En los sueños empiezan las responsabilidades.
Delmore Schwartz
Traducción y epÃlogo de
Albert Fuentes y Xavier Zambrano
Alpha Decay (Barcelona, 2010)
La responsabilidad empieza
en los sueños.
Delmore Schwartz
Traducción de
Miguel MartÃnez-Lage
Prólogo de Rodrigo Fresán
Bruguera (Barcelona, 2010)
Los extremos se atraen.
Esto es un topicazo.
Pero no deja de tener algo de cierto.
En tiempos de progresiva (y probablemente irremediable) desaparición del soporte fÃsico por lo que a música respecta, el pequeño ejército de los nostálgicos parece reaccionar, exigiendo materialidad, mÃstica, fetichismo: paradójicamente, el vinilo parece estar experimentando un resurgimiento más que destacable; algunos artistas están empezando a optar por volver a publicar sus nuevos lanzamientos en ese formato, incluso antes que en otros.
La virtualización también empieza a afectar al hasta ahora (pretendidamente) inexpugnable reino de lo literario. Quizá sea por eso que las editoriales tratan de concebir nuevas ideas, probar nuevos formatos a la búsqueda de un público disperso e incierto. Una de estas iniciativas es la colección Alpha Mini, de la editorial barcelonesa Alpha Decay, que ofrece “Cápsulas literarias portátiles de lectura instantáneaâ€: la versión letrada de los singles. En su breve pero ya significativa andanza Alpha Mini nos ha redescubierto clásicos (Poe, Conrad, Von Kleist), revelado nuevas –y más que prometedoras- voces de la literatura hispánica (Antonio Luque) y confirmado otras (Mercedes Cebrián).
Su nueva recuperación, En los sueños empiezan las responsabilidades, se inscribe en la primera de estas tres lÃneas. Y si hablamos de ella, más allá de la boutade, no es del todo en vano establecer paralelismos entre música y literatura. Porque todos aquellos que amamos la una, la otra y sus intersecciones llevábamos tiempo esperando el rescate de la obra de Delmore Schwartz. Schwartz es EL maestro literario reconocido de Lou Reed, de quién el exlÃder de The Velvet Underground recibió clases en la Universidad de Syracuse, con quien alternó habitualmente (rescatándolo en más de una ocasión de sus peligrosas derivas alcohólicas: cómo debÃa beber Delmore para que Reed tuviera que hacer eso, se pregunta uno) y a quien dedico sus canciones “European sonâ€, del primer disco de la Velvet –el del plátano, si- (tema prácticamente instrumental, ya que a Schwartz no le gustaban casi nunca las letras de las canciones, y especialmente osado) y “My houseâ€, en The blue mask, uno de sus mejores discos de madurez.
Reed siempre ha señalado En los sueños empiezan las responsabilidades como el mejor cuento que ha leÃdo jamás. Ahora tenemos la oportunidad de comprobarlo, y por duplicado: para los lectores más interesados, Bruguera publica también la primera antologÃa de cuentos de Schwartz, bajo el tÃtulo de La responsabilidad empieza en los sueños. ¿Qué nos ofrece, 73 años más tarde, ese texto? En los sueños es un relato de un realismo minimalista onÃrico y lÃrico (aspecto, este último, que la traducción de Alpha Decay, a cargo de Albert Fuentes y Xavier Zambrano, logra replicar mejor que la del premiado Miguel MartÃnez- Lage) brillante y de clara inspiración freudiana. La influencia del cine como materia primordial de la cultura americana, de su cosmovisión; como fuerza primaria en la configuración del imaginario; su papel como plataforma para la fantasÃa, la fabulación, la identificación empática, la proyección de las propias preocupaciones y frustraciones; incluso su potencial como elemento difuminador de las fronteras entre fantasÃa y realidad anticipan el posmodernismo de obras como Sesión de cine de Robert Coover o la autoreflexiva La rosa púrpura del Cairo de Woody Allen. Las escenas de cortejo, de las promesas de futuro y de las siniestras amenazas que sobre ellas se ciernen en el melancólico espacio del paseo marÃtimo y sus desangeladas casetas de feria parecen remitir a la iconografÃa de una canción de Springsteen, quizá Brilliant disguise o cualquier otra del disco Tunnel of love (sé que los guardianes del buen gusto me van a odiar por esto). El final empleado es quizá uno de los más socorridos posibles: no obstante, la brusquedad de ese despertar, que deja al protagonista abocado a la inevitable existencia, saliendo de una pesadilla sólo para desembocar en otra análoga y de tristes perspectivas, se contiene en la bellÃsima frase “En el alféizar de la ventana resplandecÃa un dedo de nieve, y la mañana ya corrÃaâ€, una acertada coda al texto. La sensación final que En los sueños desprende es de melancolÃa, de inevitable futilidad, de tristeza ante nuestro conformismo pequeñoburgués, ante lo poco con que nos conformamos, ante nuestras miserables aspiraciones. De dolor ante la inescapable mediocridad de un futuro del que, incluso conociéndolo (inalcanzable aspiración de todos los personajes, des del espectador protagónico hasta sus padres, en la escena de la adivina), no podremos huir, y cuya amenaza pesa sobre las nuevas generaciones prometiendo los estragos de una enfermedad congénita.
