Sobre Francia. E. M. Cioran
Prólogo de Alain Paruit
Traducción de Carlos Manzano
Siruela (Madrid, 2011)
Sobre Francia es mucho más que un simple libro y su publicación en España llega en un momento propicio, profético, inconfundiblemente crÃtico. El texto, escrito en 1941, por un Cioran a caballo entre RumanÃa y Francia, puede comprenderse como una de las más claras enunciaciones de la agonÃa de la modernidad, de la maldición de Occidente.
Francia, convertida en sÃmbolo de la voluntad de la razón, de lo apolÃneo y de la dolorosa lucidez, muestra en la renuncia al misterio, al mito, a la existencia literaria a una necesaria, hoy más que nunca, refundación poética del existir.
En Francia, encuentra Cioran “El aburrimiento de la claridadâ€, “el cansancio de las cosas entendidasâ€, la nadeidad de la forma, la orfandad de lo apolÃneo, de la razón desprovista de la vertiente poética, trágica, simbólica, alegórica.
“Una inteligencia que no admite lo trágicoâ€, que sufre la maldición del yo y no ha asumido la valentÃa de la individualidad, de la soledad, condición esencial para una existencia trágica que acepta la necesidad de llegar a ser lo que cada uno es.
“Francia está desprovista de la faceta irracional, de la posible fatalidad†dice Cioran, una cultura que rechaza el misterio, el infinito, el espÃritu metafÃsico de lo originario.
Un paÃs que muere en la forma y no conoce las “exageraciones contra el yo†cartesiano, que no ha conseguido hacer triunfar a Pascal sobre Descartes. Un paÃs que desconoce la nostalgia, que desconoce la forma de hacer presente lo ausente propia de la Soledad cósmica, pública e individual que los paÃs del sur de lo que llaman Europa, sà conservan.
“Tal vez sea el único pueblo de Europa que no conoce la nostalgia, que es una forma de la falta de plenitud sentimental infinitaâ€.
Una cultura donde la inteligencia es el único ornamento del hombre es una cultura enferma de claridad, de sensatez, de mesura, de equilibrio, parece decir Cioran y asà “el drama del hombre lúcido pasa a ser el de una naciónâ€. Es el paÃs que mejor parece traducir la agonÃa, la lucha interior de Eros contra Logos. Un pueblo sin mitos. “Un pueblo de mitos está en vÃas de despoblaciónâ€, “Engendrar mitos y adherirse a ellos, luchar, sufrir y morir por ellos: eso es lo que revela la fecundidad de un pueblo†dice el pensador rumano recordándonos la sentencia pessoana: “Deseo ser un creador de mitos, que es el misterio más alto que puede obrar alguien de la humanidadâ€.
La necesidad de un paÃs donde aún sean posibles e incluso razonables las locuras, la superación del agotamiento espiritual que ha momificado la cultura, el despertar del universo interior de los individuos, el deseo de recuperar un lugar para la poesÃa, en el pensamiento, en la vida, (“La poesÃa sólo se ejerce en las indeterminaciones metafÃsicas, en el vacÃo que se abre entre el alma y el cieloâ€), la aceptación de que “el racionalismo como forma de vida es la negación de la vidaâ€, como una forma de “cultura antidionisiaca†están en el seno de este libro que te abofetea y muestra una actualidad indudable y quizá perenne.
Un libro que puede hacernos comprender mejor algo olvidado, sobre todo en Francia, Cioran era rumano, no pudo dejar de ser un espÃritu rumano. Un fatalista, escéptico, profundamente religioso hombre rumano, herido por la nostalgia, (por el Dor), que aún habitando la lengua francesa y su voluntad de luz, no pudo dejar de pasear por la oscuridad de la nostalgia y la voluntad de nada, haciendo de la Añoranza una forma de sabidurÃa y de la decepción una forma de la existencia.
Y todo en un tiempo donde Europa, vencida y herida de muerte, decadente, lo mismo la Francia del ’41 de la que parece hablar Cioran, no puede ofrecernos lo que necesitamos los pueblos hijos de la Añoranza, una refundación mÃtica de la existencia.
Pablo Javier Pérez López
[…] Revista de Letras […]