Jóvenes estrellas en la Galaxia España

Son jóvenes e intentan hacerse un hueco en el mundo de la cultura de este país. Escriben, pintan, actúan, componen, tocan. Tienen talento y mucha gente se da cuenta de ello, pero han de subir una cuesta que está más empinada que nunca porque les ha tocado la crisis y nadie, o casi nadie, arriesga. Han nacido en la democracia y se criaron en el neoliberalismo, son hijos del sistema de bienestar.

Guillermo Aguirre

Y son muchos. Jóvenes como Leopoldo Mateos, cantante y compositor de Nudozurdo, con tres álbumes y un E.P. alabados por la crítica; la jovencísima escritora Aixa de la Cruz, con dos brillantes novelas a sus espaldas; el pintor e ilustrador Cristóbal Fortúnez, última revolución en Internet con su blog Fauna Mongola; David Nieto, miembro del grupo madrileño Edredón, que con su disco de debut supusieron toda un revelación; Guillermo Aguirre, ganador del concurso Lengua de Trapo con su novela Electrónica para Clara; el poeta Sergio Fanjul, cuyo poemario Otros demonios le hizo merecedor del premio Asturias Joven de Poesía; o el músico Ricardo Nistal, cantante y compositor del ya reconocido grupo Nistal.

Hay muchos más. Son jóvenes promesas, en algunos casos ya realidades; son parte del futuro del arte español, pero pocas veces se atreven ya a soñar con llegar a vivir de su creación, de lo que saben y quieren hacer, y sobreviven con otros oficios que casi nunca tienen que ver con su talento. Son la generación de la Gran Crisis, que no sólo es económica.

David Nieto

No es fácil hacer un perfil de esta que muchos llaman generación afortunada pero que está claro que no lo es tanto, por más que sus mayores les hayan repetido cien veces aquello de “de qué os quejáis vosotros, que lo tenéis todo” y “tú no sabes lo que es pasar hambre”, aún así, vamos a intentarlo.

Lo primero que sorprende al hablar con ellos es su pragmatismo. No estamos ante una generación de soñadores, como las anteriores (o como las generaciones anteriores dicen ahora que fueron). Casi todos han pasado por trabajos horribles, como el escritor Guillermo Aguirre en su curro de repartidor de propaganda: “Iba disfrazado de sol gigante con boca y sonrisa, y repetía: ‘Viajes Ultramar express, general Concha 16’. Los niños metían la mano por la boca del sol gigante y me tocaban (literalmente) los huevos”.

Sergio Fanjul

El poeta Sergio Fanjul hizo, dice, de “predicador callejero de la ONG Greenpeace ”; el músico David Nieto asegura que su peor trabajo fue de comercial para una empresa de energía; iba llamando de puerta en puerta, algo que le hizo “realmente desgraciado”. Leopoldo Mateos corta por lo sano y sentencia que “todos los mierdacurros son iguales, sólo se diferencian en si hay mierdacompañeros o el ambiente es agradable”.

Pero lo cierto es que, exceptuando a Aixa de la Cruz, que es estudiante, y al propio Leopoldo Mateos, que es el único de todos que ha logrado, tras años de lucha, dedicarse exclusivamente a la música, en general están contentos con sus actuales trabajos. Saben lo que son: trabajos de subsistencia a los que ninguno les piden mucho, tal vez un poco de flexibilidad: “Puedo trabajar en lo que sea, pero que no choque con mi música. Lo que pido es que, si tengo un concierto, no deba preocuparme porque curro”, dice Ricardo Nistal. Guillermo Aguirre le pide a su trabajo de subsistencia que le deje “tiempo para escribir” y que le dé “para comer tres días a la semana fuera de casa, con su whisky, su café y su charla prolongada”. El pintor y blogger Cristóbal Fortúnez se conforma con “cuatro horas libres de estrés al día y que no me hagan trabajar los sábados”.

De grandes a pequeñas estrellas.

Desde hace ya casi una década se viene repitiendo que “en el futuro, sobre todo gracias a Internet y la accesibilidad del arte, no habrá unas pocas grandes estrellas, como hasta ahora, sino miles de estrellas pequeñas”. Esa frase, la dijera quien la dijera, era profética. Ese futuro ya está aquí, es ahora. Pero el problema es que los que tienen que pagar para que esas estrellas sigan brillando, los que hacen negocio con el arte, cada vez pagan menos y más a regañadientes: han descubierto que siempre habrá otro pequeño artista dispuesto a ser pequeña estrella, aunque sea fugaz.

Aixa de la Cruz

Es lo que dice Aixa de la Cruz: “Pase que las editoriales paguen poco por el texto, pero es que la promoción es pesadillesca y gratuita”. Eso en literatura. En música, donde no puede decirse que la crisis sea algo nuevo que nadie se esperaba ni había visto antes, hay muchos más gastos fijos y eso lo pone todo aún peor, como lamenta Ricardo Nistal: “Hay menos gente que antes dedicada a asumir riesgos. En mis anteriores discos un sello discográfico pagó el estudio de grabación. Ahora tienes que presentarte con el master en la mano, ya pagado de tu bolsillo, para sentarte a hablar”.

