Javier Egea (foto de autor desconocido, extraÃda del blog de Manuel Rico)
Leer a Javier Egea es encontrar restos de un naufragio. Es ver el amor hecho jirones, presenciar una confesión sin la vergüenza de la súplica ni el rencor de fondo oculto en el reproche guardado durante demasiado tiempo. Es comprobar cómo se puede perder el miedo a la abstracción y a la cotidianeidad, y hacerse con el objeto, la soledad y el desencanto transformados en objetos. Leer a Javier Egea es conversar sobre el amor y la muerte (algo más de la muerte), supone envidiarle, dejarte seducir, no entenderle del todo a veces, encontrar en sus palabras la expresión exacta de lo que te sucede, y decepcionarte de cuando en cuando para volver al dÃa siguiente. Supone tener un pie en la sociedad y otro en el exilio. Implica prepararte para lo inesperado, y entonces serÃa como salir de casa en plena noche porque el edificio está a punto de derrumbarse. A veces te conmueve y otras piensas que se equivocó tanto o más de lo que tú lo harÃas, que no es para nada un maldito, que inventó versos hermosos y perturbadores, que si te aproximas demasiado puedes perder la dignidad, que podÃa ser tan cruel como un niño, que su corazón se ahogó de tanto nadar, que hallar un texto clarificador suyo puede salvar tu desesperación, y que la verdad sólo se halla sobre el papel, aunque no sea sino un túnel negro de esperanza. Es fácil y a la vez difÃcil entrar en el terreno de este poeta, porque pone todas sus contradicciones a flor de piel, porque como dice Juan Carlos RodrÃguez, “escribÃa para buscar el propio yo, y por tanto el yo de los demásâ€.
El camino para llegar hasta Javier Egea, calle del Beso 10, es saltar de metáfora a metáfora, hallar una imagen o una palabra que aparece en un poema y en el siguiente, con significados distintos, para luego desaparecer, avanzar y progresar, y procrear palabras nuevas. Versos que se bifurcan en recaudadores de impuestos y asesinos como en una historia pulp, versos reflejándose entre sÃ:
«Hoy dÃa en cualquier librerÃa están disponibles los textos de Luis GarcÃa Montero, en menor medida los de Ãlvaro Salvador, y los ecos del movimiento están en Joan Margarit, Gabriel Ferrater o Vicente Gallego, todos ellos tipos que parten de la experiencia y de las fluctuaciones de sus propios sentimientos,»
«Hoy dÃa en cualquier librerÃa están disponibles los textos de Luis GarcÃa Montero, en menor medida los de Ãlvaro Salvador, y los ecos del movimiento están en Joan Margarit, Gabriel Ferrater o Vicente Gallego, todos ellos tipos que parten de la experiencia y de las fluctuaciones de sus propios sentimientos,»
Señor Jándula, como pueden estar los «ecos del movimiento» en Gabriel Ferrater (Reus 1922- Sant Cugat 1972), si este se suicido el 27 de Abril de 1972 y en 1966 ya habÃa publicado «TeorÃa dels cossos» y el libro «Les dones i els dies» que es la revisión y compilación de su obra poética ya estaba publicada en 1968. SerÃa al revés los ecos de Gabriel Ferrater estarÃan en la poesÃa de Javier Egea (1952-1999) y en los demás que redactaron «La nueva sentimentalidad» (1983).
Atentamente.
Abel
Señor Abel,
tiene toda la razón. Sin duda se trata de un error mÃo el citar a Ferrater como «eco del movimiento de la otra sentimentalidad». Lo que querÃa decir en este punto es que Ferrater, como el resto de poetas mencionados (también Margarit es mayor en edad) son herederos de esa forma de crear poesÃa desde la experiencia personal.
Quizá debà escribir «referentes y temáticas similares a los de este movimiento están en Margarit, Ferrater, etc.»
No revisé la edad de Ferrater, me temo que le habÃa ubicado en otra época… si bien es cierto que tiene parecidos sorprendentes con el propio Javier Egea.
Gracias por la anotación y disculpe mi despiste.
Atentamente,
Daniel Jándula