Montero Glez | Foto cedida por el autor

Montero Glez: «El flamenco parte de la tierra»

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Montero Glez | Foto cedida por el autor
Montero Glez | Foto cedida por el autor

Alejado, en la periferia del bullicio, desde un pueblo de la costa gaditana, contador de historias en los puertos, como lo quiso Homero. Así vive el escritor Montero Glez (Madrid, 1965). Heredero de la palabra de Valle-Inclán y del realismo sucio de Bukowski, de la personalidad artística de Camarón y del don libertario del flamenco, el escritor se refugia en las lentes oscuras de sus gafas de sol mientras desgrana la complejidad y la cultura de su pensamiento. Único. Propio. Personal. Parece guardar en la mirada, en el fraseo de la mirada,  los últimos rayos de sol de la tarde. Por aquello de la claridad y la lucidez.

Columnista en El Español, ha publicado sus trabajos en periódicos como El Mundo o El País. Autor de culto, con más de una decena de libros publicados y elogiados por la crítica –Sed de champán, Pólvora negra, Manteca colorá…-, recibió el pasado mes de junio el Premio Ateneo de Sevilla por su novela El carmín y la sangre.

¿Cómo se ve la distancia de Madrid desde Cádiz?
Lejana. Una distancia lejana. Al menos cuando estoy aquí creando. Solo la veo bastante cercana cuando me vienen hacer entrevistas. Por eso concedo pocas. La gente de promoción lo pasa muy mal conmigo, pero pienso que dos entrevistas puntuales son demasiadas. Esos trabajos se los tienen que dejar a otros autores. A otros que lo necesitan más. Además, todas las preguntas son las mismas.

Y en el flamenco: ¿distancia corta o distancia larga?
Distancia corta. Siempre. Y en chiquetito. La distancia corta es el la del flamenco, y sirve hasta para desmecanizar una crisis económica mundial, la que estamos viviendo. Me explico. Por primera vez ha surgido una crisis que es igual en todos los puntos del mundo, un rasgo que las diferencia respecto de las otras crisis económicas, como la del 29. La solución no es lo que se está haciendo, pues están aplicando soluciones globales a problemas locales. Cuando algo es globalizado, el único remedio es el contrario, y no su idéntico. Hoy más que nunca el mundo está pidiendo ese contrario, la distancia corta. El error del capital es global, sí, pero la única forma de desactivarlo es combinarlo con su ocaso, que es lo local. La distancia corta es la única posible para que lleguemos a alcanzar la lejanía.

¿Y cómo le llega la afición, por la distancia corta o la distancia larga?
Buscando la distancia corta, en Madrid. Yo escuchaba Knockin’ on Heaven’s Door  de Bob Dylan y esas cosas. En estos años, Miguel Candela me abrió, en sentido figurado, en palabras de Lorca, las puertas de las últimas habitaciones de la sangre, y ahí descubrí cómo el flamenco es una materia viva. La única expresión sonora que ha sabido evolucionar ha sido el flamenco. Porque es el arte más sensible al movimiento vivo, al movimiento dialéctico. El duende no obedece a geometrías, aun así yo trato de acercarme, con el flamenco, a ellas.

¿Qué papel juegan las instituciones en el flamenco?
El flamenco es necesario como expresión de raíz moral de un pueblo. Es el cante del dolor, algo que nos afecta todos, algo que todos vivimos y experimentamos. El flamenco nace desde abajo. Y de ahí a las instituciones. Pero estas no aportan mucho más: se puede romper el mundo, sus estructuras, y el flamenco seguirá. Recuerda que al principio fue la expresión sonora, y no el verbo, así que siempre quedará esa expresión, al margen de instituciones y otros corsés.

¿Qué nombre destacas en el panorama global del flamenco de hoy día?
[Piensa] Pues Diego Carrasco. Sin duda es el autor que mejor lleva el compás de Jerez, de Cádiz. El compás de Jerez es el origen, y él lo recoge como nadie. A partir de ese origen, del ritmo, surge la melodía. Diego Carrasco es un artista que toma esa materia primera, ese origen tan puro, y lo proyecta al ser mismo de la vanguardia. De los vivos, los de hoy, es el que más me seduce. Aunque haya otros que me gusten como el guitarrista Soto Ivars o Arcángel. Y luego El Cigala, o el Bola a la guitarra, entre muchos otros.

¿Cuál es el lenguaje del flamenco para Montero Glez?
El lenguaje del flamenco es la expresión sonora, es un pensamiento legítimo. ¿Por qué? Porque parte desde los cimientos, desde el suelo raso. El de arriba, en cambio, nunca lo será. El flamenco es un lenguaje que parte de la tierra.

Dijo Silvio que la música es un silencio bien cortado ¿y la literatura?
La literatura tiene mucho de silencio bien cortado, pues debe albergar un ritmo para enganchar al lector, aun así la música es una categoría superior. Mucho más. Son cosas distintas, aunque puedan complementarse. Una es una expresión sonora, el cante flamenco, y lo otro es silencioso, el reposo. Pero ya digo que pueden conjugar en un mismo tiempo. Este mundo es un lugar orgánico, no mecánico. Todo tiene relación.

¿Qué es una buena columna?
Origen, desarrollo y finalidad. Sobre eso tienes que crear materia viva del tiempo presente. Con esas tres fases es suficiente.

