Daniel Rojo comenzó a delinquir en Barcelona con apenas nueve o diez años. Se inició con pequeños robos en comercios diversos y acabó atracando bancos. Le llamaban “el millonarioâ€, por su elevado tren de vida y por la destreza que adquirió en el arte de los atracos a sucursales bancarias. No obstante, su habilidad no impidió que, como consecuencia de sus delitos, ingresara en la Modelo en varias ocasiones, allá por los años setenta y ochenta. Pasó entre rejas un total de catorce años. A los treinta y cinco años, tras una vida marcada por las drogas y la delincuencia, llegó el momento de reinsertarse en la sociedad. Asà fue como, de la mano del cantante Loquillo, su amigo de la infancia, pasó a trabajar con artistas. Primero en merchandising y poco después cuidando de personajes como Andrés Calamaro o Enrique Bunbury. Sus experiencias como atracador han sido llevadas a la ficción por Lluc Oliveras, que, grabadora en mano, registró el testimonio de Daniel Rojo para convertirlo en la novela que lleva por tÃtulo Confesiones de un gángster de Barcelona (2010).
Daniel Rojo guarda muchos recuerdos de su estancia en la Modelo. TodavÃa se estremece al recordar la abrumadora presencia de unos irritantes y voraces insectos nocturnos, los chinches, que se acumulaban en los muelles de los colchones. “Lo más normal era verte con el mechero quemándolos, porque no te dejaban dormir del ruido que producÃanâ€.
De cárcel y de chinches va también una de las historietas de Makinavaja, el último choriso, de Ramón Tosas Fuentes (Manresa, 1941, Briones 1993), conocido artÃsticamente como Ivà . En ella el Maki, que pasa algunas horas en la Modelo junto a sus secuaces, queda impresionado al ver incluso que la manta de la cama se mueve como consecuencia de la actividad de las chinches. “¡Paresen garbansos! ¡Y qué vorasidad!â€.
Ivà dotó a los personajes de un peculiar argot que dejó grabadas en el imaginario de la audiencia expresiones como “Po bueno, po fale, po m’alegroâ€. Debido a la popularidad que alcanzó el cómic en la revista satÃrica El Jueves, las andanzas del Makinavaja fueron llevadas al teatro, al cine y a la televisión. Ferran Rañé protagonizó al Maki en la versión teatral, Andrés Pajares y Pepe Rubianes lo hicieron en las pelÃculas y la serie, respectivamente.
El Maki es un elegante delincuente de la Barcelona de finales de los ochenta y principio de los noventa. Lleva chupa de cuero y un tupé inconfundible. Es hijo de la Maru, una prostituta alcohólica y en edad ya avanzada. Acompañan al Maki en sus aventuras Popeye, un gordo “mu “sanguinarioâ€, y el abuelo MatÃas, un nonagenario experto en apertura de cajas fuertes. Se reúnen en el Bar Pirata, regentado por el Pira, el tabernero interpretado por un espléndido Pedro Reyes en la versión cinematográfica y en la serie. El contexto es el barrio chino de Barcelona, un escenario que Ramón Tosas conocÃa bien.
Los personajes de la historia no son delincuentes al uso, sino simpáticas caricaturas. Son, en palabras de Carlos Suárez, director de las pelÃculas y la serie, lumpens, delincuentes ingenuos, que salen cada dÃa a buscarse la vida como pueden en una sociedad hostil. Su absoluta falta de mala leche, provoca situaciones de lo más disparatadas y satÃricas que a menudo ridiculizan ciertos estereotipos de la sociedad, de acuerdo con el pensamiento de Ivà . La ingenuidad de los personaje es tal que hasta se atreven a perpetrar un atraco con el dedo pintado de negro fingiendo empuñar un arma; o robar varios millones de pesetas y, antes de salir del banco, a instancia del director de la sucursal, reinvertir lo robado en Bonos del Tesoro, “con la garantÃa del Estadoâ€, para su tranquilidad. Se trata, pues, de unos delincuentes poco comunes, impensables en la vida real. De ahà la advertencia al principio de la pelÃcula: “Cualquier paresido con la realidad, es pura coinsidencia. La realidad, como tol mundo sabe, es mucho peorâ€.
Jordi Pacheco