Más allá de toda generación

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Son muchos los artículos publicados acerca de las antologías Última temporada y Bajo treinta, me resulta imposible no preguntarme sobre cuál puede ser mi aportación a este debate. El compartir década de nacimiento – y no generación- con los autores me sitúa en una extraña posición; algunos podrán considerar esta falta de distancia cronológica como una indudable falta de distancia crítica, otros, sin duda más compasivos, considerarán que esta afinidad es propicia para poder comprender, sin prejuicios ni interferencias generacionales, la poética que aquí se presenta. Independientemente de las opiniones que podrán expresarse, estoy convencida de que es precisamente esta afinidad de década, junto con mi concepción crítica, la que motiva mi hartazgo acerca de cualquier tipo de discusión generacional entorno a los autores y su juventud, así como mi desinterés por la situación socio-económica que ellos, como yo y como todos aquellos que nacimos en unos determinados años y, ahora, nos encontramos inmersos en este lúgubre presente, estamos metidos. No se trata de desinterés social; tampoco se trata de un sentimiento apolítico, quienes me conocen saben bien que no hay nada que más me motive que un debate político, a pesar del árido escenario dialéctico que tenemos delante. Creo, sin embargo, que una aproximación crítica a estas dos antologías, así como a cualquier otro texto literario, requiere, al menos en un primer momento, que se consideren principalmente los aspectos de carácter literario: se trata de interrogar a los textos, olvidando las fechas de nacimiento de sus autores y, sobre todo, pasando por alto las posibles polémicas que hayan suscitado sus respectivos prólogos.

Ediciones Lengua de trapo
Ediciones Lengua de trapo

Como dijo Matías Candeira en la presentación de Última temporada, ha llegado el momento de no continuar con el tópico tan manido de jóvenes escritores, un concepto tan artificial en lo que se refiere al análisis crítico, como elástico; de la misma manera, y como subraya Juan Gómez Bárcena en el prólogo de Bajo treinta, es necesario olvidar términos como amateur, primeros pasos, escritores del mañana o promesas: «los autores convocados en este proyecto no responden a ninguno de los calificativos anteriores», arguye Bárcena. De hecho, resulta difícil, casi imposible, poder predecir quiénes de los escritores aquí antologados serán autores del mañana. Por el momento, son autores del presente y, como tales, deben ser considerados; si sus recorridos literarios les merecerán un reconocimiento futuro, no somos nosotros, desde el mismo presente, quienes debemos decirlo. Hoy pocos se acuerdan de Kotzebue, autor de éxito contemporáneo de Goethe, que el tiempo ha condenado al olvido. Será de aquí a algunas décadas cuando, releyendo las dos antologías que ahora se presentan, podremos afirmar cuántas de aquellas trayectorias, que hoy día ya han dado más de una obra, han superado el reto temporal y se han consolidado como referentes ineludibles. Hoy por hoy, estas obras, como afirma Bárcena, «merecen ser leídas y valoradas por sí mismas» y no por lo que supuestamente prometen en el futuro, sino por lo que ofrecen en el presente narrativo.

Ediciones Salto de página
Ediciones Salto de página

Si bien comparten muchos de sus autores, Bajo treinta y Última temporada se diferencian principalmente en los textos que proponen; mientras la antología dirigida por Juan Gómez Bárcena ha optado por elegir los mejores fragmentos de obras ya publicadas -o a punto de publicar, como es el caso de Juan Soto Ivars-, aquella dirigida por Alberto Olmos para Lengua de Trapo ofrece relatos inéditos. No cabe duda que un relato resulta una pieza más redonda, en tanto que pieza cerrada, en comparación con un fragmento extrapolado de un texto más amplio; aún pensando que la opción de Olmos es la más adecuada, es de destacar la acertada y precisa elección de Bárcena, pues, en su mayoría, los fragmentos funcionan perfectamente como textos autónomos, especialmente si el lector desconoce la obra a la que pertenecen y, por tanto, no cae en un inevitable déjà vu.

Toda antología se ajusta a unos criterios y, por tanto, siempre pueden hallarse ausencias o presencias, más o menos gratas; las dos antologías no deben entenderse como un canon narrativo, así como tampoco deben considerarse como la presentación en sociedad de una nueva generación de narradores. Los autores antologados no conforman una generación; pueden encontrarse rasgos comunes, sobre todo en cuanto a referentes compartidos, pero las propuestas estilísticas o los juegos genéricos, así como la manera de plantear temáticas, a veces paralelas y, en ocasiones, completamente divergentes, distancian y alejan a los autores, transformando las antologías en un crisol de voces narrativas. No hay un género literario que los acomune, ni siquiera es posible clasificar cada texto dentro de un parámetro genérico, sin embargo, seguramente tampoco habría que hacerlo, pues ya nos enseñó Miguel de Cervantes que la idea de género literario puro es una falacia; las obras literarias comparten características genéricas distintas, las hacen dialogar haciendo irrelevante una inscripción clara y unívoca en una sola lógica genérica. La tradición realista y costumbrista de las letras hispánicas está presente en los relatos de Víctor Balcells Matas, Daniel Gascón, Jenn Díaz o Paula Cifuentes -es destacable la elegancia, la pulcritud y la belleza estilística de Cifuentes- a la vez que sus narrativas no están exentas de los ecos mágico-realistas, así como tampoco del imaginario, trasladado a escenarios cercanos, proveniente de la narrativa anglosajona.

