Recuperar la amnesia, solear los claroscuros: «Y siguió la fiesta», de Alan Riding | Revista de Letras
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Y siguió la fiesta. La vida cultural en el ParÃs ocupado por los nazis. Alan Riding
Traducción de Carles Andreu
Galaxia Gutenberg/CÃrculo de Lectores (Barcelona, 2011)
Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Tercer Reich, tenÃa las ideas claras. El objetivo de la campaña de Francia era poner fin a la dominación cultural gala en Europa y a lo largo y ancho del globo terráqueo. ParÃs era la clave y por eso una de las manos derechas del Führer creó un departamento con más de mil doscientos empleados destinados a controlar los avatares del mundillo que hasta aquel entonces habÃa marcado tendencia. Selección, aceptación y censura. El complejo de inferioridad teutón era enorme. Se dieron órdenes para que ninguna propuesta francesa traspasara la frontera alemana sin permiso y se extremaron las medidas para que la vida volviera a su cauce bajo una apariencia de normalidad una vez las bombas cesaron y los uniformes plagaron las avenidas con su tela de advertencia. Los gerifaltes se dieron el lujo de un tour turÃstico y Hermann Goering sació sus ansÃas saqueadoras para decorar su palacete y exportar grandes obras que por suerte fueron recuperadas tras el conflicto gracias a la habilidad de una funcionaria del Jeu de Paume que anotó con meticulosidad todo lo que entraba en el recinto usado por los nazis como depósito previo a los trenes. El Louvre quedó a salvo porque desde 1938 el gobierno Daladier inició el traslado de gran parte de la colección para evitar su confiscación y posterior traslado. El arte degenerado, al que los nazis dedicaron una muestra que exhibiera lo que para ellos era el horror, fue expuesto en galerÃas donde los marchantes superaban el temor de presentar lo prohibido apoyándose en clientes de confianza.
Soldados alemanes en el Barrio Latino de ParÃs, en 1940 (foto: no consta autor)