Es un viernes intenso. Salgo de entrevistar a AgustÃn Fernández Mallo, descanso media hora en un café del centro y me dirijo hacia la librerÃa Laie, donde he quedado con Juan Jacinto Muñoz Rengel, con quien charlaré sobre El libro de los pequeños milagros, una colección de microrrelatos de la que deseo me hable en profundidad porque, pese a haberlo leÃdo y disfrutado, mi conocimiento del género es exiguo y sé que el autor me desvelará argucias y misterios.
Al entrar en la librerÃa coincido con su editor, Juan Casamayor, de Páginas de Espuma, con quien paso de lo virtual a lo real, y ya era hora. Al cabo de unos instantes aparece Juan Jacinto. Comentamos la jugada un rato, buscamos acomodo y nada, se demora el inicio del verdadero diálogo, el que leerán, porque en la mesa de al lado está Miqui Otero. Más que en un sitio para una entrevista parece que esté en un club social, pero resisto la tentación de establecer un cenáculo y me pongo serio. Enciendo la grabadora.
En El libro de los pequeños milagros detecto tu estilo tanto por los giros como por la forma en que enfocas las temáticas tratadas, pero más concretamente me gustarÃa saber cuál es tu concepción del microrrelato.
Yo siempre he estado contando historias, me siento un contador de historias y por lo tanto narrador, en toda distancia y formato. He trabajado más relatos y novela. El género del microrrelato te permite otras cosas, pero sigue siendo narrativo. Lo entiendo como otra forma de contar historias, lo que no necesariamente sucede con el aforismo, o con un haiku, géneros cercanos, pero que no son lo mismo. El microrrelato cuenta historias, y su diferencia con el relato es que de verdad no sobra nada. SerÃa fácil pensar que la diferencia entre el relato y la novela estriba en que en el primero se liman retóricas y abundancias que destacan en la segunda, pero donde de verdad no debe sobrar nada es en el microrrelato, donde metes la tijera en las estructuras.
Y da la posibilidad de traspasar convenciones.
Claro, eso me interesa mucho, es un género que demanda la experimentación. Es transgresor, subversivo y juguetón. La literatura como juego siempre me ha interesado. El microrrelato pide el cambio de formato y que el propio formato sea parte de la trama, y hasta algunos en el libro son criptogramas.
Y en algunos microrrelatos el tÃtulo es parte integrante.
El tÃtulo es más largo y te prepara para que el microrrelato sea sólo el desenlace, como si la historia se hubiera subido arriba. Todo eso puede hacerse en el género sin que sea un exceso, mientras que en otros casos, como en la novela, el lector puede sentirlo como agresivo.
Lo que dices del lector es interesante porque el microrrelato puede invitar más a la interacción lector-narrador.
SÃ, y de hecho no sólo el lector no notará que es raro, sino que el propio autor se coartará menos. Hoy el autor tiene mucha conciencia de lo que hace, y eso a veces limita, y lo bueno de este género es que te da alas, y como dices eso establece otro tipo de relación con el lector, que debe ser mucho más activo. De este modo el libro se vuelve más interactivo. Los libros contemporáneos deben tener esto si los comparas con la narrativa clásica. Ahora el lector debe coger las riendas y examinar las múltiples posibilidades, y en el microrrelato más: o participa, o pensará que es una completa tomadura de pelo.
Es importante que hablemos de esto porque probablemente es el punto que genera más confusión al hablar del género.
Creo que puede haber mucho lector desorientado, simplemente porque no ha leÃdo microrrelatos, que se encuentre con el libro y de repente ve que no sabe cómo afrontarlo. Quieren leerlo del tirón o buscarle un sentido global, y eso no se da siempre. El texto y el autor tienen que aportar algo, y si eso sale bien se notará, pero al mismo tiempo el lector debe ser cómplice llenando huecos y cuadrando elipsis. Hasta al principio del libro se advierte de ello con las palabras, hay un juego de sustitución de palabras que si el lector no hace mentalmente comportará que el texto no funcione, mejor que lo deje en la librerÃa.
Está la advertencia del principio y el bestiario del final.
Ese Ãndice es proponer una lectura alternativa, desordenada. Ahà está la idea de juego. Si el lector no entiende eso seguramente lo deje. Pero sà da el paso quizá será un lector idóneo para el género. He descubierto que lectores de novelas anteriores se descolocan con el microrrelato, pero luego me lo agradecen. Pero es verdad que al principio su reacción fue de rechazo y estupor. Luego juegan.
