Insumisión. Eduardo Moga
Vaso Roto Ediciones (Madrid, 2013)
La neurobiologÃa ha definido el cerebro como una herramienta dinámica, un órgano cuya plasticidad dota al ser humano de innumerables capacidades funcionales y adaptativas. Tras le lectura de Insumisión, el último libro de Eduardo Moga, podrÃamos definir esa plasticidad del intelecto también gracias a su contrario: los dogmatismos, sean de carácter polÃtico (como, por ejemplo, el de un expresidente del gobierno español, salvapatrias que no puede ocultar la casposidad de su monolÃtico discurso ni aun usando el mejor de los champús neoliberales, y que en el libro queda perfectamente definido: sutil como un ñu); o de carácter religioso (no hace falta recordar aquà el olor a anquilosamientos incÃvico, hipócrita y sectario, que exhalan las sacristÃas); o de carácter cultural (muy poco permanecerá tal cual lo conocemos, la mayor parte de lo que hoy consideramos actual e incuestionable en arte o literatura, será devorado por el olvido o, en el mejor de los casos, ocultado por la pátina del tiempo). Y este definir(se) en oposición a cualquier dogmatismo Eduardo Moga lo actualiza de la forma más inteligente posible: con genuino sentido del humor. Para mayor felicidad de sus lectores, elabora aquà lo que podrÃamos llamar “antibienaventuranzasâ€, donde el poeta le da la vuelta, literalmente, a las bienaventuradas evangélicas no sólo desde el punto de vista del orden de la composición literaria, sino también del sentido de las mismas, al transformarlas en enumeración de maldiciones. La primera dice:
Los incapaces de silencio: imbéciles.
Efectivamente, Eduardo Moga despliega, -más allá de la incorrección polÃtica- una mirada irónica y nada vanidosa no sólo sobre el mundo incoherente que habitamos y que ayudamos a construir –consciente o inconscientemente- entre todos, sino también sobre su persona y sobre su propia obra. Pero, no nos confundamos, el tono irónico es sólo su manera de encajar el desconcierto y la incertidumbre que le produce la realidad. En este libro inmenso se mezclan tonos y estados de ánimo, desde la ironÃa hasta el pesimismo, siempre desde la reflexión y, a veces, incluso con gran emotividad. En este sentido, me gustarÃa destacar otras dos composiciones en prosa contenidas en el libro, donde se nos dibuja a la madre y al padre del autor, y que constituyen dos momentos de un extraordinario lirismo, en los que el poeta, más que nunca, escribe desde las entrañas, compone ahondando en las heridas y extrayéndose el mayor de los dolores: el existencial, la condenación de haber nacido. Estas figuras inspiran al poeta un retrato de una gran rabia contenida, no exenta de dureza, y que podrÃamos calificar de sociológico. Y es que Eduardo Moga conjuga a la perfección pesimismo y complejidad de la naturaleza humana desde un nihilismo en positivo (cita obligada a Ciorán), un nihilismo creativo que convierte el silencio en la sensatez de una existencia inútil:
El silencio cruje
El silencio piensa
(…)
Lo que sé
lo sé en silencio.
La debilidad existencial y vital, de cuerpo fÃsico, de anhelo de ser, de materia en desmoronamiento, se transforma en perfecto andamiaje sobre el que sostener las palabras. El poeta, sabiamente, escribe desde el silencio, sabiendo que hacia el silencio, inexorablemente, se encamina todo lo materializado. He aquà el primer verso del libro, dice:
Este silencio es otra vez la palabra:
(…)
Es asÃ, las palabras se forman en el interior ruidoso, en el silencio imposible del yo. Y es que el yo es pensamiento y el pensamiento es lenguaje, por lo que el hombre es, a su vez, lenguaje (verbo) convertido en carne. Y los últimos versos dicen:
(…) mientras agonizo,
mientras escribo.
El poeta equipara la vida a la escritura, y hace del instante presente la única verdad sobre la que podemos transitar, como equilibristas, hollando el conocimiento. AsÃ, sin pudor, el hecho mismo de la escritura, -un tema recurrente en la obra de Eduardo Moga-, se cuela en su poesÃa a través de la inclusión de las circunstancias mismas que rodean el instante en que se cocina la escritura, haciéndonos partÃcipes de un momento muy Ãntimo, de un momento que los escritores viven como un placer o un dolor solitario.
Por otro lado, otra de las caracterÃsticas a destacar en Insumisión es el dominio del idioma. ParecerÃa una obviedad –como la de suponer valentÃa al soldado- decir que un poeta domina el idioma, pues dominar un idioma es amarlo con conocimiento matérico para moldearlo y crear con él, pero en los tiempos literarios que corren es algo a valorar y destacar. Además, en el caso del poeta de Barcelona, amar el idioma es amar un idioma aun mayor que el castellano o el español, es amar incluyendo toda América; asÃ, por ejemplo, encontramos un sentido homenaje al poeta peruano César Vallejo o referencias a la revolución mexicana.
Insumisión es escritura que se despliega en una infinidad de formas (desde la prosa poética hasta el haikú), con figuras retóricas perfectamente encajadas -siempre empleadas desde la originalidad, el rigor y el espÃritu crÃtico- en textos de gran densidad y hondura. Es decir, acomete con éxito la auténtica labor poética (no en vano se cita también a MarÃa Zambrano): revelarnos la estética del pensamiento gracias a la plasticidad del lenguaje.
Al fin, el silencio no es solo un alimento imprescindible para el autoconocimiento, también lo es para el conocimiento del entorno, para conseguir la atención necesaria, para saber oÃr a los demás y después escribir. La interrelación constante entre el ambiente y el yo del poeta da como resultado, en el presente libro, una obra compleja y torrencial, esencial y rebelde, en la que el propio poeta mezcla su creación, -en un gesto arriesgado, pero resuelto con gran desenvoltura-, con versos o frases de otros poetas, clásicos y actuales, donde la cita supera su relegamiento erudito u ornamental, para propiciar una auténtica sinapsis con otras voces y construir un discurso fértil: civil, moral y social, vigoroso e insumiso, inteligente.
AgustÃn Calvo Galán
http://proyectodesvelos.blogspot.com