Hoy se cumple un siglo de uno de los escándalos que en los últimos tiempos ciertas plumas han aprovechado para sacudir la imaginación del pueblo barcelonés.  Supongo que sigue siendo extraño para la gran mayorÃa pensar en unos agentes de policÃa que entran en un domicilio particular con la supuesta intención de saber si su propietaria albergaba gallinas, algo prohibido en 1912. Esa fue la treta que pescó a Enriqueta MartÃ, la mal llamada Vampira del Raval, personaje del que preparo un ensayo que entierre toda la pésima literatura, alguna de ella premiada como muestra de la escasa importancia que damos al rigor histórico, que ha generado a lo largo del último decenio.
Si opté por preparar un texto más o menos cientÃfico sobre el tema es, entre otras cosas, porque yo mismo erré el tiro en mis apreciaciones pasadas. Eso y la necesidad de reivindicar una Historia de la cultura popular que se olvide del bulo y vaya al grano de la verdad sin temor, como si asà formuláramos una apuesta a lo Courbet y su Entierro de Ornans, lienzo enorme que enterraba el proverbio que reservaba gran envergadura sólo a motivos históricos y mitológicos. Cuando paseo por la actual calle JoaquÃn Costa y observo la ventana de la desdichada me emociono porque toda investigación implica cierto vÃnculo sentimental, pero también lo hago por el reto que me he planteado, poco usual en Barcelona, tan dada a conformarse con lo que le dictan y creerse la reina de lo cool, factor que ahonda en su prostitución barata de contenido y continente.
Por desgracia aún no sé en que instante terminaré mi investigación. Muchos son los personajes implicados en la trama, fascinantes, novelescos y hasta repugnantes. Tenemos adivinos, vegetarianos con aspiraciones pictóricas, familias con ansias de protagonismo, periodistas amantes de la crónica banal para vender periódicos, tergiversaciones de dos más dos son cuatro y una mujer desequilibrada que muy probablemente nunca asesinó a nadie por mucho que los voceros de turno le concedan la macabra corona del crimen múltiple.
En mi último show de LoopoesÃa, inevitable enlazar proyectos, dedico una parte del poemario, de próxima aparición, y la performance a ajustar cuentas con su figura. Los versos, inéditos hasta la fecha, relacionan el clamor de otrora, el impacto del suceso, con el crimen de Gádor de 1910, origen real de la leyenda del hombre del saco y su parafernalia de tuétanos, tuberculosis y temor al secuestro de infantes.
«Amigo, en Gádor, AlmerÃa, la superstición
dio con un niño para aliviar a un tuberculoso, iba el chiquillo
por el campo cuando un saco veló su vista, introduciéndole
en una nauseabunda pocilga comandada por zarrapastrosos
nigromantes, le horadaron el sobaco, infame fuente linfática
regeneradora, el tÃsico consumió la esencia y rogó cataplasmas
de tuétano, macabro postre taumatúrgico, baldÃo tentempié
ibérico amalgamado por aciagas tradiciones de adoración al bulo
en una Babilonia que a falta de destripadores autóctonos adoptó
la estela andaluza aliñándola en Poniente 29 con rasgos femeninos,
Enriqueta Martà era una huérfana endogámica en el pozo de su útero
cancerÃgeno, formaba parte de la desequilibrada mayorÃa limosnera,
pero pactó con infecundo desasosiego proxenetismo adolescente
y raptos virginales para paliar vientres planos y la desdicha indigente
ungida de calamidad conyugal, caninas singladuras y tiros
por la culata en febrero de 1912, San Vicente, Teresita Guitart,
una vecina y el desmadre del marujeo de quienes
heredaron hemerotecas y las lincharon por pereza de estudio,
no se investiga leyendo pesquisas iniciales y transcribiéndolas
Como verdades de tomo y lomo, el Liceo era polÃglota, la Rambla
arterÃa desclasada y la choza de los horrores con pócimas, ungüentos,
opulentos lupanares y cámara de torturas, un deslavazado y cochambroso
tugurio anegado de lustrosas direcciones, timbres de clemencia, cuatro duros
y concejalÃas que usufructuaron a granel la bancarrota del pordiosero harapo
envolviendo tráficos prostibularios y explotaciones laborales hasta que la noticia
fue un titán atlántico y un iceberg en el telón de la Belle Époque, soterrada
en su soberbia con agallas y coletazos arrojando al vampÃrico mono de feria
         en una fosa común de la montaña pelada…».