Tu tienes un gusto por el absurdo y creo que aquà puedes sacarlo a relucir todavÃa más.
Con este libro pude hacer más el golfo, y se nota si lo comparas con mis novelas anteriores. Si lees El asesino hipocondrÃaco ves un tipo con una mirada distorsionada, sentido del humor absurdo…
Y el sentido del humor deriva de lo que envuelve al mundo de ese personaje.
Pero como novela tenÃa unas normas y debÃa cumplirlas. El sueño del otro no se parece, la gente la ve más fantástica y más seria. Siempre he intentado ser fiel a mi mismo, pero notaba que faltaban piezas. Creo que con El libro de los pequeños milagros he unido el dibujo de puntos porque tenÃa un centenar de historias por delante y asà logré una buena batida por mi imaginario, mis vicios y mis obsesiones, desde lo Pulp hasta la ciencia ficción.
En tu caso creo que es la búsqueda de la definición de tu imaginario para entenderte mejor.
Eso mismo es. Buscaba las cosas que me inquietan de la realidad, las que me turban y me perturban. Traté de sacar mi mundo interior y al final es el que ha trenzado la estructura del libro. Pensé la estructura, pero salió por cómo me configuro por dentro.
¿Escribiste los relatos de forma desordenada o desde el principio les diste un orden concreto?
Los comienzos del todo son naturales y espontáneos, más que nada porque debÃa dejarlos fluir. Al ser fiel a mi mismo salÃan temas que ya propiciaban la unidad. Mientras escribÃa los primeros dejaba otros fuera, hasta que encontré puntos en común que apuntaban a un libro. A partir de ese momento empieza un proceso más consciente, y ahà empecé a armar la obra, buscando una arquitectura de coherencia y unidad para que el todo tuviera sentido. No podÃa sacar un libro desordenado porque hubiera perjudica la idea de microrrelato. La estructura se forma a partir de varios juegos, por ejemplo con el paso de lo pequeño a lo grande o el pasar de lo urbano al mundo hasta llegar a otros planetas, cosa que al principio no me atrevÃa.
Hay como tres o cuatro microrrelatos donde muy sutilmente dejas caer pullas que muestran tu concepción de determinadas cosas, desde el mundillo hasta nuestro mundo contemporáneo.
SÃ, sobre todo en la primera parte hay mucho de crÃtica social y aparecen la crisis, la nueva tecnologÃa, todo desde el sesgo de mi mirada, intentando que haya una historia que revele eso a los ojos del lector y que el lector tenga la última palabra. Los microrrelatos huyen de la moraleja. También, efectivamente, hay pullas literarias, pero no creo que eso interese tanto al lector, ya hay demasiado obras relativas al tema. Me interesaba más una mirada sobre el mundo actual a partir de relatos disparatados, fantásticos o distorsionantes.
Esta semana he entrevistado a una barbaridad de autores. Tanto en Miguel Serrano Larraz como en AgustÃn Fernández Mallo como contigo me he encontrado con una voluntad de escapar de la linealidad. En Miguel se expresa alterando el orden de la narración, en AgustÃn moviéndose por estados mentales y en el tuyo por una serie de factores, entre ellos que los microrrelatos se mueven por varias zonas que no respetan una cronologÃa ordenada pese a que las partes terminan formando un todo.
El microrrelato por defecto es desordenado, y por lo tanto fragmentario. Intentaba dar un orden dentro del disparate. En El asesino hipocondrÃaco habÃa la voluntad de contar de una forma no lineal, cortando la narración, dando saltos temporales en la cabeza del personaje. No se lo dice al lector nada de las historias en paralelo que surgen. En El sueño del otro fui más lineal, pero porque entiendo que tampoco hay que luchar contra lo antiguo, sólo explorar, buscar fórmulas nuevas y en esa combinación jugar, tampoco creo que haya que romper totalmente con lo anterior.
¿Ves este libro como un caso aislado en tu carrera? ¿Seguirás con el género?
No lo tengo muy claro. Lo que ha pasado es que como llevaba muchos años con novelas tenÃa una acumulación de ideas que no podÃa sacar, porque una novela es un compromiso, que es un solo proyecto y una sola idea que requiere tiempo. Se te acumulan ideas que no puedes sacar. Cuando llevas dos seguidas sientes una especie de olla a presión, necesitas sacar esas ideas de una maldita vez.
Y ahà el microrrelato ayuda a soltar lastre.
