La historia llegó a ser publicada en una pequeña sección de noticias insólitas e hizo reÃr a miles de moscovitas. Pero con el tiempo se descubrió que el cuento de los pobres náufragos japoneses era real.
Tras el impacto, que por otro lado no logra arrancar la carcajada por el trasfondo trágico que encierra, y sin tiempo para reaccionar, el espectador asiste desconcertado a un radical cambio de ambiente en tanto que se le sitúa en una rancia y triste ferreterÃa de la ciudad de Buenos Aires donde trabaja Roberto, el segundo protagonista, y en cuya trastienda habita.
El periodo de convivencia de Yun y Roberto, junto al contrapunto optimista y vital de Mari, conforman una historia que bajo la aparente sencillez esconde una enorme complejidad en lo que respecta a lo que pretende trasmitir y que va más allá del manido humor que propicia el enfrentar a dos personajes de todo punto opuestos que no se entienden pero están condenados a hacerlo; el patente choque de culturas es, en fin, sólo una frase pues los protagonistas tienen mucho más en común de lo que en un principio pudiera parecer –soledad, aislamiento, incomunicación- y el temperamento oriental caracterizado por la interiorización de sentimientos es similar a la actitud del protagonista que, por circunstancias diferentes,  mantiene su mundo interior a salvo de miradas indiscretas-. Para ambos, por caprichos del destino, la vida dará un giro radical tras el incidente de la vaca.
Borensztein utiliza con maestrÃa el contraste para decir lo que quiere, sin estridencias y sin buscar la risa fácil, presentando una historia en la que se suceden situaciones complicadas en clave de humor pero en las que el espectador no deja de percibir un tono, en el fondo, trágico.
Una historia preciosa, conmovedora, sencilla y compleja al mismo tiempo, entrañable y humana, de sentimientos nobles y sabor agridulce, pero con final feliz; más importante por lo que insinúa que por lo que presenta, esconde alusiones a situaciones y conflictos de la vida y la sociedad actual.
Un cuento chino es, en fin, una fábula magnÃficamente escrita sobre la soledad, la incomunicación y el desamparo que se materializa en una cinta impecable llevada a la pantalla de forma magistral por unos actores –Ricardo DarÃn, Ignacio Huang y Muriel Santa Ana- que saben trasmitir con gestos exactos toda la profundidad, complejidad y contradicciones del alma humana.