«Este hombre no ha sido siempre este hombre», pensé. «Este hombre era otro hombre antes».
Tan pronto conoce a Ricardo Laverde, el joven Antonio Yammara comprende que en el pasado de su nuevo amigo hay un secreto, o quizá varios. Su atracción por la misteriosa vida de Laverde, nacida al hilo de sus encuentros en un billar, se transforma en verdadera obsesión el dÃa en que éste es asesinado.
Convencido de que resolver el enigma de Laverde le señalará un camino en su encrucijada vital, Yammara emprende una investigación que se remonta a los primeros años setenta, cuando una generación de jóvenes idealistas fue testigo del nacimiento de un negocio que acabarÃa por llevar a Colombia —y al mundo— al borde del abismo. Años después, la exótica fuga de un hipopótamo, último vestigio del imposible zoológico con el que Pablo Escobar exhibÃa su poder, es la chispa que lleva a Yammara a contar su historia y la de Ricardo Laverde, tratando de averiguar cómo el negocio del narcotráfico marcó la vida privada de quienes nacieron con él.
El ruido de las cosas al caer, XIV Premio Alfaguara de Novela 2011, es la historia de una amistad frustrada. Pero es también una doble historia de amor en tiempos poco propicios, y también una radiografÃa de una generación atrapada en el miedo, y también una investigación llena de suspense en el pasado de un hombre y el de un paÃs.
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Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) es autor de la colección de relatos Los amantes de Todos los Santos y de las novelas Los informantes e Historia secreta de Costaguana. También ha publicado una recopilación de ensayos literarios, El arte de la distorsión (que incluye el ensayo ganador del Premio Simón BolÃvar en 2007), y una breve biografÃa de Joseph Conrad, El hombre de ninguna parte. Ha traducido obras de John Hersey, John Dos Passos, Victor Hugo y E.M. Forster, entre otros, y es columnista del periódico colombiano El Espectador.
El ruido de las cosas al caer
«Hay un ruido que no logro, que nunca he logrado identificar: un ruido que no es humano o es más que humano, el ruido de las vidas que se extinguen pero también el ruido de los materiales que se rompen.Es el ruido de las cosas al caer desde la altura, un ruido interrumpido y por lo mismo eterno, un ruido que no termina nunca»
Precedida de los brillos y titulares del premio Alfaguara, y yo rompiendo mi conducta de avesado lector: no leer libros de premio, leà de una sentada; mejor, varias sentadas, porque el texto es tramador, y a uno no lo deja aburrirse. Asà cumple su cometido, lo cual debe ser la esencial condición de toda novela: no aburrir al lector. Además, El ruido de las cosas al caer, hermoso y poético tÃtulo cumple ya una vieja premisa básica que debe tener toda novela: hablarnos de las cosas que sólo la novela puede decirnos, y aquà se trata de la intimidad de las vidas de los personajes. Para más señas, que sufren las consecuencias de sus decisiones privadas que van a derivar en vidas que se frustran, donde nacen criaturas, y sus madres contaron una versión, lo más parecida a las historias de los cuentos infantiles que igualmente lo tiene.
El narrador nos cuenta el rollo de esas vidas atravesadas de mentiras. Frustraciones de una época signada por las bombas de lo que se llamó el narcoterrorismo y sus violencias. Tratándose de Colombia nunca se sabe qué grupo violento le dió por poner las bombas, asà éstas también provengan de oscuros agentes del propio estado.Sobre todo miedo: el miedo de morir porque sÃ, al voltear cualquier esquina de una calle transitada como verdaderamente ocurrió en la ficción al narrador. Pero no nos relata un thriller en el mejor de los sentidos de una novela criminal.No. Antonio Yammara es un profesor universitario de derecho, ironia notable, por cierto;(la novela está llena de contrastes: Maya, es dueña de un apiario); que por ese gusto que muchos hombres comparten juegos, en este particular caso: el billar, se hace amigo de Ricardo Laverde, que está pintado muy bien como personaje eje de toda la trama novelesca. Y desarrolla la anécdota de este hombre enigmático, que con él, y en el pasado remoto de sus antepasados, se irá al principio de la aviación colombiana-la parte histórica muy sustancial, y bien contada del relato- y con ello nos va desgranando los episodios de cómo Colombia se fue por el despeñadero al poner a una generación y cruzarla en el ojo del huracán de un problema algido en los últimos treinta años: el inicio privado del narcotráfico y su contraparte:la guerra contra las drogas.
Y la presencia fantasmal, de Pablo Escobar Gaviria, tristemente célebre, por haber implementado el tráfico de cocaÃna en una escala industrial, y por consiguiente, ante su arrogancia criminal y sanguinaria ya por todos conocida y repudiada. Y de esa decadencia derivada en su hacienda en ruinas, es un hipopótamo cuya noticia de su sacrificio da la chispa para arrancar con el relato, donde el narrador hace vividos homenajes a la aviación: no son gratuitos los epÃgrafes de Saint- Exupéry y de la poesÃa de Aurelio Arturo. Con una prosa cuidada llena de aciertos literarios de singular belleza: «…quitó el forro de la mesa, no de un tirón, como lo hacen otros billaristas, sino doblándolo por partes, con meticulosidad, casi con afecto, como se dobla una bandera en un funeral de Estado»; de resonancias muy poéticas, en páginas tras páginas del relato, con un tono poético y poetizado que tiene mucho del tono de El otoño del patricarca, lo mismo el homenaje a esa otra novela que está equivocada en su portada con la letra e puesta adrede al reves, que es el portento bÃblico de la narrativa latinoamericana titulada Cien años de soledad. CrÃtica elocuente a su ciudad, Bogotá: «ciudad de gente solapada y ladina».Las descripciones de los pisos térmicos de los climas de Colombia alcanzan una cierta poética de la humedad y el calor, ha propósito de la ola invernal que sufrimos recientemente.
Vásquez ha asumido con toda responsabilidad de novelista- si es que los novelistas tienen alguna responsabilidad social, que no es otra que escribir bien- la trama de una novela que inicia y sigue el hilo de contarnos los fragores Ãntimos que derivó el narcofráfico en muchÃsimas vidas, en una generación completa, en un paÃs, que sufre el estigma como el lastre de ser una potencia universal en el tráfico de este alcaloide.
Pero aquà no se trata de una consabida trama detectivesca de una novela negra y criminal, sino en la investigación y puesta en escena de los episodios Ãntimos de unas vidas anónimas, que veÃan en los noticieros de televisión y oÃan en la radio el estallido de las bombas y los asesinatos de notables como una cosa ajena e indiferente; recoge, creo: algo asà como nosotros de rumba mientras el paÃs se derrumba, de allá afuera hasta que le toca en carne propia vivir y vivimos esta parte trágica y violenta en las vidas reflejadas desde la intimidad, que Vásquez lo hace con mano maestra.
Excelente novela para empezar a comprender este fenómeno, que aun sigue y seguirá siendo leitmotiv de análisis, en este caso de vidas humanas, como corresponde al territorio libre y extenso de una novela con mayúscula.
El ruido de las cosas al caer.Juan Gabriel Vásquez.Premio de Novela Alfaguara 2011. Editorial Alfaguara.259 páginas. 41.000 pesos
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