Isabel Bono | Foto: La Isla de Siltolá

Inesperado es todo

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Isabel Bono | Foto: La Isla de Siltolá
Isabel Bono | Foto: La Isla de Siltolá

Recientemente ha aparecido, en la editorial sevillana La Isla de Siltolá, su último libro: Hojas secas mojadas. Isabel Bono (Málaga, 1964) nunca ha practicado una poesía convencional, se reinventa en cada libro tanto estética como temáticamente, enriqueciendo su viaje creativo al asumir, a veces, un mundo comprendido y desconcertarse, otras veces, por la imposibilidad de su aprehensión.

¿Qué incluyes en tu biografía?
Cuanto más tiempo pasa más simple y corta se vuelve mi biografía: Me levanto cada mañana, escribo lo que he soñado, me ocupo de la casa, escribo mails, barro la terraza, escribo poemas, leo, escribo. Pan comido (Ed. Bartleby), Brazos piernas cielo (Ed. Baile del sol) y Hojas secas mojadas (Ed. Isla de Siltolá) son mis últimos títulos publicados.

En una ocasión dijiste que cuando escribes no piensas que alguien leerá lo que estás creando, que escribes solo para ti misma. Y, sin embargo, yo siempre que te leo creo que estás dialogando conmigo como lector. ¿Qué tipo de feedback tienes con los lectores?
Mucho más del que merezco. Soy un hurón, aquí donde me ves. Me gusta hablar poco, dar pocas explicaciones. Me aburre hablar de porqués y paraqués. Me aburre hablar de poesía. La poesía es para escribirla, no para darle vueltas, uf… Muchas veces he pensado que mi ideal sería escribir, guardar unos días, y después borrar (yo sé que mi amigo Joan Masip me entiende) (me río). Pero soy cobarde. Y vanidosa, supongo. Así que lo guardo, lo cuelgo en internet, lo publico. Las personas que me leen son muy generosas conmigo: no me echan en cara que no les deje poner comentarios (en los blogs), por ejemplo. A veces me escriben, me dicen cosas bonitas. Cuando dije que cerraba el blog hojassecasmojadas me escribieron para pedirme que no lo hiciera. Me conmovió muchísimo. Pero si pensara, mientras escribo, que alguien va a leer eso, te aseguro que no escribiría una palabra porque no escribiría con total libertad. Y si uno no escribe con total libertad, mejor que no lo haga.

La Isla de Siltolá (Ediciones)
La Isla de Siltolá (Ediciones)

La frescura de tu poesía tiene una de sus mejores bazas en el feliz encuentro de lo cotidiano con lo sublime. ¿Cómo consigues convertir lo ordinario en algo inesperado?
Sublime, madre mía, qué palabra. Mira, el día está lleno de microacontecimientos. Cuando empecé el blog con un texto y una foto diaria (casi cuatro años), me preguntaban si no era muy difícil encontrar algo especial cada día. A mí se me ponían los ojos como platos: pasamos unas 16 horas despiertos al día, lo difícil sería no encontrarlo. Lo difícil y lo triste. Creo que solo hay que estar mínimamente atento, mirar lo que nos rodea. Yo hay días que no salgo ni a la terraza. Yo no salgo, pero la luz sí entra. Miro donde la luz me señala y cuento lo que veo. No hay mucho más. No hay trucos. Solo mirar y contar con naturalidad. Inesperado es todo. Aunque parezca mentira no hay dos días iguales. Con eso y con estar, como yo digo, en “modo poema”, sale casi solo. Todo es entrenamiento, ya sabes.

Cada uno de tus libros tiene una forma diferente, una manera diferente de ser escrito. ¿Lo ves como una evolución como escritora o como simples variaciones circunstanciales?
Pues no lo sé. Fíjate que siempre he pensado que escribo lo mismo una y otra vez. Poemas más cortos o más largos, pero hablo de lo mismo, de la luz sobre las cosas, de lo que siento al mirarlas, de amor. Que sean más largos o más cortos creo que depende de mi estado de ánimo. Es una lata, pero depende mucho de lo que sueñe. Un mal sueño puede fastidiarme completamente el día. Me pasa desde niña. Hay sueños que se enquistan (para bien o para mal) y condicionan lo que haga ese día o cómo lo haga. No sé si hay evolución, la verdad. Lo que sí he notado es que cada vez soy menos enrevesada. Nunca lo he sido demasiado, pero ahora los poemas se entienden mejor. Creo.

