«La fuerza de la gravedad», de Francesc Serés

La fuerza de la gravedad. Francesc Serés
Alpha Decay (Barcelona, 2008)

Ahora que Francesc Serés publica nuevo libro —alabada sea Mondadori—, es lícito hablar de su antepenúltimo trabajo, La fuerza de la gravedad. Como Materia prima, el penúltimo, se trata de un libro de relatos. Si en éste la materia prima la constituían esos nadies que tanto nos gustan y el enfoque y estilo eran netamente periodísticos, en La fuerza de la gravedad la temática es similar aunque más amplia, no sólo restringida al ámbito laboral o profesional, y el estilo y forma de abordarlos es más rico en matices explícitos, detalles y morosidad descriptiva. Se trata de un Serés más joven, aunque no por eso menos maduro. Se trata de uno de nuestros mejores valores —y hay tan pocos—, no sé si suficientemente conocido o reconocido por quienes de verdad importan.

En Materia prima la elipsis late bajo los desarrollos como si éstos fueran una fina piel traslúcida, a través de la que no es difícil entrever la ética del escritor. Sin embargo, antes de llegar a tal clase de despojamiento, Serés tuvo una etapa que, por contraste y exagerando, podríamos llamar barroca. Tildo como exagerada la denominación pero matizo con contraste: en aquella magnífica colección de relatos es imposible no recrearse en el estilo como característica con brillo propio junto a las de por sí estupendas narraciones. Tal conjunto es infrecuente, sobre todo si se tiene en cuenta la edad a la que Serés lo hacía público, treinta años. Mereció, pues, el Premio Nacional de Literatura Catalana 2007, signifique esto lo que signifique.

Pero no me interesa el estilo, o no solamente. Admito que es más fácil valorar positivamente algo o alguien cuando viene revestido con los atributos de la belleza. Si además éstos son raros o difíciles de encontrar, la fuerza de atracción será mayor. Sucede con determinada música, pintura o literatura: lo de menos es de qué tema trate, sino que importa el modo en cómo lo hace. Así Serés en La fuerza de la gravedad. Pero, como digo, aquí lo importante son las narraciones en sí. Serés escribe sobre lo que ningún otro, o Serés escribe sobre lo que algunos otros no hicieron tan bien o directamente mal. Ésta es su magia, que esperamos repita en Cuentos rusos.

¿Y sobre qué escribe Serés? El título, los títulos son más que explícitos. Por si el lector no tiene los pies en la tierra, que no se preocupe, ya los tiene Francesc por él. Desde luego, esto no es lo habitual. Cuánto lector se acerca a la literatura para huir de la cotidianidad, del lado difícil, sufrido y amargo de esa suma de horas denominada vida. La literatura de Serés rema a contracorriente y se sitúa, pues, en el polo más difícil por contrario a esa universal ley del entretenimiento. Llama la atención sobre todo aquello que, cuando se tiene un libro entre las manos, tiende a olvidarse; es más, pretende ser olvidado, por ese motivo aún se venden libros, se va al cine y se oye música. De ahí que cuando alguien se plantea escribir, lo haga probablemente deformando la realidad y/o centrándose en el detalle exótico de rigor, librando así a la narración de la gravidez de la existencia. Quién quiere leer sobre esfuerzos, penurias o fracasos que penden sobre sus propias cabezas o anidan en sus frágiles vidas. La respuesta es nadie. A no ser que alguien haya dado con una fórmula para abrir los ojos de los lectores cuyas estética y moralidad posean la facultad de hacer pasar por inocuo su consumo, la lectura.

Así Serés en los dos libros mencionados. Parece como si el escritor viniera a tu casa y se sentara a tu lado. Como si, una vez acomodados, sacara una carpeta con varias fotografías y te fuera diciendo, Mira. Y tú miras. Mira esta otra. Y tú obedeces. En las fotografías abunda el blanco y negro, de vez en cuando hay notas de color. Todas están tomadas con una profesionalidad fuera de lo común. En las correspondientes al álbum Materia prima el escritor calla, te las va pasando poco a poco y tú contemplas cada estampa y comprendes, vas comprendiendo. Con las de la otra carpeta las cosas son ligeramente distintas. Aquí el autor señala de vez en cuando un determinado enfoque, rodea con su dedo un paisaje o explica el porqué de ciertos detalles, si la cámara los ha captado no es por casualidad, todo tiene su razón de ser y estar. Vas comprendiendo. Caes en la cuenta de que si durante la celebración de los Juegos Olímpicos en Barcelona todo estaba tan bonito y con todos aquellos árboles y flores, de algún lado tuvieron que salir y alguien tuvo que ocuparse de todo el trabajo. Te topas con historias sobre héroes campesinos no reconocidos, un médico en plena nevada —¿hay una estampa más rusa que ésta?— que va a casa de una niña enferma, un vendedor de productos de belleza que contempla la desolación de una reconversión minera, los estragos sociales causados por el fuego, fábricas, el reverso del turismo, encuestadoras, sanadoras, la gente, ellos, nosotros, tú. La fuerza de la gravedad que nos ata a seguir existiendo e impide que flotemos en una nada sólo imaginada.

Lo mágico —y sé positivamente que no me estoy excediendo— es cómo consigue Francesc Serés que sus argumentos gusten tanto. No se trata solamente de la forma en que los cuenta, ya lo dije. Creo que es más bien su particular acercamiento a ellos, de frente y sin miedo, por supuesto sin la insoportable sensiblería ni, por otra parte, gastando crueldad o morbo alguno. Tampoco ironía ni sesgo o torcimiento, todo lo cual ya eleva su escritura a la categoría de arte.

(Un amigo refiriéndose a Materia prima: “es curioso, no tengo ganas de sentarme a leerlo, pero sé que cuando me ponga no voy a poder parar”).

Una buena forma de acercarse a Cuentos rusos es leer antes sus anteriores obras, una de Alpha Decay y la otra de Caballo de Troya. En esto os voy ganando porque yo ya he hecho los deberes. También os envidio porque sé cuánto vais a disfrutar leyendo al que, junto con Óscar Gual, posiblemente sea el mejor hacedor de narraciones cortas en español del momento. Y que conste que no conozco a ninguno de los dos, uno vive en Castellón y el otro en Girona, creo. Yo vivo aquí abajo, creo.

José Luis Amores
http://bolmangani.blogspot.com

Fotos © Francesc Serés

José Luis Amores

José Luis Amores (Málaga, 1968) es Licenciado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Málaga. Especializado en marketing, ha fundado varias compañías que después ha vendido a diversas multinacionales. En la actualidad ejerce su profesión como freelance. Ha sido colaborador de Diario Málaga y de la revista Papel Literario.

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