Cómo vivir, o una vida con Montaigne.
Sarah Bakewell
Traducción de Ana Herrera Ferrer
Ariel (Barcelona, 2011)
Compré los Ensayos en una Feria del Libro hace siete años y lo leà en situaciones de espera. Hubo un dÃa en particular en el que leer a Montaigne mientras el tiempo se acumulaba evitó que apareciera el aburrimiento y que éste se convirtiera en indignación y a su vez en cabreo manifiesto. Estaba citado con un alcalde que se comportaba como un reyezuelo, y que obligaba a sus visitantes a una especie de penitencia consistente en dejarlos olvidados durante horas en la antesala de su despacho, esperando. Durante lo que quizá no fue más de media hora, leà que Montaigne fue alcalde de Burdeos y más tarde se lo conté al alcalde-sol: ¿SabÃa usted que Montaigne fue alcalde de Burdeos? ¿Quién?, respondió el paleto. No me hubiera extrañado que, tras mi aclaración —que no sirvió para nada—, hubiera añadido: ¿De dónde?
En un intelectual español esta situación es impensable. Lo más seguro es que NO haya leÃdo a Michel de Montaigne, aunque sabrá quién es y, probablemente, habrá devorado algún libro de Vila-Matas donde Montaigne es elevado al altar de la literatura contemporánea por obra y gracia de la cita —en la que el propio Michel era especialista consumado. Prueba de ello es que hace un par de años un periódico realizó una encuesta a una miscelánea de escritores españoles en la que se les interrogaba sobre los, creo recordar, diez libros que cambiaron su vida. El más citado y con mejor puesto en el ranking fue los Ensayos de Montaigne. Declararon abiertamente que leer los Ensayos les cambió la vida. Claro, “y yo voy y me lo creo†(Shrek, Shrek I).
Sin embargo (buenas noticias) el mercado editorial ofrece la oportunidad a esos y otros escritores de demostrar que, además de saber quién fue aquel tipo, tienen una vaga idea de lo que hay entre las más de 1.000 páginas del libraco editado por Cátedra (es el que yo tengo). La mala noticia es que para ello te obligan a leer 400 (aunque piensa, escritor, que te ahorras 600) de este otro libro: Cómo vivir, o una vida con Montaigne, de Sarah Bakewell.
Propuesta: Poseo en propiedad no una plaza fija sino un ejemplar de los Ensayos, otro del ensayo de Bakewell y uno del libro de Vila-Matas en el que menciona mucho a Montaigne, y los he leÃdo todos. Los tres libros se encuentran colocados entre otro par de miles en una estanterÃa diseñada y montada ad-hoc para albergar conocimiento, tonterÃas y polvo. Como el orden me trae sin cuidado, estoy dispuesto a reorganizarlos con el objetivo de ponerlos juntos -no como ahora, que están separados por culpa de un caótico criterio de adquisición-. Todo ello para que tú, estimado escritor, te acerques hasta mi casa cuando desees y te haga yo allÃ/aquà un retrato fotográfico con el atrezzo adecuado a tu estatus intelectual (¡precios populares!). Quiero decir con los montaignes al fondo.
El ensayo, que ha ganado un premio gordo británico, no es una biografÃa de Montaigne, y tampoco un libro de autoayuda, sino más bien un trabajo ejemplar de reducción y puesta en equivalencia contemporánea de su pensamiento y obra bajo un desarrollo ingenioso basado en una única pregunta y veinte respuestas. Respuestas a, precisamente, cómo vivir, que Bakewell va exponiendo apoyándose en los Ensayos, la historia de Montaigne y las circunstancias que rodearon tanto su vida como su obra con el devenir de los siglos. Por ejemplo:
1. Tómatelo con calma: “Para [Montaigne] la lentitud abrÃa el camino a la sabidurÃa y a un espÃritu de moderación que compensaba el exceso y el fanatismo que dominaban la Francia de su época†(p. 99).
2. Usa pequeños trucos: “la capacidad de disfrutar de la vida se ve mermada por dos grandes debilidades: la carencia de control de las emociones y la tendencia a prestar poca atención al presente. Si uno pudiera arreglar esas dos cosas la mayorÃa de los problemas acabarÃan por solucionarse solosâ€; pero esto es difÃcil y hay que recurrir a trucos: “¿Estás realmente preparado para enfrentarte a la muerte? Imagina que este preciso momento es el último de tu existencia. ¿Qué sientes? ¿Te arrepientes de algo? ¿Hay cosas que preferirÃas haber hecho de otra manera? ¿Estás realmente vivo en este momento, o consumido por el pánico, la negación y los remordimientos? Este experimento te abre los ojos a lo que es importante para ti, y te recuerda que el tiempo corre sin cesar y se te escapa entre los dedos†(p. 142-143).
