Jacqueline Rose ha reflexionado en el CCCB, dentro del ciclo Imaginar el mundo, sobre la denuncia del postapartheid en las recientes protestas estudiantiles en Sudáfrica. Presentada por Sonia Arribas, la crÃtica cultural ha defendido la importancia de indagar en las heridas colectivas para afrontar, desde un presente activo, los traumas que cada comunidad ha intentado silenciar.
Rose, codirectora del Birkbeck Institute of Humanities de Londres, se apoya en el psicoanálisis para hacer una lectura profunda de los conflictos polÃticos. La catedrática reclama atender el pasado, prestarle la atención que merece, para poder imaginar un futuro compartido. Es por ello que el caso de Sudáfrica, donde los estudiantes mantienen una protesta permanentemente abierta desde 2015, es un buen ejemplo de cómo la rabia puede transformarse en fuente de creación.
La Educación, para Jacqueline Rose, no puede ser meramente instrumental. “Es un engaño pensar que podemos olvidar el dolor de los antepasadosâ€, dice la autora de The Last Resistance (Verso, 2013). Atendiendo a la actualidad española, la ensayista subraya lo muy significativo que resulta que uno de lo principales objetivos de Vox sea suprimir la Ley de Memoria Histórica. “¿De verdad alguien cree que ser libre significa no estar ligado al pasadoâ€, se pregunta.
De hecho, por eso el psicoanálisis es una caja de herramientas fundamental para su mirada humanÃstica. “Los estudiantes en Sudáfrica quieren devolver a la superficie lo que les han intentado esconderâ€, afirma. Son plenamente conscientes, dice Jacqueline Rose, que hasta que eso no pase no habrá una plena descolonización.
“Nadie nace libreâ€, sostiene la autora de Women in Dark Times (Bloomsbury, 2015), quien además explica que eso se entiende mucho mejor en Ãfrica que en Europa. Los estudiantes sudafricanos, dice la escritora, son herederos de una estructura mental que ve el mundo como una suerte de trÃada, formada por los vivos y los muertos, por lo sobrenatural, pero también por aquellos que aún no han nacido. AsÃ, lo que fui no puede ser reprimido. Pero tampoco lo que seré. Ahà el aullido de rabia, el que viene de tiempos inmemorables, se transforma en voz de lo que está por llegar. Pasado y futuro zarandean un presente orgánico, indomesticable, siempre por crear y por ser creado.
Una razón que niega la imaginación es una razón que nos hace menos humanos, considera Jacqueline Rose. ¿Cómo mantener una máscara que niega el pasado?, nos pregunta. La falsa inocencia, la que separa el presente del pasado, no permite abrir nuevas luchas polÃticas. “Pero la injusticia histórica queda registrada en la mente de las personasâ€, añade.
“La negación de la violencia es una forma de violenciaâ€, defiende Rose, que hace poco ha publicado en España Madres, un ensayo sobre la crueldad y el amor (Siruela, 2018). En esa misma lÃnea, la crÃtica cultural recuerda que toda polÃtica que pretenda ser emancipadora ha de atender tanto a los sueños como a las pesadillas colectivas. “Abrir las heridasâ€, esa expresión que tantas veces escuchamos con una connotación negativa, es el primer paso para una verdadera reconciliación.
“Si reprimes la rabia, enfermasâ€, insiste Jacqueline Rose. Es la rabia lo que nos permite tomar la palabra, escuchar el trauma, crear imaginarios posibles allà donde nos han dicho que todo era imposible. Es entonces cuando aparece la empatÃa radical que defiende la británica, aquella que nos permite rasgar un interrogante que, antes, parecÃa impronunciable: “¿Cómo podemos reconocernos con los que están en el otro lado?â€.
Cuando alguien del público le pregunta a Jacqueline Rose si la empatÃa radical, la que convoca a rabia y creación en un mismo lugar, es una posición peligrosa, la ensayista británica sonrÃe:
—SÃ. Espero que realmente sea peligrosa.