SÃ, y hacer cosas distintas, ser promiscuo, frente a la novela, que es más un compromiso. También cabe decir que en la coyuntura actual el microrrelato ha crecido en España tanto en autores como en lectores. He leÃdo mucho microrrelato a lo largo de la última década y eso me ha dado más libertad a la hora de escribirlos. Ahora mismo estoy inmerso en una nueva novela, pero creo que no descarto volver al micro en un futuro.
Quizá ahora lo que falta en España es valorar lo que significa escribir microrrelato y el juego con el lector. Veo a nivel crÃtico, y me incluyo desde la ignorancia, rechazo e incomprensión.
Seguro, algunos crÃticos creen que está de moda y me dicen que si quiero ganar dinero con ello. El micro sigue siendo un gran desconocido. Las radios y las redes lo han fomentado, pero la gente por la calle lo desconoce. Quizá el principal problema es cómo leer un libro de microrrelatos, quizá como un libro de poesÃa, desde luego no en el metro, pero sà desde la tranquilidad y la reflexión.
Un acto privado.
Que requiere reflexión y asimilación, por lo tanto tiempo. A diferencia de la poesÃa cuenta historias y tiene un componente hedónico distinto.
En la poesÃa debes fijarte tanto en el fondo como en la forma.
SÃ, y quizá rompe más el esquema lineal de pensamiento, lucha más contra la racional, te arroja a lugares distintos y quiebra tu forma lógica de pensar. El micro tiene un punto lúdico donde todavÃa tiene el germen de una historia.
¿El micro tiene que contener humor?
No, para nada.
Hay mucha gente que cree que debe ser una mera explosión.
Eso lo acercarÃa al chiste y serÃa muy peligroso. Entiendo que los microrrelatos que tienen humor en este libro sólo están para dar aire. La mayorÃa son más reflexivos, teológicos o epistemológicos. Los humorÃsticos son una especie de pausa en el camino, mientras que los demás contienen la esencia del libro. El conjunto es importante y el orden también, si metes cuatro microrrelatos seguidos del mismo tipo cometes un grave error.
¿Crees que el micro corresponde a un auge de la brevedad literaria?
Puede que haya lectores que se acerquen por eso, como si lo vieran como un pantallazo de Facebook o Twitter. También puede darse que muchos hayan entendido lo difÃcil que es escribir en breve. Otros pensaran que si su atención se ve disminuida el micro es una opción. En otros sentidos la lectura de microrrelatos sigue siendo comprensiva y requiere profundidad. No se pueden leer como quien lee en la pantalla. Todos leemos cada vez peor entre ventanas, pop-ups y todo lo que nos influye en nuestra época. Leer en libro es otra cosa. El chaval que sólo lee de la otra manera se desacostumbra a leer, disminuye su nivel de comprensión y atención, y eso ya empieza a ser incomprensible incluso con el microrrelato. La lectura hoy en dÃa es superficial. Los tiempos corren rápido, pero la lectura del microrrelato no puede ser superficial. Veremos cómo acaba esto.
Y con el microrrelato puedes transgredir más la realidad.
Me gusta transgredir los géneros, fundiéndolos, ver hasta donde se puede llegar con la mezcla. Asimismo, desde un punto de vista más amplio, me gusta transgredir la idea de realidad, el paradigma de realidad que conocemos a partir de algo ya clásico que es el fantástico, y en concreto el fantástico cotidiano que se sitúa en nuestra realidad para introducir el elemento distorsionante que provoca en el lector una reacción distinta y hace que nos preguntemos por nuestros lÃmites de la realidad. Lo hizo Borges, más filosófico, Cortázar y también Lem. El microrrelato como esencia tiene transgredir géneros, puedes saltarte normas y por otra parte es dado a lo fantástico y a lo imaginativo. Es difÃcil mantener una tesis fantástica durante trescientas páginas, es complicado mantener la verosimilitud tanto tiempo, mientras que en el micro puedes cambiar el mundo entero en un párrafo.
Te lo preguntaba porque el bestiario me recordó a esos dibujos alucinantes de Max Ernst.
Muchos son suyos. Está bien la comparación. Crear un compendio propio de animales alternativos, parecidos a lo nuestros pero que en realidad son seres imposibles. El micro permite todo eso. Cualquier autor de microrrelato hace fantástico. Eso no pasa con la novela. El micro lo propicia. Cuando además eres un autor que viene de ese sesgo ya sueltas todo lo que tenÃas guardado.
Deduzco que escribir este libro fue una especie de liberación.
SÃ, me he quedado tranquilo, he flotado, me he quedado con menos peso. Ahora no podrÃa escribir otro de microrrelato. Ahora mismo me he quedado descansando, a gusto.