La estética del lenguaje está siempre presente en tu poesía. ¿Trabajas mucho tus libros antes de darlos por finalizados?
No. Escribo al dictado. Y normalmente mientras camino. Miro, oigo algo, me viene una música, una ráfaga de palabras, las apunto mentalmente, tiro del hilo mentalmente, las apunto en cualquier papelito y las paso al ordenador. Después podar. Para mí escribir es sobre todo cuestión de jardinería. Si lo puedo decir con 10 palabras, ¿para qué usar 20?

Desde hace años, mantienes varios blogs literarios en marcha. ¿Cómo entiendes tu labor en Internet? ¿Creas expresamente para tus blogs como medio de comunicación o los entiendes más como campo de pruebas?
Cada uno tiene su historia. Campo de pruebas no son, desde luego (como campo de pruebas uso las lecturas). Por ejemplo, laespumadelasnoches (el de sueños) lo abrí para no tener que enviar los sueños a los amigos. El de algunascosasqueleo porque a veces leo o veo cosas, y se me van las manos a contarlo. Y como soy muy pesada tienes que leer esto, tienes que ver lo otro, pues así se lo digo a todos los amigos a la vez.

En tus blogs aparecen siempre imágenes complementando o alimentando a los textos. ¿Cuál es la importancia de la imagen en tu obra?
Bueno, imágenes sólo hay en tres, que yo recuerde. Dos de ellos esapiedramehallamadoporinombre y elburritodelparque fueron ideados solo para subir imágenes, pero no fui capaz de no escribir nada.

Tu último libro, Hojas secas mojadas, tiene el mismo título que uno de tus blogs. ¿Tienen alguna relación?
Sí, primero fue el blog. Vivía días idénticos (o con esa sensación) y no tuve más remedio que inventarme algo para diferenciarlos: escribir cada noche algo especial que hubiese sucedido, algo que le devolviera brillo a esos días secos. Empecé apuntando en un cuaderno. Pero a veces no tenía palabras, solo imágenes que iba sacando de rincones de la casa (la luz sobre las cosas), y pensé que una forma de obligarme a no dejar de hacerlo era abrir un blog y unir palabras e imágenes. Me conozco de sobra: sabía que mi porcentaje neurótico no iba a dejarme en paz si no subía una entrada al día. Y así casi cuatro años. Ahora solo subo cuatro al mes. Si empezara a notar que me cuesta, con todo el dolor, lo dejaría. Cuando Isla de Siltolá me pidió un libro, pensé inmediatamente en mi amigo Antonio Muñoz Quintana. Él vio nacer el blog, vivió conmigo aquellos días idénticos y siempre me decía que esas entradas eran poemas (me quiere mucho el Muñozquintana). Así que elegí para el libro las 100 entradas-poemas que funcionaban sin foto. La verdad es que verlos en papel tranquiliza. Internet está muy bien y todo eso, pero lo virtual sigue pareciéndome algo sospechoso. Además, ni se toca ni se puede oler como un libro.

¿La escritura es una forma de terapia? ¿Lo es la literatura?
Supongo. No estoy segura si en mi caso es terapia. Solo sé que mientras escribo soy más feliz.

Sé que diariamente anotas los sueños que has tenido durante la noche. ¿Cómo los transformas en materia creativa?
Los sueños son materia creativa en sí mismos. El cerebro descansa, se libra de nosotros y crea. Por eso procuro no transformarlos. Ese es el truco, creo (si es que podemos hablar de truco). He leído sueños ajenos y no me los creo ni mijita. Aquí se me enciende la sangre: los pintores surrealistas han tenido la culpa. Nadie sueña relojes blandos (Dalí se inspiró, despierto, en unas lonchas de queso que había en su cocina, nada más). Los sueños no son surrealistas, en los sueños suceden cosas, solo hay que describir las imágenes sin literatura para que sean lo más fieles posible a lo soñado. Por ejemplo, “Entro en un autobús y resulta ser un portal”. Si dices “El autobús se fue transformando blanda y misteriosamente en un portal”, estás mintiendo.

Y, para terminar, teniendo en cuenta lo poco que se lee poesía en nuestro país, ¿tiene sentido seguir escribiendo poesía?
Volvemos al principio: si escribes para los demás no tiene ningún sentido. Si escribes porque no puedes evitarlo, lo que no tendría sentido sería no hacerlo. Hay que escribir porque sí. Si hay alguien que escriba para, por favor, que deje de hacerlo.

Agustín Calvo Galán

Agustín Calvo Galán (Barcelona, 1968) ha publicado 'Letras transformistas', una selección de sus poemas conceptuales y visuales (2005), 'Otra ciudad' (libro objeto, 2006), 'Poemas para el entreacto' (2007) y 'A la vendimia en Portugal' (2009). Su obra como poeta visual ha sido recogida en varias antologías especializadas.

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