La versión canónica de los sucesos relacionados con Enriqueta Martà es una sarta de mentiras como la copa de un pino. Hay libros que dan más en el clavo, pero lo que conoce la mayorÃa es pura bazofia de morbo y sensacionalismo, como si el pasado también sirviera para elaborar un Sálvame cualquiera. Entre otras falacias he comprobado cómo la mayorÃa de “investigadores†se han limitado a hojear las páginas de ese 28 de febrero en que todo saltó a la luz, páginas que hablaban de infanticidios, prostitución de menores, extrañas listas con peces gordos implicados y muchos crÃmenes atroces que en realidad, una vez la investigación avanzó hasta clarificar el panorama, nunca acaecieron.
Enriqueta Martà nunca fue al Liceo de noche a conversar con la burguesÃa catalana. Iba a una institución llamada Liceo Poliglota, sita en la Rambla de Catalunya, para recoger ropa y comida. AsÃ, mito ya divulgado en esas primeras semanas de pánico gratuito, la leyenda empieza a caer, y continúa su deriva cuando rebusco en un diario llamado La Correspondencia de España y compruebo que una entrevista era un sueño del redactor para divertir a los lectores con la historia que traÃa de cabeza a toda España. El problema nace si el documento se usa como si fuera una información fidedigna. Es vergonzoso que justo cuando la decadencia de la prensa es más notoria sigan usándose tretas que tratan al público de retrasado mental profundo. Y es una lástima, pues ahora Internet goza de notorios archivos que recopilan publicaciones de antaño, con lo que comprobar la mentira fue muy sencillo, bufar i fer ampolles. Ese 27 de marzo Enriqueta no habló con ningún chupatintas, y las pocas charlas que concedió fueron colectivas y poco útiles para recabar información
Siguiendo con el tema sorprende que siga vendiéndose tan preciada figura como epÃtome del mal en la Ciudad Condal. Enriqueta no era muy normal que digamos, eso nadie lo pone en tela de juicio. Engañó a su cuñada en un parto diciéndole que la niña que esperaba habÃa muerto, y por si esto fuera poco también ayudó a registrar la defunción de un sobrino para que no hiciera la mili. Además tenÃa cierta querencia a frecuentar traperos y otras malas compañÃas, pero ni quitaba el tuétano a los niños ni montaba burdeles de gran lujo. La policÃa de la época tuvo que lidiar con unos incipientes medios de comunicación que se morÃan por tener una exclusiva, que en el tema que nos concierne se centraba en el hallazgo de huesos humanos en los domicilios de la vampira, término que no aparece en ningún artÃculo de los consultados, siendo pura invención contemporánea para adornar la cuestión hasta los topes.
Nuestra protagonista tuvo una vida de perros que incrementó con su conducta. Se casó con un pintor chiflado que comÃa alpiste, intentó prostituir a una chica en la calle Tallers y por lo visto tenÃa una fuerte frustración por no poder ser madre. El personaje se las trae y merece ser objeto de estudio, aunque quizá deberÃamos ser algo más serios, consultar las fuentes como Dios manda y dejarnos de pamplinas. ¿Necesita Barcelona un Jack el destripador de la terra? No, y además resulta que en nuestra urbe no se estila para nada lo de asesinar en serie. Disfrutemos de nuestras carencias y seamos más precisos con la Historia popular, urna que con su pequeñez completa un puzle por el que circulamos con demasiado desconocimiento.
Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com