3. Asume lo que eres: “‘Nuestra vida es en parte estupidez. Quienquiera que escriba sobre ella sólo con reverencia y según las normas se deja fuera más de la mitad’†(p. 195).
4. No te supedites a nadie: “‘He concebido un odio mortal a verme obligado a otro o por otro que no sea yo mismo’†(p. 209).
5. Pero sé sociable ya que: “‘Todos estamos acurrucados y concentrados en nosotros mismos, y nuestra visión se ve reducida a la punta de nuestra nariz’†(p. 213).
6. Modérate: Montaigne conoció a Torquato Tasso en Ferrara, “el poeta se habÃa vuelto loco y estaba confinado en un manicomio, donde vivÃa en condiciones atroces rodeado de lunáticos afligidos. Montaigne […] se sintió horrorizado al conocerlo. […] Sospechaba que el propio Tasso se habÃa puesto en ese estado al pasar demasiado tiempo en situaciones de éxtasis poético†(p. 247).
7. No huyas de tu propia mediocridad, pues ésta “significa aceptar que uno es como todos los demás, y que lleva en sà mismo la forma entera de la condición humana […]: ‘la más bárbara de nuestras enfermedades es despreciar nuestro ser’†(p. 249-250).
8. Olvida el minimalismo, dar rodeos es sano y necesario: “Un hombre con un mÃnimo de espÃritu se encontrará en la obligación, durante su marcha, de desviarse cincuenta veces de la lÃnea recta para unirse a este o aquel grupo, y de ninguna manera lo podrá evitar†(cita de Tristram Shandy, de Lawrence Sterne) (p. 348).
9. Despreocúpate: “La edad no confiere sabidurÃa automáticamente. Por el contrario, pensaba que los viejos eran más dados a vanidades e imperfecciones que los jóvenes. Estaba inclinados a ‘un orgullo tonto y decrépito, un parloteo tedioso, unos humores irritables y asociales, la superstición y una ridÃcula preocupación por las riquezas’ […] En ajustarse a estos fallos estaba el valor de hacerse viejo. […] Comprendiendo que la edad ‘no’ nos hace sabios, alcanzamos cierto tipo de sabidurÃa, después de todo†(p. 389).
10. Lee a Montaigne, o al menos lee sobre él.
Propuesta (cont.): También podemos incluir en el paisaje para la foto el Tristram Shandy de Alfaguara.
Leer a Montaigne o sobre la obra de Montaigne no va a cambiarte la vida, eso es una exageración propia de escritores. Lo que sà hará es enderezártela, o torcértela, según los casos. Y si eres escritor, también te dará una mejor perspectiva de lo que en realidad significa posteridad y cómo alcanzarla. Para ello es posible que debas abandonar el control, como él hizo dejando su futuro literario en manos ajenas y, a juzgar por los resultados, no le fue nada mal: Montaigne editado póstumamente por la joven Marie de Gournay, reverenciado al otro lado del Canal, citado por Shakespeare, retirado de la circulación por la Iglesia durante más de un siglo, objeto de contrabando, adorado por ilustrados, románticos, nihilistas, radicales, anarquistas, poetas, posmodernistas; estudiado, analizado, interpretado y remasterizado; imitado, sampleado y elevado a los altares filosóficos y literarios como inventor y precursor de una docena de movimientos, corrientes, enfoques y estilos.
Propuesta (final): Montaigne queda bien en tu currÃculum: “leyó a Montaigneâ€, “me cambió la vidaâ€, “dejó de escribir ficción para dedicarse al ensayo e incluso más tarde sólo a leer filosofÃaâ€. ¿No estás convencido? Bien, diré las palabras mágicas: Nietzsche lo admiraba. (Para la foto también podemos poner bien visibles La gaya ciencia y La genealogÃa de la moral. Qué, ¿hace?)
José Luis Amores
http://bolmangani.blogspot.com
Qué atractiva propuesta pero me pregunto: Leer a Montaigne ¿ Es lo mismo que leer la interpretación que otra hace de Montaigne?