«El origen del mundo», de Pierre Michon

El origen del mundo. Pierre Michon
Traducción: María Teresa Gallego Urrutia
Anagrama (Bercelona, 2012)

Pudiera decirse que la escritura de Pierre Michon (esa figura un tanto escuálida con aire de concentrada distracción) procura en el lector una literatura de gourmet. Tal es la precisión de su lenguaje, la seductora línea trazada por su ritmo, la inusual capacidad de observación en los detalles significativos… Algo que luego se traduce en la historia narrada, haciendo de ella (aunque sea tan trivial como la llegada de un joven maestro a un pueblo con río escasamente poblado) una trama llena de enjundia e interés.

El lector puede acceder a esta prueba de precisión descriptiva y seducción verbal reparando, por ejemplo, en la descripción que el autor hace de la figura de la estanquera, el objeto apasionado de su amor (pp. 19-20). Después de presentarnos su aparición al otro lado del mostrador, nos hace una descripción tan vívida de esa mujer, diríase por dentro y por fuera, que una vez más el lector, llevado de la mano del autor, se hace cómplice necesario de la arrebatada pasión que así nace.

Pierre Michon (foto: David Farreny/wikipedia)

Pero no es menor la pericia con que alude a los niños, los compañeros diarios de su tarea: “Y por la mañana estaba la escuela, la ronda de los piececitos. Estaba la escritura que se aprende llorando, la freza y la ortografía, sin saber –no se sabrá nunca, por lo demás- que más adelante, cuando trencitas sean pelo de ala de cuervo, cuando los pantalones sean largos incluso en pleno verano, entonces no quedará ya más que la escritura con todos sus efectos…”.

Pierre Michon nos tiene habituados a títulos elegidos y extensión relativamente breve en sus novelas; recuérdese Cuerpos del rey o Los once o Vidas minúsculas. Sin embargo la extensión engaña, pues en ella no sólo caben frases tan rutilantes y evocadoras como “Pasaban grullas y mis alumnos aprendían a conjugar” sino que, digamos, el contenido humano de cada personaje se guarda en todo lo esencial, como un hermoso tesoro, en sus páginas cuidadas de literatura exquisita.

Ricardo Martínez
www.ricardomartinez-conde.es

Ricardo Martínez

Nació en la aldea de Aldariz (Sanxenxo). Realizó los estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid. Colaborador en prensa y revistas especializadas, desempeña su labor profesional como Técnico en la Consellería de Cultura (Xunta de Galicia) donde coordina la web 'Autores galegos'. Es premio Bensaque de Poesía, Reimóndez Portela de Periodismo y Diploma de Honor en el concurso internacional de Relato Breve Jorge Luís Borges. Foto de autor: Santos Díez (Ollo de Vidro-ACAB).

2 Comentarios

  1. Me permito enmendar la frase citada, en aras de su correcta comprensión:

    «Y, por la mañana, estaba la escuela, la ronda de los piececitos.
    Estaba la escritura que se aprende llorando, la frase y la ortografía,
    sin saber —no se sabrá nunca por lo demás— que más adelante,
    cuando las trencitas sean pelo de ala de cuervo, cuando los
    pantalones sean largos incluso en pleno verano, entonces no
    quedará ya más que la escritura con todos sus efectos…»

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