Gaël Faye | Foto: CCCB

Gaël Faye: «El enemigo siempre es algo fabricado»

El escritor y músico relata cómo la escritura de 'Petit Pays', premio Goncourt des Lycéens, le ayudó a superar el miedo que le provocó la experiencia de la guerra

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Gaël Faye | Foto: CCCB, Miquel Taverna

Gran silencio mientras el escritor y músico Gaël Faye relata cómo la escritura le ayudó a superar el miedo que le provocó la experiencia de la guerra. Centenares de jóvenes de diversas escuelas barcelonesas han cambiado el aula por la sala Teatro del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), para escuchar al ganador del prestigioso premio Goncourt des Lycéens por su primera obra Petit Pays, donde retrata una infancia feliz en Burundi, rota por la irrupción de la guerra y el genocidio en este país y su vecino Ruanda.

Gaël Faye (1982, Bujumbura, Burundi) hijo de madre ruandesa y de padre francés es esbelto y tiene unas manos grandes, de finos y largos dedos. Se mueve con elegancia y habla de forma clara y cercana. “El libro es un viaje para remontar de la experiencia. Como los mayores no nos explicaban lo que pasaba, los niños teníamos que interpretar a nuestra manera. Y yo padecía. Con este libro he querido traducir esta distancia que existe entre los jóvenes y los adultos. El personaje de mi libro, Gabriel, que tiene de 11 a 13 años, intenta comprender lo que sucede, pero las respuestas que recibe de los adultos son absurdas. La mayoría lo explican bajo etiquetas heredadas del colonialismo. Pero en la guerra no hay nada que entender, es el absurdo. Y sólo la mirada de un niño puede revelarlo”.

“Hay que vigilar”

Explica a su joven audiencia que hay que estar vigilantes porque “nos construimos enemigos, pero es un programa político el que los fabrica, yo no creo que la gente sea mala. Durante el genocidio, hubo un millón de asesinados en cien días en Ruanda. ¡En cien días! ¿De dónde viene todo esto, es que realmente había tanto psicópata en el país? El enemigo siempre es algo fabricado y las cosas a veces llegan a un genocidio total. Hay que vigilar”.

Aldekoa y Faye, en el CCCB

Xavier Aldekoa, corresponsal de La Vanguardia en África y autor del libro Océano África, es el encargado de guiar la intervención de Faye, con preguntas que hacen fluir el diálogo de tal manera que no se pierde el interés. Le pregunta cómo influyó en su escritura el atentado contra el Charlie Hebdo, Faye, que entonces vivía en París, explica: “Empecé a escribir la novela en enero de 2015. Fue entonces el atentado contra la revista satírica y vi cómo a mi alrededor en Francia cambiaba el debate. Lo percibí en ese miedo al horror que se va instalando alrededor. Yo ya conocía ese miedo. Cuando la violencia entra en la burbuja que te aísla, ésta se convierte en una trampa. Mi escrito varía en el sentido de que se hace más visible la burbuja y a la vez la irrupción de la violencia en esa burbuja”.

“Me sorprende que en Europa desagrade tanto el otro”

“Yo tenía entre 11 a 13 años y no sabía cómo había irrumpido la guerra en mi país. La sensación era como la de estar ante un cuadro, no sabes dónde están las premisas o bases necesarias para que la guerra se dé, para que la violencia estalle. Me pregunto si en Francia ahora se están sentando esas bases que hacen que la guerra tenga lugar. Y también me sorprende que en Europa desagrade tanto el otro, cuando el otro no le ha hecho nada”.

“Empecé a escribir porque tenía miedo”

Salamandra

Hay un sentido de superación y una apuesta por la vida en la escritura de Faye. Si bien su historia se mueve en lo frágil y triste, busca la ligereza y el deseo constante de paz para volver a la belleza de la vida. Para ello utiliza técnicas narrativas que buscan mantener a distancia el dolor. “Yo sólo tenía ganas de explicar una infancia, pero no quiero que la historia que cuento sea una historia africana, sino universal”.

¿Por qué empezaste a escribir? Le pregunta uno de los estudiantes durante el turno de preguntas, y, ¿cuál es la forma que te gusta más?, pregunta otro. “Empecé a escribir porque tenía miedo y tenía una gran necesidad de dar salida a ese miedo y a la experiencia de la violencia”. “Escribir una canción, un poema, una obra de teatro como es mi caso es igual, sólo cambia la forma, la cuestión sigue siendo lo que decimos. Aunque he de decir que la música me permite que también hable el cuerpo. Además, una canción se escribe oralmente”.

