Cantan Adviertan los que de Dios
juzgan los castigos grandes
que no hay plazo que no llegue,
ni deuda que no se pague.
Catalinón ¡Malo es esto, vive Cristo!,
que he entendido este romance,
y que con nosotros habla.
Don Juan Un yelo el pecho me abras[e].
Cantan Mientras en el mundo viva,
no es justo que diga nadie,
¡qué largo me lo fiáis!,
siendo tan breve el cobrarse.
Tirso de Molina, El burlador de Sevilla
Si hay un personaje literario de origen español que ha tenido repercusión internacional, ese es, sin duda alguna, don Juan. Las versiones del mito son innumerables y, además de las que se comentan en este artÃculo, podrÃan citarse las obras de Lord Byron, Pushkin, Dumas, Rostand o Unamuno, por mencionar tan solo unos cuantos ejemplos.
La figura de don Juan tomó forma literaria por primera vez con la obra de teatro de Tirso de Molina titulada El burlador de Sevilla y convidado de piedra, que apareció publicada en 1630, aunque pudo haber sido representada ya en 1613. El origen de la leyenda es incierto, si bien hay distintas teorÃas: la que defiende que la obra está basada en un acontecimiento histórico descrito en las crónicas de Sevilla, la que afirma que los aspectos de El burlador estaban ya presentes en el auto sacramental Ateista fulminato, y la más aceptada, que apuesta por que su origen fuera una mezcla de elementos del folklore y la literatura española. El tema de un joven tarambana que, desafiante, invita a cenar a un muerto o a una calavera y acaba recibiendo una severa advertencia o pagando con su vida es recurrente en el folklore y en algunos romances españoles.
En cualquier caso, lo importante es que Tirso reunió los diferentes elementos anteriores a él creando a un personaje que se revelarÃa enormemente fructÃfero en toda la literatura europea.
Don Juan apenas puede ser caracterizado en esta obra como un seductor o un conquistador. Como el tÃtulo indica, es un “burladorâ€: “Sevilla a voces me llama/ el Burlador, y el mayor/ gusto que en mà puede haber/ es burlar una mujer/ y dejalla sin honorâ€. Sus métodos son bastante poco sofisticados en realidad, y se basan en el engaño. Hacerse pasar por el amante de la mujer para poseerla no parece que requiera muchas dotes de seducción.
Pero no es este el único tema de esta pieza, que es, no lo olvidemos, un drama religioso. Una y otra vez, don Juan recibe admoniciones para arrepentirse y avisos sobre el castigo en el más allá, a lo que él siempre contesta: “¡Largo me lo fiáis!â€. El héroe espera hasta el último momento para pedir por fin confesión  y entonces ya es demasiado tarde. Su suerte está echada.
Detrás de este tema se encuentra el problema de la salvación humana, el libre albedrÃo, la gracia y la predestinación que tanta discusión habÃa creado entre los teólogos. Unos defendÃan que el destino del hombre está predeterminado y es dependiente de la gracia divina, limitando asà nuestra libertad. Otros le daban mayor importancia a las buenas obras y, por tanto, a la libertad humana, lo que podrÃa llegar a interpretarse, sin embargo, como una negación de la omnipotencia de Dios. Tirso parece advertir sobre los excesos de ambas posiciones a través de dos obras que tocan el asunto: El burlador de Sevilla y El condenado por desconfiado.
La historia de nuestro personaje tuvo su continuación en Italia y de allà se trasladó a Francia, donde Molière representó su Dom Juan ou le Festin de Pierre en 1665. Este don Juan ha perdido en pasión y ha ganado en intelecto. Reflexiona sobre sà mismo y comenta sus propias acciones. Lo que más le interesa no es la caÃda de las mujeres, sino el juego que supone llevarlas hasta la conquista final. Es un libertino que niega la moral y un escéptico desde el punto de vista religioso. Está, por tanto, bastante alejado del protagonista de Tirso.
