DescortesÃa del suicida. Carlos Vitale
Prólogo de José MarÃa Merino
Candaya (Avinyonet del Penedés, Barcelona, 2008)
Wallace Stevens solÃa decir: “un poema es un caféâ€, una frase reveladora para explicar el modo de empleo habitual de un libro de poesÃa: abrir, oler, sorber, localizar y describir. Repetir cuanto se desee pero sin abusar. Esperar a que haga efecto. Procurar no depender o confiarse demasiado de su efecto astringente para el despertar mañanero.
Carlos Vitale (Buenos Aires, 1953) ha traducido, y traduce, tal cantidad de poesÃa que de su pluma prosÃstica (que no prosaica) surgió un libro para ser leÃdo del mismo modo que un volumen poético: coloque el libro en posición vertical, con los filos mirando hacia usted, despegue una página, lea, abandone, pruebe dentro de un rato, piense lo que ha leÃdo, vuelva usted mañana. Deje el libro en cualquier parte, no lo apile todavÃa, lléveselo a hacer la compra, llévelo al mar o cepÃllese los dientes en su compañÃa, cocine y échele ojeadas, busque el sentido, léalo en voz alta pero sin declamar, no busque el sentido, léalo en silencio, no lo pierda, no lo preste, intente decepcionarse sin conseguirlo, demórese para devolverlo a la estanterÃa o a quien se lo haya prestado.
El primer pensamiento que tuve al conseguir el libro fue que una reseña a estas alturas resultarÃa un tanto descortés, nunca mejor dicho, porque irÃa algo retrasada. Pero el camino del libro es ciertamente dilatado, desde una primera edición de 1997, que valió a su autor el Premio Narrativa Breve Villa de Chiva, hasta la edición de 2008 con otros 24 relatos de añadido que fueron compuestos por el camino. De manera que quizá no llegué tan tarde. Lo siguiente que uno debe sortear es la comparación del argentino con el referente del guatemalteco Augusto Monterroso, el brillante autor que escuchó con sus ojos a los dinosaurios. La teorÃa que gira alrededor del micro-relato suele centrarse en la inmediatez antes que en la necesidad de ser breve, en este caso la que parece guiar el impulso de Vitale cuando se planta frente a la máquina (yo me lo imagino con una máquina de escribir a lo Hemingway, quien también cultivó esta forma de narrativa), y nos presenta a un Borges apócrifo aunque creÃble, opiniones estiradas de un abuelo que todos conocemos, lecciones de microeconomÃa, interioridades del proceso de la amistad semidemocrática, noticias imperiales, estrábicas máximas, literatura de epitafio, poemas que no querÃan serlo pero al final no podÃan evitarlo, menciones cinematográficas, guiños a Raymond Queneau o a Eliot, rebajas en senderismo, y una guÃa rápida de Génova. Entre otros enigmas y supuestos para nada burocráticos; más cerca de John Allen Paulos que de Perec, si bien cargando con un compartido sentido del humor tan necesario en estos tiempos.
PodrÃa quedarme con varios de los relatos recogidos aquÃ, pero mi favorito es “Mercadoâ€. Un ejemplo muy claro del trasvase cultural entre oriente y occidente, del trasvase entre verbo e imagen que domina la lectura contemporánea. Un extracto del relato:
… en el siglo XIX, las estampas japonesas que revolucionaron el grabado al abandonar los temas tradicionales por otros inspirados en la vida cotidiana, tan ensalzadas por los impresionistas franceses, eran, por el contrario, desdeñadas por los coleccionistas japoneses … (página 105).
Por si les inquieta saber qué está haciendo Carlos Vitale en estos momentos, seguro que anda traduciendo a algún poeta italiano; y corriendo por las paredes de la emoción por su reciente traducción de El tentetieso, de Joan Brossa.
Daniel Jándula
www.danieljandula.blogspot.com.es