“Los libros nos enseñan silencio”

De hecho, antes de convertirse en libro, Pequeño país fue una canción. Pero un día, también la música dejó de ser suficiente. Faye siente algo muy especial con los libros, y eso que de niño no le gustaba leer. Empezó a hacerlo porque tenía necesidad de escribir. Y cuando comenzó a escribir y a leer descubrió uno de los grandes tesoros de la vida: el silencio. “Los libros nos enseñan silencio. Hoy es difícil en Europa dedicarse a la lectura. ¡Los libros tienen tanta competencia de otros estímulos! Pero creo que la lectura y la escritura nos permiten hacer un viaje interior. Creo que en el cole deberían hacer escribir a los estudiantes, para que aprendan a hacer silencio. Hacer silencio es muy necesario”.

“De joven me sentía como una galleta Oreo”

Una de las adolescentes, de origen rumano, que forma parte de un público netamente multicultural, le pregunta por las dificultades que encierra la identidad cuando te mueves como fragmentado, entre varias culturas. La respuesta de Gaël Faye, no se hace esperar. “De joven me sentía como una galleta Oreo, 50% blanco, 50% negro”, explica sumando complicidades con el público. “Comencé mi vida como todos, no tenía conciencia de mi identidad. A veces me veía de un color y a veces del otro. Eso de alguna manera me fragmentaba”. “Me ayudó a comprenderme la literatura criolla, la haitiana, la del Caribe, que han reflexionado mucho sobre esta cuestión”. Y destaca: “somos fusión, no fragmentación. Siempre son los demás los que te fragmentan. Pasamos a ser  un extraño en la mirada del otro. Hay algo líquido en la cuestión de la identidad. Pero somos fusión”.

Los jóvenes agotan el tiempo de preguntas. Se nota que la charla les ha interesado. Faye sabe llegar a ellos. Una chica le pide que cante. Él la reta a subir al escenario a cantar con él. La fresca espontaneidad de la juventud entra en escena. Los aplausos tras la actuación serán generosos.

Entidad cultural educadora

Una chica canta con Faye en el CCCB

El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, recientemente reconocida como la institución cultural mejor valorada de Cataluña, es también entidad cultural educadora. Una línea de actuación que van a ir ampliando y fortaleciendo para ayudar a los jóvenes, como ciudadanos que son, a diseñar el futuro del mundo. Para ello, entre otras actividades, acerca su programación de conferencias y debates al público estudiante, como sucede con esta  jornada con Faye, en un ciclo que diseñan con docentes y pedagogos. Hoy, la sala Teatro acoge a alumnos de 3º de ESO de la Escola Thau de Barcelona y de la Escola Quatre Cantons de Poblenou, de 4º de ESO de la Escola Santa Anna, de 1º de Bachillerato del Institut Lluís Companys Ripollet, de 4º de ESO y 1º de Bachillerato del Institut Miquel Tarradell y alumnos de entre 16 a 21 años del IMPULSEM Sccl. Con un aforo de 345 personas al completo. Marushka Vidovic, que desde la asociación que dirige (NouPop) tiene un proyecto musical con el Institut Quatre Cantons destaca de este tipo de actividades educativas, la capacidad que tienen para dejar una semilla en los más jóvenes.

“Me ha parecido entender que en Europa aplicamos mucho el racismo”

Tres estudiantes del Liceo Francés de Barcelona (11 años, Sixième), que asistieron acompañados por sus padres, nos cuentan su experiencia. Óscar Senesi, explica “me ha gustado que nos contara lo que hacía de pequeño. Que robaba mangos, que iba en bici y que no le gustaba leer, porque a mí tampoco me gusta leer, pero me ha sorprendido que aunque tengas problemas muy grandes, se pueden solucionar, que leer y escribir es una forma de tranquilizarte y que puedes llegar a la fama y tener un buen trabajo que te guste”. Por su parte, Max Aladjem, destaca lo que ha contado de la guerra, que “los enemigos siempre son algo fabricado y que la guerra no tiene ningún sentido, no tiene razones y cuando buscas la justificación al final surge el absurdo”, y finalmente Arthur Goudard ha querido destacar “lo que dijo de la guerra, que se crea con fragmentos de pequeños conflictos humanos, y me ha interesado cuando explicaba que África no es solo tenebre o hambre. También me ha parecido entender que en Europa aplicamos mucho el racismo”.