Aixa de la Cruz, Aloma Rodríguez o Juan Soto Ivars reflejan como la narrativa contemporánea, lejos de inscribirse en una etiqueta generacional o en un determinado movimiento -el postmodernismo ya queda bastante lejos, por mucho que nos obstinemos en lo contrario-, se configura a través de una serie de imaginarios distintos, provenientes no solo del ámbito literario: el cine, pero más en general, la imagen constituye un elemento indispensable en la configuración narrativo-estilística de estos autores. La tradición literaria en su más amplía definición no está, sin embargo, ausente: aunque las referencias explícitas y los juegos metaliterarios, frecuentes en generaciones anteriores, han sido eliminadas de sus narrativas -una excepción digna de mención es el relato N de Roberto de Paz con un explícito homenaje a Thomas Pynchon-, el legado literario, y Guillermo Aguirre es buen ejemplo de ello, reaparece en la reelaboración temático-estilística llevada a cabo por los narradores. La Galicia de Delfines o el paisaje aragonés de Agosto, Teruel de Aloma Rodríguez se inscriben en aquellos parajes descritos por Pardo Bazán o Castelao a los escenarios no urbanos retratados cinematográficamente por Luis Buñuel o, más recientemente, por la literatura de Martínez de Pisón, a la vez que son reescritas desde una narrativa contemporánea de indudables reminiscencias estilísticas norteamericanas. Algo similar podría decirse de Aixa de la Cruz, cuyo monólogo Romperse se estructura a partir de un lenguaje extremadamente cuidado que, sin embargo, se disfraza con vestimentas desencarnadas e instantáneas. El esperpento y la caricatura aparece de la mano de unos de los relatos más irónicos -e inteligentes- aquí antologados, ¡Olé los tanques! de Juan Soto Ivars, mientras que lo fantástico o, mejor dicho, lo neo-fantástico -concepto acuñado por Alazraki para la narrativa de Borges y Cortázar– aparece a través de Matías Candeira, en Zoopatía y en la desconcertante En la antesala, así como en Cafetera de otro mundo Vanderbilt de Laura Fernández, autora que ya en La chica zombie jugaba con esta reescritura genérica, enmarcándola en un discurso plenamente actual. A destacar, sin duda, dentro de esta línea narrativa Se busca insecto palo de Miqui Otero, autor que desde su primera novela, Hilo musical, demostró la calidad de su narrativa, calidad que confirmó con La cápsula del tiempo.

Bajo treinta y Última temporada son dos antologías que, como sucede en la gran mayoría de estos casos, son desiguales; si bien hay autores más destacables que otros, podemos decir que las dos ofrecen un interesante escenario narrativo: de la misma manera que los textos aquí reunidos no deben ser exaltados acríticamente recurriendo a adjetivos como excepcionales o magistrales, tan banalmente utilizados como poco favorecedores por las expectativas que suscitan, para los autores a quienes se dirigen, toda subestimación y desinterés serán erróneos. Consideremos las propuestas editoriales de Lengua de trapo y Salto de página como una selección de textos y autores que configuran el nuevo escenario literario y no como una alternativa, una revancha o un intento de desplazamiento hacia aquellas obras y sus autores ya consolidados por la crítica. No se debería considerar la literatura como un partido entre poetas fuertes y poetas débiles, sino como un diálogo al cual se incorporan nuevos interlocutores.

No puedo terminar el artículo con una recomendación personal, de lectora apasionada y crítica aficionada: lean y sigan el recorrido narrativo de Jenn Díaz, sin duda, al menos para quien escribe, la voz más interesante de las aquí reunidas.

Anna Maria Iglesia

Anna Maria Iglesia (1986) es licenciada en filología italiana y en Teoría de la literatura

y literatura comparada; Máster en Teoría de la literatura y literatura comparada por la

UB. Es colaboradora habitaual de Panfleto Calidoscopio, ha publicado breves ensayos

en la Revista Forma de la UPF y reseñas en 452f. También ha publicado artículos en El

núvol o Barcelona Review.

2 Comentarios

  1. Creo que en «No puedo terminar el artículo CON una recomendación personal, de lectora apasionada y crítica aficionada: lean y sigan el recorrido narrativo de Jenn Díaz, sin duda, al menos para quien escribe, la voz más interesante de las aquí reunidas» quisiste escribir «SIN». Un saludo

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