Padura, en Cosmopoética | Foto: Meritxell Gutiérrez

Padura: «No soy ni un perseguido ni un disidente en Cuba»

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Padura, en Cosmopoética | Foto: Meritxell Gutiérrez
Padura, en Cosmopoética | Foto: Meritxell Gutiérrez

Leonardo Panura, Premio Princesa de Asturias en 2015, ha visitado Córdoba dentro de la programación del festival Cosmopoética. El creador de la saga de novelas protagonizadas por el policía Mario Conde ha explicado, en la Sala Orive, y presentado por Nacho Montoto, que sus grandes pasiones son el béisbol, el cine y la literatura.

Córdoba ha podido conocer de cerca al autor de obras como Máscaras, Adiós Hemingway, o La cola de la serpiente. Ha venido a España, también, a promocionar la película Vientos de la Habana, dirigida Félix Viscarret y basada en su novela Vientos de cuaresma.

El escritor cubano ha repasado su trayectoria reconociendo que su primera vocación fue ser jugador de beisbol pero, al darse cuenta de que no tenía suficiente talento, decidió ser cronista deportivo. Pero tampoco pudo estudiar Periodismo. “En los países socialistas existe lo que se llama planificación. En 1975, cuando estaba a punto de entrar en la Universidad, Cuba decidió que «no necesitaba más periodistas», y eso le obligó a escoger otra carrera. Se decantó por la literatura. Curiosamente, dedicó su tesis de grado a Garcilaso de la Vega y, en tiempos en los que no había Internet, tuvo que describir el patio de los naranjos de Córdoba, por el que paseaba antes del acto, basándose únicamente en una foto que había encontrado en un libro de arte.

Pero el periodismo, dijera lo que dijera la planificación, sería fundamental para Padura. Comienza como redactor en una revista cultural, El Caimán barbudo, pero, ya incómodo, le trasladan a un diario generalista. Lo que tenía que ser una suerte de castigo se convierte en su auténtica formación como escritor de la actualidad.

Nos cuenta Leonardo Padura que la primera vez que sale fuera de Cuba es para cubrir la guerra de Angola como reportero. Lee a Cabrera Infante y a Gabo. Y sus reportajes de gran aliento, que aún se publican en la isla en forma de libro, se convierten en una revolución para la prensa del momento. Su falta de formación periodística le permite, paradójicamente, escribir desde otro ángulo, desde un lugar al que no están acostumbrados los redactores del periódico para el que trabaja.

“Siempre ha habido en Cuba buenos periodistas y mal periodismo”, nos dice. “En la novela, como en el periodismo, puedo explicar el presente”, añade. “Nunca nos escapamos de la Historia”.

Después de la experiencia en Angola, saldrá de nuevo de Cuba y visitará el Rastro de Madrid. Allí encuentra en una edición vieja de un autor que será imprescindible para comprender su trayectoria, Manuel Vázquez Montalbán. En 1991, con Pasado perfecto, crea a Mario Conde. “Hacer simpático a un policía no es fácil”, bromea.

Lo cierto es que lleva 25 años, y ocho novelas, conviviendo con el mismo personaje. Cuando le preguntan aspectos concretos de su vida, reconoce que ya no sabe quién responde, “se mezclan las biografías de los dos”.

“La trama policial es un pretexto para explicar otras historias”, señala Padura. “Me permite hacer una crónica de la Habana de mi generación”, atento, siempre, a las transformaciones de su sociedad.

El cine forma parte del universo Padura. No sólo porque participe en los guiones de las adaptaciones de sus libros, sino porque también desde allí ha sido un certero intérprete de su ciudad. El primer trabajo que hizo para televisión fue un encargo de TVE sobre los rastros que habían dejado los inmigrantes catalanes en Cuba. Hoy, inmerso en su novena novela con Mario Conde como protagonista, está escribiendo sobre una virgen negra, también catalana. Así se cierra de alguna manera los círculos.

“Soy un escritor sin imaginación”, asegura. Y es que Leonardo Padura trabaja sobre versiones y reescrituras.

Cuando le preguntan por su situación con el régimen, responde sin maximalismos. Ha retratado, sin tapujos, las contradicciones en las que vive Cuba. Pero tampoco va con la pancarta a cuestas. “Mi escritura es un acto individual, privado”. Y va más allá: “Escribo con absoluta libertad”. Otra cosa, nos cuenta, es la publicidad que el gobierno da su obra. Por un lado le conceden el Premio Nacional y, por otro, cuando le otorgan el Princesa de Asturias, en Granma, el periódico oficial, le dedican apenas diez o doce líneas. La portada ni soñarlo.

“No soy ni un perseguido ni un disidente en Cuba”, aclara este fanático del beisbol. Exactamente igual que su Mario Conde, quien ya ha traspasado todas las fronteras desde una Habana viva, vieja, a veces disparatada, siempre electrizante.

Córdoba se vuelca con su festival | Foto: Meritxell Gutiérrez
Córdoba se vuelca con su festival | Foto: Meritxell Gutiérrez

La caravana del rumano

Malaicu | Meritxell Gutiérrez
Malaicu, en el centro | Meritxell Gutiérrez

Otro de los invitados especiales de Cosmpoética de este año ha sido el escritor rumano Marin Malaicu-Hondrari, de quien Traspiés ha traducido su novela Cercanías, un auténtico éxito en su país.

Malaicu vivió precisamente en Córdoba (y allí transcurre gran parte de su narrativa y de sus poemas) entre 2002 y 2007. Pero jamás se atrevió, nos dice, a ir a un acto literario. “Me daban menos miedo los drogadictos y las putas”. “Cosas de inmigrantes”, apunta, sonriendo.

Atravesaba el centro de la ciudad rápidamente, sin detenerse. Sin recursos económicos, vivió esos cinco años en una zona de la periferia, durmiendo en una destartalada caravana, sin luz ni agua corriente. Hoy está a punto de rodarse una película que narra esos días y cómo, aterrorizado por el hecho de que alguien pudiese entrar y atacarle, se pasaba las noches en vela fumando y escribiendo.

El escritor asegura que en la caravana estaba a gusto. Con ironía, el rumano, parafraseando a Pascal, dice que “los problemas aparecen cuando sales de casa”.

Lo cierto es que la suya es una literatura del deseo y la evocación, y sobre la difícil aventura, a veces inconsciente, de cómo convertirse en un ser solitario.

Albert Lladó

Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros títulos, de 'Malpaís' y 'La travesía de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).

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