Leopoldo Mateos

Nadie discute que Internet ha facilitado y abaratado tremendamente la promoción de nuevos talentos, pero también ha vuelto mucho más fácil que, en muchos casos, quienes tienen que rascarse los bolsillos no lo hagan, porque los candidatos abundan. Y tampoco ningún artista protesta: saben que son muchos los que esperan su oportunidad (y que están dispuestos a lo que haga falta, incluso a perder todos sus derechos, con tal de una palmada en la espalda o cierta fama efímera en Internet) y, además, empiezan a hacerse a la idea de que seguramente no llegarán nunca a vivir de lo que hacen. Lo de “yo sé que soy muy bueno en esto y no pararé hasta triunfar” es algo que la crisis, la sobreabundancia de competencia y la medianía general han convertido en una frase casi ridícula. La mayoría tiene esperanzas, como Sergio Fanjul, de “hacer algún dinerito” cuando tenga un libro nuevo o gane algún premio, claro, y comprarse “mucha cerveza y muebles bonitos”. David Nieto sí se atreve a pedir más: se conformaría “con poder malvivir de la música” algún día, y Ricardo Nistal aspira a “un sobresueldo de vez en cuando” porque considera que, para él, “lo esencial es seguir sacando discos, tocar y hacer canciones que gusten a la gente” y a él. Sigue sin ser mucho.

Cristóbal Fortúnez

Una galaxia muy lejana.

Pero, además, la situación empeora si el rincón del espacio en que giran estas pequeñas estrellas es la galaxia España, “este país fratricida, cainita y envidioso” en el que “sólo se aprecia lo de fuera”, en el que “nadie es profeta en su tierra y para que te valoren en casa tienes que venir con honores extranjeros”, en palabras (aunque ya lo decía Unamuno) de Sergio Fanjul. Aquí, aparte de la crisis, sucede que el mercado es terriblemente pequeño y está muy cerrado. Es verdad que “el interés por el arte no decrece”, pero, con la crisis, “dentro de la lista de prioridades de la gente el arte pasa automáticamente a un lugar por detrás de cosas mucho más importantes, como un nuevo iPhone o un televisor HD de 32 pulgadas”, como dice Cristóbal Fortúnez con humor bastante negro.

Éste es un país en el que los artistas tienen que dar gracias porque se les haya concedido el privilegio de existir: “Siempre hay gente dispuesta a decirte cosas como: ‘no sé de qué te quejas, te han hecho el favor de publicarte”, como cuenta Aixa de la Cruz. Y las subvenciones, que pagamos entre todos, sirven “en muchos casos, para deshacerse de un dinero que no se sabe cómo gastar”, como piensa Cristóbal Fortúnez; “para generar basura” o, en el mejor de los casos, para “mantener con vida cosas que se mueren y merecen la pena, es decir, prevenir contra las crueles leyes del mercado”, que es lo que opina Sergio Fanjul.

Ricardo Nistal

Llama la atención que apenas se rechacen los enchufes y el amiguismo. Algunos, como Fortúnez, opinan, con cierto sarcasmo, que “venderse es un arte del que todos tenemos mucho que aprender” y que “el siglo XXI es marketing y relaciones humanas”. David Nieto admite que “todos” se han “aprovechado del enchufe de un amigo o un conocido” y le parece “algo bastante normal”.

Son la generación del neoliberalismo y de la redes sociales, de Facebook o Myspace. Han aceptado  que sin “contactos” no llegas a ningún sitio.

Pero, finalmente, el pensamiento común a todos es el total convencimiento de que el futuro “no pinta bien”. Más que futuro debería llamarse “la que se nos viene encima”. Quizá es que, como dice Sergio Fanjul: “Esta generación presuntamente afortunada es terriblemente desafortunada, porque ha caído en esta coyuntura económica justo a la edad en la que uno empieza a hacer cosas, a independizarse, a crear, a trabajar. ¡Nos han capado!”. Desafortunada porque se han criado en la sociedad del bienestar y se han creído lo que les repetían: que si tienes talento y ganas, hay sitio; que hay oportunidades de sobra para todos. Que nunca estallaría el globo.

No esperan mucho del futuro. Tan sólo alguno -caso de Leopoldo Mateos– se atreve, ya puestos, a soñar con un mañana ideal. “Mi mujer me está comiendo la polla… llegan sus amigas super jóvenes que se vuelven locas con la pollas y se monta una escenita. Suena una canción mía en la radio. Todos los grupos están prohibidos pero el nivel de delincuencia ha bajado. Todos están de acuerdo en que el presente mola. He conseguido que las masas acepten con gusto someterse a la supremacía total de las élites. Todos me consultan. Me han nombrado arbiter elegantus. Soy el único que tiene coche. Las riñoneras ya no se llevan”.

Bien, por lo menos a todos les gusta aún reírse.

Manuel Astur González
www.manuelastur.wordpress.com

Fotos cedidas por los autores, excepto Aixa de la Cruz, foto: Ed. Almuzara. Imagen de portada: myoctc.com

Manuel Astur González

Manuel Astur González (Grado, Asturias, 1980) es escritor, periodista, poeta y productor musical. Entre sus muchas peripecias vitales destacan haber sido editor de la conocida revista cultural madrileña Arto!. Tras diez años en Madrid, actualmente reside en Barcelona, desde donde colabora con diversas revistas nacionales. Ha publicado relatos en varias antologías, destacando especialmente "Mi madre es un pez" (Libros del Silencio, 2012) o "Perversiones" (Ediciones Traspiés, 2012). Recientemente ha salido al mercado su primer libro; el poemario "Y encima es mi cumpleaños" (Esto no es Berlín Ediciones, 2013).

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