El CCCB se pregunta por las fronteras del conocimiento a partir de la exposición Cuántica, y de un ciclo de debates que, en relación con la muestra, busca poner en diálogo la ciencia y la filosofÃa. Ser o no ser es el tÃtulo de la mesa redonda, dinamizada por Marina Garcés, en la que han participado investigadores acostumbrados a la interdisciplinariedad como Antoni Hernández, Albert Solé y Susanna Tesconi.
De hecho, este encuentro supone la primera colaboración con el nuevo Máster de FilosofÃa para los Retos Contemporáneos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), del que Garcés es directora del programa de estudios, y quien ha invitado a los ponentes a pensar, juntos, los nuevos significados de la relación entre saber y emancipación.
Preguntarse por el diálogo entre ciencia y filosofÃa es, para Marina Garcés, no jugar a la lógica del reconocimiento, sino una convocatoria abierta a “superar el discurso de la renuncia y la resignación†para, según la pensadora, “adentrarnos en lo que no sabemosâ€.
Eso es lo que ha hecho durante su trayectoria académica Antoni Hernández-Fernández, fÃsico, lingüista y doctor en Ciencia Cognitiva y Lenguaje por la Universidad de Barcelona, quien, además, es profesor de Formación Profesional en la Escuela de Arte y Diseño de Terrassa. Seguidor de la filosofÃa de la tecnologÃa de Mario Bunge, y defensor del realismo cientÃfico, Hernández apuesta por dejarse contaminar con los enlaces que existen entre la fÃsica, la quÃmica, la biologÃa, lo social y lo tecnológico. Por ello, además de citar a Maslow, y su célebre Motivación y personalidad, reivindica el legado de Ortega y Gasset y su ensayo Meditación de la técnica, en el que el filósofo español desarrolla el término centauro ontológico.
“El ser del hombre tiene la extraña condición de que en parte resulta afÃn con la naturaleza, pero en otra parte no, que es a un tiempo natural y extranatural —una especie de centauro ontológico—, que media porción de él está inmersa en la naturaleza, pero la otra parte trasciende de ellaâ€, apunta, en 1939, el ensayista madrileño.
El humano, para Ortega, es una suerte de mixtura, donde convive lo natural y el artefacto, y se ve a sà mismo como un ser que exige, a la vez, los recursos que la naturaleza le facilita y los procedimientos técnicos que ha creado por y para sà mismo.
Susanna Tesconi, profesora de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicaciones de la UOC, y especialmente interesada en la interacción entre los procesos de aprendizaje y la tecnologÃa, afirma que, aún con un método profundamente riguroso, “el conocimiento que generamos es un resultado polÃticoâ€. Defiende una epistemologÃa múltiple, consciente de que “las fronteras del conocimiento son una construcción históricaâ€. La filosofÃa, subraya, nos ayuda a escuchar la complejidad de esas divisiones, no siempre tan inocentes como podrÃa parecernos.
Más allá de las anacrónicas taxonomÃas de los saberes, existe una profunda curiosidad que, si se activa adecuadamente, funciona como motor de conocimiento. Eso es lo que le ha llevado a Albert Solé, profesor de la Universidad de Barcelona, a licenciarse en FÃsica y FilosofÃa y, más tarde, a profundizar en técnicas de meditación como el yoga. “Son las teorÃas fÃsicas las que nos dicen qué podemos saber o noâ€, explica el investigador. En esa misma lÃnea, advierte que es necesario revisar constantemente esos lÃmites, que son autoimpuestos, y que nos obligan a preguntarnos sobre cómo y cuándo creemos, o no, la justificación de las teorÃas más aceptadas. La fÃsica cuántica, de hecho, desde El principio de incertidumbre de Heisenberg, nos reclama atender a dos lecturas, la ontológica (el objeto de estudio en sÃ) y la epistemológica (cómo hemos transformado el objeto al intentar observarlo). No existe precisión arbitraria porque al estudiar el objeto lo estamos modificando, ya, con nuestro procedimiento.
El saber supone, pues, un desplazamiento de lo que buscamos saber. “Estamos viviendo un nuevo sentido de la interdisciplinariedadâ€, sostiene Marina Garcés, quien señala que hemos pasado de un conocimiento dividido a partir de la estructura clásica del árbol a un conocimiento que niega las formas rÃgidas e institucionales de jerarquÃa. También en las fronteras del saber se pone en cuestión la pregunta por la autoridad y, más allá del cálculo y la especulación, las interpretaciones son múltiples y oblicuas.
El centauro ya no es un mero desdoblamiento del hombre, como defendÃa Ortega y Gasset, sino un animal que cabalga y habla al mismo tiempo. Un lenguaje en movimiento que, por muy precisa que sea nuestra cámara, nunca se deja fotografiar del todo. Ya no hay un único jinete. Ya nadie galopa sin pensar en saltar la valla que se ve a lo lejos. Quién, y por qué, la habrá colocado allÃ.