El interesante epÃlogo de esta edición, a cargo de los propios traductores, analiza el cuento con profundidad y desde la perspectiva freudiana (una de las influencias más destacables del autor, como ya señalamos anteriormente), suponiendo una aproximación inusual al relato y al registro habitual de los paratextos, que demuestra que puede haber vida en ellos más allá de…
Rodrigo Fresán. La edición de Bruguera viene precedida de un prólogo, como no, de Rodrigo Fresán. Bromas aparte: me gusta Fresán. Me gustan sus libros, y también sus prólogos. Es apasionado, exhaustivo y su referencialidad constante permite descubrimientos y abre puertas interesantes. Eso no es óbice para decir que su ubicuidad y su estilo “groupie†acaban resultándome levemente empalagosos. Pero, en fin, no es esto lo importante. Lo importante es determinar qué aporta a nuestra visión de Schwartz la mayor perspectiva de su obra que nos proporciona Bruguera. Y la respuesta es: poco. De interés, como mÃnimo. En los sueños ha pasado a la historia como su cuento más destacable: no es sin motivo. El diagnóstico de Robert Leiter (“por el resto de su breve vida… Schwartz no hizo otra cosa que producir variaciones sobre esta única historia cada vez con menor destreza técnicaâ€), si bien, como dice Fresán, es algo drástico, se acerca –como también él mismo admite – a la realidad. Schwartz tiene textos interesantes; algunos de ellos, incluso, de cierto nivel, como Discurso de graduación –interesante la aceleración poética de su prosa y la contundencia de su discurso; no tanto el recurso, tan efectivo como un poco tópico, de subrayar la escalada de tensión narrativa con paralelismos climatológicos -, La prueba de atletismo –una reescritura de En los sueños servida en una prosa fluida, inquietante, casi cinematográfica y de acertadas derivas cómico/kafkianas- o Screeno. No obstante, el panorama es muy similar: el cine como elemento definidor de la cultura moderna y espacio de la catarsis; los sueños como lugar de la proyección de los conflictos familiares… todo ello pasado por el filtro del psicoanálisis y de un simbolismo algo obvio, de un didactismo demasiado claro, de unas conclusiones explÃcitas y evidentes en exceso. En el resto de textos, y pese a la fama de maldito de Schwartz, la que prevalece es otra de sus caras: la del intelectual académico, la del profesor de facultad, el editor de The Partisan Review y The New Republic, miembro esencial de los “New York Intellectualsâ€, “el mejor conversador de Greenwich†Muchos de esos relatos se centran en pequeños grupos de diletantes intelectuales, en sus conversaciones, en sus complejas relaciones personales; lo hacen con una prosa algo rÃgida (no sé si atribuirlo a la traducción; lo cierto es que noto eso al compararla con la versión de Alpha, pero desconozco el texto original), con poca potencia narrativa, con preeminencia del discurso –no demasiado elevado, por otra parte- sobre el contenido o la forma, con cierta sensación de naftalina sobre las páginas, de epigonalidad de los textos, muy ligado a un tiempo y un lugar concretos. Los personajes de Schwartz no tienen vida ni entidad (demasiado retórico, demasiado inefable e inasible esto, lo sé): parecen modernos exemplum destinados a ilustrar tipologÃas concretas.
Pese a eso, permanece En los sueños. Permanecen los sueños. Aunque se truequen en vÃvidas pesadillas. Sólo por eso ya merecerÃa la pena haber rescatado a Delmore Schwartz del olvido para los lectores españoles. Aunque sólo fuera por eso.
Marc GarcÃa GarcÃa
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