En 1787 llega la siguiente obra importante en la trayectoria del seductor de la mano de Da Ponte y Mozart: la ópera titulada Il dissoluto punito ossia il Don Giovanni. Este don Juan posee el valor, la vitalidad y la pasión del caballero de Tirso, la ironÃa y el ingenio del de Molière y la delicadeza del “galantuomo†italiano. No es un héroe romántico, sino un cÃnico realista que no busca otro ideal que su placer.
Pero será E.T.A. Hoffman con su relato “Don Juan†quien comience una nueva fase en la evolución de la leyenda. En realidad, el cuento en sà no tiene nada de revolucionario, pero contiene una interpretación de la ópera de Mozart que abrirá una nueva lÃnea en el desarrollo del personaje.
Antes de Hoffmann, se asumÃa que don Juan perseguÃa a las mujeres para colmar sus deseos fÃsicos, su vanidad, o por el placer del juego. El autor alemán, sin embargo, propone un motivo distinto para explicar su comportamiento: don Juan busca la mujer ideal que le proporcione el paraÃso en la tierra. Como consecuencia de la frustración que le produce la imposibilidad de satisfacer su búsqueda, se convierte en un rebelde que se vuelve contra Dios y contra la sociedad. Hoffmann describe, además, al héroe de Mozart como un amante irresistible que ha dejado una huella indeleble en Donna Anna, hecho que explicarÃa la ira con que esta persigue al asesino de su padre.
Las interpretaciones de Hoffmann recibieron muchas crÃticas, pero lo verdaderamente importante es que su forma de ver a este personaje abrió un nuevo camino que otros autores seguirÃan después. Don Juan continuará yendo de una mujer a otra y matando al comendador, pero, si aceptamos que a ello le impulsa un ideal, será más difÃcil condenar sus acciones, por lo que veremos su castigo con pesar o intentaremos salvarlo.
El Don Juan Tenorio de Zorrilla
Sin duda, la obra más conocida sobre don Juan, la primera que nos viene a la mente cuando pensamos en este personaje es la que escribió José Zorrilla en 1844. Las numerosas conquistas del héroe están motivadas en este texto por una apuesta que ha hecho con un amigo, quien le señala que aún le queda seducir a una monja. Don Juan consigue enamorar a doña Inés, que vive como novicia en un convento, pero, al mismo tiempo, él queda prendado de su inocencia. Don Gonzalo, su padre, se niega a entregársela en matrimonio y don Juan lo mata.
En la segunda parte de la obra, el protagonista vuelve a Sevilla tras una ausencia de cinco años, y va a visitar la tumba de Inés, que se le aparece con la esperanza de que se arrepienta, diciéndole que Dios ha ordenado que ella le espere y se salve o se condene con él.  Al principio, don Juan no cree en la realidad de su aparición ni en la del comendador, pero, finalmente, declara su fe en Dios y con la ayuda de Inés se salva:
Doña Inés Yo mi alma he dado por ti,
y Dios te otorga por mÃ
tu dudosa salvación.
Misterio es que en comprensión
no cabe de criatura
y sólo en vida más pura
los justos comprenderán
que el amor salvó a don Juan
al pie de la sepultura.
Zorrilla moderniza al héroe y la acción, sintetizando, además, las interpretaciones y modas que se habÃan desarrollado durante los años precedentes del siglo XIX: un amante irresistible, una mujer ideal, una atmósfera religiosa y mÃstica y, finalmente la culminación lógica de la rehabilitación de don Juan, a saber, su salvación a través de la intercesión de una mujer pura.
El autor concibió una obra profundamente cristiana. Inés es la esencia del amor cristiano, generosa y sacrificada, redentora del pecador. El Tenorio es romántico en su sufrimiento trágico, en la rebeldÃa que muestra en la primera parte, pero no es el mensajero de una furia revolucionaria pesimista. Tal como afirma Diego MarÃn “su mensaje religioso, apropiado a una época más incrédula que la de Tirso, no es tanto la inexorabilidad de la justicia divina como la existencia misma del más allá y por tanto de Dios, cuya afirmación parecÃa necesaria ante el debilitamiento de la feâ€.
Natalia González de la Llana Fernández
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