Max Aladjem | CCCB, Miquel Taverna

Gaël Faye vive la mitad del año en Francia y la otra mitad en Burundi. El nombre de este país quiere decir La otra Ruanda. Con el país vecino tienen una relación muy estrecha. Ambos han sido escenario de masacres entre las dos etnias principales del país, los hutus y los tutsis. Dice que está contento porque su libro se traducirá próximamente al idioma de Burundi. En España acaba de ser publicado al castellano (Pequeño País, Ed. Salamandra) y al catalán (Un país petit, Ed. Empúries). Tanto Burundi como Ruanda son territorios minúsculos, más pequeños que Bélgica, y en ellos tienen que convivir víctimas y asesinos. “Han pasado 24 años desde entonces y cuando cada mes de abril se conmemora el genocidio es cuando más se nota el trauma; no sólo entre los que sufrieron el genocidio, sino también con las generaciones siguientes”, explica, “pero los humanos tenemos una gran capacidad de resistencia, capacidad de reencontrar la fuerza para seguir adelante”.


Así comienza Pequeño país (traducido del francés por Max Aladjem):
Yo no sabía cómo había comenzado esta historia. Papá nos lo explicó un día en la camioneta.

—Mirad, en Burundi sucede como en Ruanda. Hay tres grupos diferentes. Esto lo llamamos etnias. Los hutu, que son los más numerosos, son pequeñitos y con nariz grande.

—¿Cómo Donatian?, le pregunté.

—No, él es del Zaire. No es igual. Por ejemplo, como Prohté, nuestro cocinero. También están los twa, los pigmeos. De ellos, vamos a pasar, porque son pocos, vamos a decir que no cuentan. Y también están los tutsi, como tu madre. Pero son muchos menos que los hutu. Los tutsi son grandes y flacos con la nariz fina y nunca sabemos lo que tienen en la cabeza. Tú, Gabriel –dijo señalándome con el dedo- tú eres un verdadero tutsi, porque no sabemos nunca lo que estás pensando.

Yo en ese momento tampoco sabía qué pensar. De todas maneras, ¿qué podemos pensar de todo esto? Entonces le pregunté:

—¿La guerra entre los Tutsi y los Hutu es porque no tienen el mismo territorio?

—No, no es eso, tienen el mismo país.

—Entonces, ¿no tienen la misma lengua?

—Sí, hablan la misma lengua.

—Entonces, ¿creen en diferente dios?

—No, creen en el mismo dios.

—Entonces… ¿por qué se hacen la guerra?

—Porque no tienen la misma nariz.

La discusión cesó ahí. Era cuando menos una cosa muy extraña. Yo creo que papá tampoco entendía gran cosa. A partir de ese día, comencé a mirar la nariz y la altura de la gente en la calle. Cuando hacíamos carreras en el centro de la ciudad con mi hermanita Ana, intentábamos discretamente adivinar quién era hutu o tutsi. Murmurábamos:

—Ese, con el pantalón blanco, es un hutu, porque es pequeñito y tiene nariz grande.

—Sí, y ese de ahí, con el sombrero, es enorme y súper delgado con una nariz fina. Ese será un tutsi.

—Y ese, ahí detrás, con la camisa rallada es un hutu.

—Qué no, mira, es grande y delgado.

—Sí, ¡pero tiene una nariz grande!

Ahí empezamos a dudar de esa historia de las etnias. Pero  papá no quería que habláramos de esto. Para él, los niños no tenían por qué meterse en la política. Pero no podíamos evitarlo. Esta atmósfera extraña se inflaba de día en día. Incluso en el cole, los amigos comenzaban a discutir todo el rato en el recreo tratándose de hutu o de tutsi. Durante la proyección de Cyrano de Bergerac, un niño dijo: ¡Mirad, es un tutsi, por su nariz! El ambiente había cambiado. Poco importaba la nariz que uno tuviera.

Berta Ares Yáñez

Periodista e investigadora cultural. Doctora en Humanidades. Alma Mater: Universidad Pompeu Fabra.

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