Francesc Serés | Foto cedida por el autor

Francesc Serés: «En literatura no vale todo»

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Francesc Serés | Foto cedida por el autor
Francesc Serés | Foto cedida por el autor

No es casualidad que Francesc Serés fuera el escritor elegido para dialogar en el CCCB con la Premio Nobel Svetlana Aleksiévich. Ambos viven la escritura, la literatura, con un sentido del deber y de la historia, y ambos ponen el acento en una polifonía de voces con las que aproximarse a la realidad, a la búsqueda de la verdad, por pequeña e insignificante que esta pueda parecer. “No me gustan las frases hechas, me gusta hacerlas a mí; no me gustan los lugares comunes, me gusta construirlos yo. Lo importante es aportar algo nuevo, aunque sea ínfimo”. Serés arranca la entrevista poniendo los puntos narrativos sobre las íes.

La piel de la frontera (Ed. Acantilado, 2015) es la fotografía en movimiento de un territorio fronterizo bien conocido por el autor (Zaidín, Bajo Cinca): la conocida Franja entre Lérida y Aragón. Un lugar de habla catalana en suelo aragonés. Allí han ido llegando a lo largo de años miles de inmigrantes procedentes de lugares tan diversos como Marruecos, Guinea, Senegal, China, Ucrania o Bulgaria… Francesc Serés, testigo y parte de la experiencia, traza un retrato que recoge la pequeña historia de las historias sin historia. Vidas contextualizadas además en un tiempo que se agota, en  lo que el último capítulo recoge bajo el título El fin del mundo tal y como lo habíamos conocido, en referencia explícita a la posibilidad que se abre con la Vía Catalana hacia el soberanismo.

La esencia es la complejidad…
Sólo de lugares conflictivos, en el sentido de la palabra de confluencia de muchas cosas, puedes traer alguna cosa… ¡y hay veces que tenemos las cosas en casa! En este caso se trata de ir a una inmediatez que ya comprende toda la complejidad del mundo.

Foto cedida por el autor
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¿Las fronteras son siempre humanas?
Cuando pienso en fronteras no las pienso como una línea marcada, sino como un limes, una frontera amplia, variable, móvil. También dentro del hecho lingüístico. Y en el plano cultural, ¿cómo marcas la frontera cultural con la inmigración cuando te das cuenta, como me sucedió a mí cuando vine a Barcelona con 18 años a estudiar Bellas Artes, de que tenía más distancia cultural con los hijos de los funcionarios que estudiaban conmigo, que con los marroquíes que venían a recoger fruta?

Dame un ejemplo.
¡El esfuerzo! Yo nunca tuve consciencia de lo que eran unas vacaciones hasta que vine a vivir a Barcelona. En el pueblo donde vivía nadie las hacía. Se trabajaba todos los días del año. Sólo se paraba cuando llovía, y ni eso, porque siempre había trabajo. Sin embargo, en la Barcelona de 1991 y 1992 ya sentías eso del bienestar. La tipología de gente que venía a la facultad…, cierto que Bellas Artes, donde estudié, es una facultad muy burguesa, pero a la larga lo son todas…, y, ¿cómo podía explicarles yo lo que era el continuo sudor, el esfuerzo físico, otro tipo de crecimiento y experiencia vital? En cambio con los inmigrantes que venían a trabajar, tras un tiempo se creaban vínculos.

Foto cedida por el autor
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Y ahora, de alguna manera, pones voz a esa inmigración.
Hay una cosa que yo no puedo negar y sería bastante cínico si lo hiciera, y es que hay una parte de las historias que yo no puedo explicar. Yo no puedo explicar desde dentro la experiencia de la gente que llega. Yo no puedo suplantarlos, sería falsificar la voz literaria. Ellos tendrán su historia y la explicarán un día u otro, como ya comienzan a hacer algunos. Lo que yo puedo explicar es el efecto de su historia sobre mí.

Has dejado de lado la imaginación.
Es evidente que hay un resumen y un ordenamiento de las piezas del rompecabezas, pero también es evidente que si vas a buscar a la gente que contiene este libro, la encontrarías a toda. Y el hecho de dar nombres y apellidos implica que puedes ir y preguntar. Mi pacto con la literatura es el siguiente: hay temas que admiten lugares diversos, pero no todos. Sobre todo cuando es literatura experiencial ¡no vale todo! A mí no me gustaría que alguna de las personas o de los hijos de los que salen aquí dijeran «eso es mentira», porque significaría que he jugado sucio con tal de conseguir eso de que la realidad no me arruine un buen titular.

Se puede recrear un mundo usando la imaginación y sin faltar a la verdad.
Pero se ha de crear una cierta representación y distribución democrática de las historias. La gente que llega tiene derecho a ser representada y a ser narrada y explicada. Y tenemos el deber de intentar aprender de cómo ellos llegan aquí, intentar comprenderlos, tenemos que interactuar con la diversidad, no sólo con la parte complaciente. Yo he vivido en primera persona el hecho de que de un día a otro lleguen a un pueblo de 1.600 personas 400 marroquíes. Hace cinco años en mi pueblo había más búlgaros que habitantes del pueblo. No sé si es fácil acoger… aun así, con la cantidad de gente que ha pasado en Cataluña, ¿podemos contar conflictos realmente graves? Pero no se puede pretender que la sociedad que acoge esté preparada para la diversidad de hechos que pueden pasar y de combinatorias, de gente que llega de todas partes del mundo. También me pregunto cuál es el límite de todo esto.

Estamos ante uno de los grandes temas de la humanidad: el éxodo.
La cuestión del éxodo es tremenda. La antropología y sociología de las migraciones es impresionante. Es muy difícil tratar con toda esa parte explicable y hacerlo de una manera decente. Yo intento hacer literatura aquí y ahora para explicarme a mí, no para explicarles a ellos.

Foto cedida por el autor
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¿Cómo has trabajado los textos?
Te diría que como he podido, porque es una materia muy complicada por cuestión de proximidad, porque nunca había utilizado tantos referentes personales, también situados en el tiempo.

El último artículo es un recuerdo a la Vía Catalana de 2013, con un cierto tono épico.
Era un poco de provocación, no quería marcar un punto y final de un país que también quiere comenzar otra etapa, y eso es evidente. Estaba yo solo en el campanario de la Seu Vella de Lérida. Desde arriba veo el paisaje, sé que hay gente en este momento a lo largo de toda la costa que está pidiendo votar. Eso también expresa un cambio, es una ruptura enorme. La escenificación de la Vía Catalana me pareció una buena imagen para cerrar el libro.

¿Qué literatura te ha marcado?
Cuando leí cosas de mi territorio y en catalán pensé, ¡hostia!, ¿se puede hablar de la gente de aquí, y en su lengua?, ¡eso es mágico! Eso me pasó al leer Camino de Sirga, de Jesús Moncada. También podría citar a Mercé Ibarz. Pero en cada momento hay clics diferentes: la poesía de Pessoa, la lectura del libro Contra toda esperanza, de Nadejda Mandelstam, que he encontrado una obra de arte perfecta. Otro momento epifánico fue la lectura de Errata, de George Steiner. Hace años asistí a una asignatura maravillosa que impartía Manuel Delgado, profesor de antropología social y cultural, que hablaba de la dificultad de establecer márgenes nítidos entre la descripción etnográfica y la literatura, ¡también me ha marcado!

Berta Ares Yáñez

Periodista e investigadora cultural. Doctora en Humanidades. Alma Mater: Universidad Pompeu Fabra.

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