¿Hay algún tema que no se pueda tratar?
En absoluto. Al menos para mí, no. Cuando me llaman desde un periódico saben quién soy, qué hago. Y si me han puesto pegas, me han despedido, o directamente me he ido yo. Lo que no vendo es mi conciencia. Eso nunca. Mi trabajo, aunque no esté de acuerdo, es mercancía. Lo vendo a un grupo de comunicación. Pero mi conciencia, jamás. De ahí que pueda tratar todos los temas, y del modo que crea oportuno.

¿Se puede vivir así en esta sociedad tan mercantilizada?
Yo no tengo propiedades. Tan solo una tabla de surf. No tengo nada. Vivo aquí y puedo vivir donde me dé la gana. Soy contador de historias. Yo no tengo aspiraciones burguesas. Por eso, por otra parte, no entiendo a los burgueses que escriben.

¿Toda forma viene del fondo?
La forma es el estilo, es el modo. Del fondo, del compás, de esa materia que es el ritmo sale la melodía. Tú puedes contar una historia de una tal manera o de otra si consigues el estilo y la forma de contarla. Si no, no cuentas nada. Para mí el estilo y el modo vienen determinados siempre.

Los simbolistas franceses siempre se preocuparon del dilema estético entre el sentido y el sonido. ¿Qué predomina en la obra de Montero Glez?
Sería el menos indicado para responderte. Pero lo que busco es el equilibrio dialéctico entre ambos. Eso es lo que busco. Ni una ni otra.

Leyendo los títulos de tus obras, se observa una dualidad constante: Talco y bronce, Pistola y cuchillo, El carmín y la sangre. ¿Interpretas el mundo desde esa dualidad?
No me interesa interpretar el mundo, sino transformarlo. Modificarlo a través de la dialéctica entre ambas determinaciones, sentido y sonido. Entre ellas ha de haber una tensión para que se establezca ese movimiento dialéctico con un fin claro: que la materia sea viva. El arte es moral, vale, pero siempre será movimiento. La literatura tiene que tener movimiento, ante todo.

¿Qué fue la Transición?
Un trapicheo donde se dejó fuera a la izquierda más pura: la izquierda libertaria. Poco más.

¿Podemos se estancó por Sed de champán o por Pólvora negra?
Podemos vive y revive. No. No. ¿Estancado? En ningún caso. Podemos vive porque es una posibilidad, y las posibilidades no mueren, ya que no son una finalidad.  Podemos ha sido una posibilidad para la revolución social. ¿Qué es la revolución social? Te diré la frase de Walter Benjamin: echar el freno al tren de vapor de la historia.

¿Ha sido Podemos el movimiento contracultural más interesante de la historia reciente?
Totalmente. El 15-M  ha sido el movimiento más estimulante que ha vivido  Occidente en los últimos años. Desde ahí han crecido multitud de asociaciones como Podemos y se han desencadenado consecuencias inimaginables hace un par de años. En Cádiz, por ejemplo, se están desmercantilizando las relaciones humanas, entre personas. Ese es el único camino para lograr la justicia social. La libertad. Lo máximo a lo que podemos aspirar. Todo esto lo trajo el 15-M.

Editorial Algaida
Editorial Algaida

¿Cuáles fueron las tesis con las que Podemos renovó la forma de hacer política?
Podemos le metió el bisturí a la superestructura, analizó como pocos las causas de nuestro mundo. Es el único grupo político que ha mirado la vida política desde la cultura. Como ejemplo, el borrador económico, elaborado por Vicenç Navarro y Juan Torres, profesores universitarios; un borrador al que cualquier ciudadano podía acceder para proponer sus ideas. Eso no lo ha hecho nadie. En Podemos está la posibilidad cultural de peso orgánico y colectivo, hecho por todos para todos. Solo así se tumba el edificio del materialismo histórico.

Háblenos de su último libro.
Se titula El carmín y la sangre. La trama está basada en una novela de espías y se desarrolla en el Estrecho, en la costa gaditana. Su protagonista es el comandante Ian Fleming; el contexto, la Segunda Guerra Mundial y la operación Golden eye. No puedo contar mucho más. Para algo he escrito doscientas y pico de páginas [ríe].

¿Cómo es el proceso de creación?
Pues primero son unos chispazos, con mucho de intuición. Yo no me siento a escribir una novela. Al principio siempre hay mucho tanteo, ir por aquí y por allá, investigando, documentándome. Me encanta esa fase. La disfruto mucho. Incluso hay aspectos de este tiempo de indagación que no publicaré en la novela, pero en ellos me detengo. Puedo empezar en Madrid y terminar en Australia. Luego trabajo la cadena de acciones y los personajes. Y monto la arquitectura. Terminado esto, la decoración de interiores. La novela es arquitectura.

Un escritor dijo que el mar prolonga la dimensión del hombre. ¿Sucede lo mismo con el flamenco y la literatura?
No. En todo caso, la acerca. El flamenco y la literatura son la antítesis de la alienación. Pues es, como hemos dicho, distancia corta.

Gonzalo Gragera

Sevilla, 1991. Escritor y lector. Estudios de Derecho en la Universidad de Sevilla. Autor de los poemarios 'Génesis' en la editorial Jirones de Azul y 'La vida y algo más' en la editorial La Isla de Siltolá. Ha colaborado en diversas revistas de poesía y periódicos como ‘La Isla de Siltolá’, ‘Estación Poesía’ o ‘El Correo de Andalucía’, entre otros. Actualmente, es colaborador en 'La Mañana' de Cope Sevilla y en la revista cultural ‘Nueva Revista’.

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