«60 Fanáticos», una instalación de Enrique Marty

Si echamos un vistazo a las manifestaciones artísticas de los últimos años, seguimos pensando que el nivel conceptual alcanzado por Enrique Marty, aún está sin ser superado. Sus 60 Fanáticos eran un imponente alegato visual contra el fanatismo.

Detalle de la instalación "60 Fanáticos" (foto: deweergallery.com)

Enrique Marty (Salamanca, 1969), artista con una importante proyección en el panorama internacional, ha paseado sus obras por medio mundo con una fuerte repercusión,  ya sea por lo controvertido de su trabajo o por la frescura artística de su expresión. Su compleja y original obra mezcla escultura, vídeos con óleo, fotografía y escenografías. Juega con todas las posibilidades de hacer arte y no excluye ninguna, como el artista admite, “el soporte es un elemento más del que uno se sirve para hacer arte, para crear, pero no es el arte en sí mismo”, y el resultado es este hibridismo posmoderno.

En la instalación 60 Fanáticos, que forma parte de la exposición “Premiere” presentada en la Kunsthalle de Mannheim,  Enrique Marty  ofrece un alegato contra el fanatismo. Son ochenta esculturas de 90 centímetros que representan a un ejército de hombres que al caminar, siguiendo la misma dirección todos ellos,  acaban formando parte de una espiral infinita. Son símbolo de un destino desconocido. Cada hombre tiene una expresión distinta, de confusión, terror, dolor, éxtasis o sufrimiento, pero todos ellos tienen la misma cara, la del propio artista. No se trata de un fanatismo concreto, si no que conceptualiza una generalidad: cualquiera puede ser el seguidor, puede ser el ejército o el peregrino de alguien, que es igual que ellos, pero que se apropia de un poder mayor. De acuerdo con esto, y según las propias palabras del autor, “la instalación critica el camino elegido por aquellas personas guiadas por la locura y el infinito”.

Enrique Marty juega continuamente con el espectador, a quien trata de sacar de sus casillas, de sorprenderle, de crearle incomodidad y darle una bofetada para que despierte. La experiencia que este espectador vive es indispensable para el autor. De hecho, es el autor el que desaparece a cambio de potenciar la presencia del espectador. Todo está sujeto a su visión subjetiva. Ha nacido el espectador como fundamento principal de la obra de arte. Bienvenidos a la Posmodernidad.

Siguiendo esta línea, e insistiendo en el concepto posmoderno de  “muerte del autor”,  Marty pone su cara a cada una de las esculturas que realiza. No se trata de la firma de un excéntrico, sino de una manera de compartir con su obra, el cuerpo y la mente. El autor se convierte en sujeto de su obra. Un personaje más, en este caso todos los personajes, y así iguala a los sujetos. Roland Barthes, ya se refería a la muerte del autor y planteaba la cuestión afirmando: “Es el lenguaje, y no el autor, el que habla en un texto”.  Extrapolando esta idea al arte, ¿qué pasa, si es la obra la que habla, y lleva la cara del autor, impuesta en la misma? Pues que el resultado es la obra de Marty, 60 Fanáticos,  con la cara del artista repetida hasta la saciedad. Si no hay autor, el artista puede convertirse en personaje.

La política y el arte han ido de la mano durante toda la posmodernidad, el arte ha sido un arma de lucha y lo seguirá siendo. Esta obra concretamente, ofrece un compromiso político, es lo que denominaba Rancière  “el arte crítico”. Es una mirada a la convulsa sociedad en la estamos obligados a aceptar las cosas como vienen, una sociedad en la que el poder está en manos de unos pocos y aunque sean nuestras caras las que utilizan, para hacer leyes, seguir partidos y apoyar guerras, sólo unas pocas bocas opinan. En este camino, 60 Fanáticos es un alegato político que  muestra una sola cara en silencio pero con miles de expresiones, que no son suficientes porque no tienen voz. Y alienados caminan, sin rumbo pero en manada, guiados por una espiral con voz, voto y poder de atracción. Caras monstruosas que podemos relacionar con el tema de “Los “otros” en nosotros”, del libro de Yayo Aznar Almazán y Joaquín Martínez Pino, Últimas tendencias del arte.

Detalle de la instalación "60 Fanáticos" (foto © Enrique Marty)

¿Dónde surge el horror, lo monstruoso en esta instalación? En las caras. Lo que debería ser bueno, se convierte en terrible. Un cuerpo vestido de camuflaje y con la connotación militar obvia, no muestra a un cuerpo de infantería ayudando a la reconstrucción de un país tras una guerra, son las caras monstruosas las que hablan de una cara B. El camino no elegido, el impuesto porque sí, sin razón. El horror de la guerra, de los fanatismos, de las dictaduras, de la “no” ley y la “no” justicia. El arte habla, y esta instalación grita. Caras deformadas que nos recuerdan a El grito de Munch o a la inmensidad de la conformidad por unas palabras bien dichas o por una oratoria sublime. El regreso de ideologías y espiritualidades totalitarias que dan miedo y sin embargo se siguen y sólo unos pocos persiguen.

¿Por qué se convierten en monstruosas esas caras? ¿Por qué, si entran dentro de la normalidad: hombres blancos, heterosexuales (seguramente), occidentales y de clase media? Esto era lo que siempre se ha calificado como “normal”, sin embargo cuando te encuentras dentro de la instalación, un escalofrío de anormalidad y dolor recorre la espalda del espectador. Tal vez sea porque esas caras cuentan historias terribles, sucesos que no suelen estar presentes en las vidas de hombres “normales”. Vidas escandalosas y hechos de los que nos avergonzaríamos.  Ese es el poder connotativo de esta obra. Dejar ver al espectador todo lo que hay detrás, dejarle que imagine, que participe, que sienta lo que cree que los personajes sienten, en resumen, dejarle libertad para interpretar.

En conclusión, 60 Fanáticos nos da pie como espectadores para llegar a nuestras propias conclusiones, desde la libertad absoluta que propone el arte posmoderno. A partir de la crítica a los fanatismos demoledores, que nos asolan desde que existe el ser humano, Enrique Marty permite acercarnos a su obra desde dentro. Podemos mirarla “cara a cara” y valorarla desde una cercanía insólita en el arte previo a 1968.

El mensaje político y reivindicativo de la obra nos recuerda que, como miembros de una estructurada sociedad, no podemos cerrar los ojos ante lo que ocurre. Las manos de Marty zarandean la conciencia del espectador, las manos de Marty crean y despiertan.

Ángela Trigueros García

Ángela Trigueros García

Ángela Trigueros García es licenciada en Comunicación Audiovisual y especializada en Guión Cinematográfico por la ECAM de Madrid. Premiada por cortometrajes como “Sin palabras”, “Con un par de tacones” y relatos como “La temperatura del cuerpo” (en la Caja de Tusmann).

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