clases de cuento y microrrelato en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès. Ha publicado los volúmenes de relatos 'Como un cuentagotas que se presiona suave, muy suavemente' (Hijos del Hule, 2009), 'Esos de ahí afuera' (Talentura, 2015; edición argentina de Baltasara, 2020) e 'Insular' (Tres Hermanas, 2020). Además, ha colaborado en numerosas antologías de narraciones breves e hiperbreves, tanto en España como en Argentina. En 2019 formó parte de la comitiva que representó a Barcelona en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

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