Con la ambición de quien sabe que las estrategias narrativas pueden convertir en apasionante una historia para miles de personas que, si se enfrentaran a la información desnuda, no tendrÃan ningún interés en lo que ahora no consiguen quitarse de la cabeza. Pero también con la humildad de quien es consciente de que el periodismo de investigación sacude, zarandea, pero cuyos efectos suelen ser menos transformadores de lo que nos gustarÃa creer. Asà se ha mostrado Patrick Radden Keefe en el Centre de Cultura Contemporà nia de Barcelona, donde ha conversado sobre su oficio con Mònica Terribas.
El periodista del New Yorker se dio a conocer internacionalmente con No digas nada (Periscopi y Reservoir Books, 2020), un apasionante relato en el que el lector se adentra en las profundidades del conflicto de Irlanda del Norte. Las muchÃsimas horas de documentación que ha llevado a cabo el autor están al servicio de los personajes, de la trama, de los giros narrativos. Recientemente, ha aplicado técnicas muy similares en su último libro de no ficción, El imperio del dolor (Periscopi y Reservoir Books, 2021), donde disecciona el mundo de los Sackler, una dinastÃa de farmacéuticos que pasó de ser una de las familias más prestigiosas de Estados Unidos a llevar al paÃs a una auténtica crisis sanitaria por culpa de uno de sus medicamentos. El apellido, asociado durante años a la filantropÃa internacional, hoy es sinónimo de una adicción generalizada a los analgésicos.
Patrick Radden Keefe dice sentirse preocupado por el periodismo. Sabe perfectamente —y asà lo ha reconocido en el CCCB— que él es un privilegiado porque, al escribir regularmente en el New Yorker, puede dedicar el tiempo que cada historia le reclama. De hecho, el autor ha explicado que lo más habitual, cuando publica un artÃculo en la revista semanal, es que tenga ganas de pasar página, e investigar sobre otro tema muy distinto. Pero, ocasionalmente, hay historias que le exigen más dedicación, más profundidad. Y de ahà suelen nacer sus libros.
El autor, siguiendo la estela de los grandes periodistas narrativos, suele buscar alrededor del personaje que quiere retratar. AsÃ, sus perfiles no suelen ser una entrevista directa al protagonista de la historia, sino una indagación entre las personas más o menos cercanas, cuyos testimonios ofrecen una dimensión más compleja —e incluso más contradictoria— del retratado. Al preguntarse «por qué hizo lo que hizo» alguien, va acercándose a su personalidad, intentando sortear el simple juicio moral. «Encuentro una perspectiva, y la persigo», asegura.
«Me interesa la gente, y sus conflictos, cómo toman sus decisiones, cómo se enfrentan a sus problemas», dice Patrick Radden Keefe, quien cree que algunas personas tienen caracteres similares a los grandes protagonistas de novela pero que también existen personas que, por algún motivo concreto, se convierten de repente en un sÃmbolo.
El periodista ha explicado que cada historia, cada crónica, tiene que narrarse como si el lector estuviese observando un perro nadando en el agua. El lector ve cómo el perro flota, parece que esté tranquilo. Aunque el autor sepa que, debajo del agua, el animal se mueve con toda la furia para no ahogarse. «No escribo libros para académicos ni para especialistas, pero sà que la investigación tiene que tener el máximo rigor», añade.
Con esa voluntad de hacer accesibles sus historias a todo el mundo, Patrick Radden Keefe recuerda algo que es lo que más le mueve en su proceso de creación: «El malo nunca piensa que es el malo, piensa que es el héroe». Por ello, insiste, es importante preguntar y volver a preguntar a las mismas personas para entender si sus relatos son plausibles, si no recuerdan bien lo que sucedió, o simplemente si le están mintiendo.
El periodista asegura que sólo explica la vida Ãntima de las personas sobre las que escribe —sus relaciones sexuales, sus adicciones— si está Ãntimamente relacionada con la historia. Y defiende que esa intimidad ayuda a conocer mejor a cada uno de ellos, sus conflictos y sus intereses.
«El periodismo no suele cambiar el mundo que describe», ha reconocido el autor, aunque defiende que el trabajo del periodista es importantÃsimo. Es como enviar un mensaje en una botella, y a veces sà que se producen pequeñas transformaciones. Puede ser una legislación que se modifica, o una mirada compartida que, hasta ese momento, era demasiado indulgente o demasiado mitificada sobre un hecho que no correspondÃa a la verdad. Para que eso sea posible, Patrick Radden Keefe se convierte en un escritor de escenas inolvidables. Cuando hace diez años que hemos leÃdo un libro, muchas veces sólo recordamos una imagen de esa historia. En esa imagen está toda la verdad de la memoria.