Un dios enfrente. José GarcÃa Obrero
La Garúa Libros
(Santa Coloma de Gramenet, 2013)
Con Un dios enfrente, José GarcÃa Obrero (Sta. Coloma de Gramenet, 1973) se mira en el espejo y se desdobla en autor y también en la imagen que refleja. El diálogo que se establece da como resultado un libro complejo, lleno de referentes. Dividido en cinco partes, el libro nos muestra el viaje del poeta hacia sà mismo, un viaje realizado no desde la complacencia o desde la reiteración del ego, sino desde la poesÃa, desde el lenguaje entendido como herramienta al servicio del pensamiento. AsÃ, el viaje se inicia con el poema titulado “RaÃz†donde GarcÃa Obrero nos define con perfección gráfica el lugar y las circunstancias de su nacimiento:
Lo indica esa montaña cubierta de edificios.
Ni un solo palmo de tierra limpia para la siembra.
Como tantas periferias de las grandes ciudades, el extrarradio es un lugar sin raÃces, donde la procedencia de sus habitantes es siempre foránea y la arquitectura de la especulación no ha contribuido a facilitar su arraigo. Añadida a esa raÃz colectiva y también genética -de transmisión entre padre e hijos-, el poeta se presenta y se reafirma como personalidad individual, frente al lugar que se parece a tantos otros lugares, es decir, frente al no-lugar, la conciencia personal se construye forzosamente desde la individualidad y no se asemeja a ninguna otra:
Los padres se parecen a sus padres;
los hijos se asemejan a su espejo.
La necesidad de ser un ser individual es la necesidad de recorrer el propio camino, no desligado del ámbito social, no desligado de las raÃces, sino asumiéndolas como base sobre las que ir creando su propio camino, su propia razón vital:
Somos formas que buscan la llamarada viva.
El viaje poético es, por tanto, vital. Y la poesÃa de GarcÃa Obrero ahonda esa idea de trayectoria con una serie de magnÃficas imágenes, donde usa el agua como metáfora de significados infinitos, desde el agua que fluye (rÃo) como camino imparable, o el agua como fuente de vida, génesis y búsqueda de la verdadera raÃz de la existencia de vida. También el agua como furia de la naturaleza (devastando todo aquello que el hombre ha construido para su delimitación) o como forma de purificación, -no en vano, desde tiempos inmemoriales, los hombres han necesitado lavarse para aparecer frente a la divinidad-. AsÃ, el agua es presencia para desarrollar ideas tanto tangibles como intangibles, y permite al autor un lenguaje preñado de creatividad.
Por otro lado, al igual que en la milenaria pintura china, el agua, los lagos, los manantiales, simbolizan la mitad femenina del mundo, mientas que las montañas, con sus cúspides, representan a la mitad masculina, y ambas se complementan y una no puede comprenderse sin la otra, encontramos aquà el poemas titulado “Isla†donde el poeta se autodefine conteniendo estos dos ámbitos aparentemente contrarios, lo alzado:
Si me llamas hazlo asÃ:
Escarpado, árido, volcánico.
Y lo hundido:
(…) yo,
que también me hundo,
Me voy al fondo, sedimento, soy
(…)
Y es que, en realidad, la construcción del yo se va haciendo no desde contrarios, no desde la contradicción, sino asumiendo, asumiéndose en la complejidad del ser; no desde la ambigüedad, sino comprendiendo las diferentes facetas de la vida, y en la inclusión comprensiva de sus variables. También la del dolor:
Unos brazos abiertos pueden ser un buen golpe.
De esta manera, en la parte titulada “Violencia gratuita†GarcÃa Obrero expresa el dolor o los embates de la vida, el daño que vamos asumiendo, y que no es otro que el de la incomprensión hacia los demás, o hacia un entorno contrario, y que socava nuestros cimientos y nos va demoliendo. Aquà el posible cobijo del otro surge como una pregunta: ¿le importa a alguien? Cuya respuesta el poeta sólo puede convertir en lenguaje:
Deja que fluya el verbo
y recoge sus golpes.
En Un dios enfrente la poesÃa de GarcÃa Obrero se convierte en ese “verbo que fluyeâ€, rÃo que es también lenguaje vital, palabra escrita de hondas resonancias, bálsamo, terapia contra ese dios de enfrente, contra el reflejo que vemos al mirarnos en el espejo y cuya imagen, a veces, nos asusta. AsÃ, ser es también negar, por definición de aquello que no queremos ser.
AgustÃn Calvo Galán
http://proyectodesvelos.blogspot.com