«Fisuras en el aire», de Araceli Esteves

Fisuras.en.el.aireFisuras en el aire. Araceli Esteves
Prólogo de Flavia Company
Eugenio Cano Editor (Madrid, 2013)

El pasado que me espera es el título del blog que allá por el año 2008 abrió la autora barcelonesa, afincada en Mallorca, Araceli Esteves. Un blog que muy pronto hizo honor a su espléndido título no solo por la calidad de los microrrelatos que empezaron a incluirse en él (pequeñas y contundentes perlas de concisión y brillo) sino porque, al fondo de la bitácora, se apreciaba una especie de «constante» o motivo principal que cohesionaba el conjunto, y que es el mismo tema que ahora late al fondo de este Fisuras en el aire. Un pasado del que no podemos desprendernos, que parece perseguirnos, a veces acecharnos, una pesada carga de algunos logros pero sobre todo de múltiples fracasos que ha acabado por conformarnos tal como somos, y a la que no podemos renunciar so pena de renegar de nosotros mismos y acabar por sumergirnos en la nada.

«Al principio fueron las cejas […] Después fueron mis dientes amontonados. Al poco tiempo, desapareció mi sonrisa bobalicona, herencia del abuelo Matías. Cada mañana, el espejo del baño se quedaba un rasgo más […] Un día, el bigote que ocultaba mi labio tenue, apenas insinuado bajo mi nariz de patata, completó la imagen del espejo y quedé libre de rostro…».

Sobre este tema articulador del pasado que llevamos a cuestas, de esa circunstancia irrenunciable que nos determina, muchos son los cuentos de este Fisuras en el aire que tratan sobre vidas fallidas, sobre existencias que no han llegado a cumplirse:

«Mientras encendía el cigarrillo, Rodrigo recordó que había dejado de fumar. Apuró el último sorbo de coñac y su mujer, indignada, le increpó porque era abstemio. La escuchó perplejo, ya que él nunca se había casado. Cuando llegaron los niños del colegio, rompió a llorar. Él, que ni siquiera tenía ojos».

Vidas también que, a partir de determinado momento se desviaron del carril para sumergirse en un azar ingobernable. Asimismo, son abundantes los relatos que tratan sobre cómo nos devoramos a nosotros mismos, o de las cicatrices que se van incrementando en nuestros cuerpos. Si fuera posible librarnos, con una sencilla y aséptica operación quirúrgica, de ese lastre que en ocasiones nos agobia…

«Lo importante es que la operación ha salido bien. Solo lleva cinco puntos de sutura y la cicatriz apenas se notará cuando vuelva a crecerle el cabello. Puedo asegurarle que hemos conseguido un 89 por ciento de precisión en el borrado selectivo. Es casi imposible que el recuerdo nocivo vuelva a aparecer».

Pero todo es inútil, y en cualquier momento acabará por aparecer «…aquella niña de trenzas que me observa desde el espejo, tan callada y atenta»; una niña que tampoco nos exige explicaciones, ni nos juzga, ni nos fiscaliza, simplemente se limita a observar en silencio. Un silencio que acaba por ser tronante.

Tampoco es en vano que muchos cuentos de Fisuras en el aire (en lo que me parece un rasgo estremecedor) se sitúen en un escenario de postrimerías, de fantasmas que conversan, de espectros que juguetean. Bajo esta delicada capa de humor se oculta, pese a todo, la atroz duda de si tampoco, más allá de la vida, será imposible desprendernos de ese yo que somos, de si en ningún momento, desde que comenzamos a existir, hallaremos tregua. «Siempre sigue siendo hoy», se dice al final de uno de los relatos.

«[…] Me encanta estar con la abuela cuando todos han salido, nos llevamos muy bien. Mucho mejor que cuando estábamos vivas».

O bien:

«Ayer encontré los lentes de la abuela. Estaban con las llaves que se guardan tontamente sin saber qué puertas abrieron. Me los puse y comprobé que veía perfectamente».

Así dice el microrrelato titulado, precisamente, «El pasado que me espera». Ocasión que aprovecho para cerrar el círculo de este formidable libro de microrrelatos, un volumen que no se limita a un conjunto de fogonazos o golpes de ingenio, sino que envuelve un pensamiento de enorme profundidad que palpita tras los relatos: la consideración de quiénes somos o, mejor dicho, de qué estamos hechos. Solo por eso, se trata de un libro de gran carga literaria, altamente recomendable.

Miguel Baquero
El mundo es oblongo

 

Miguel Baquero

Madrid (1966). Ha publicado hasta la fecha las novelas "Vida de Martín Pijo"; "Matilde Borge, aviador"; y "Vidas elevadas", el volumen de relatos "Diez cuentos mal contados", así como una selección de las entradas de su blog: "A esto llevan los excesos". Asimismo ha intervenido en distintas antologías y ha recibido varios premios por sus relatos. Reseñista y crítico literario para medios electrónicos, en la actualidad está dando los últimos retoques a una nueva novela.

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