«Aquí», de Wislawa Szymborska

Aquí. Wislawa Szymborska
Traducción de Gerardo Beltrán
y Abel A. Murcia Soriano
Bartleby Editores (Madrid, 2009)

Debo confesar que mi ignorancia cometió, con Wislawa Szymborska, un acto de machismo involuntario: al leer su nombre en la portada, mi inconsciente dio por sentado que Wislawa era nombre de señor. Hojeé las páginas, los primeros versos, un poema entero. Y otro. Cuando ya había leído media docena, no conseguía casar esa expresividad tan viva con un alma masculina, sin menospreciar al género. Sencillamente, por una discordancia lingüística y sensitiva que se me imponía ante los ojos. Más tarde, al googlear el nombre, resultó que Wislawa Szymborska era una señora polaca, nacida en 1923 y ganadora del Nobel de Literatura en 1996.

La última obra de la autora, publicada en castellano por Bartleby Editores, es una edición  bilingüe de 19 poemas que ocupan casi 70 páginas. A priori, alguien podría pensar que la poesía de Szymborska, por su largo recorrido vital, está habitada de pasado, donde recuerdo y memoria se dan cita en cada rincón de sus versos. Nada más lejos. La poesía de esta escritora es de las más vitalistas que he leído en los últimos tiempos. Cada poema impregna una lección de dinamismo sobre cómo estar presente en el mundo, partiendo de la experiencia y sin rasgos de pasividad ni indolencia. Con el espíritu joven de aquél que sigue viviendo a los ochenta y tantos con igual deslumbramiento que a los veinte años, como dijo el poeta Jaime. Con éste también comparte la afinidad por el juego de espejos consigo misma, en una contraposición de múltiples “yo” poéticos a partir de un ejercicio de dialéctica donde se pone entre las cuerdas para sacar a la luz sus miserias y debilidades.

Es consciente -porque lo escribe- de que este asombro suyo ante la realidad del mundo crece en proporción al paso del tiempo, pero no por los negros titulares que cada día vociferan en los periódicos: guerras, guerras, guerras, sino porque incluso entre las guerras a veces hay pausas. Y agradeciendo en cada poema su paso por la tierra, no puede evitar dejarnos claro, en un ataque de modestia, que sus lemas de cabecera prestados son el Que sais-je? de Montaigne y el aforismo socrático de la certidumbre de la propia ignorancia.

Aunque a veces la dificultad de la poesía está en lo críptico del lenguaje en que se escribe, en Aquí el vocabulario es coloquial, la expresión directa y el tono, tan cercano, que permite abrir la puerta a una fácil hermenéutica: Szymborska es perspicazmente capaz de explicar la metafísica a partir del hecho de que hoy has comido fideos con tocino.

Su recurso expresivo pasa por destilar la realidad, desnudándola hasta dejarla en los huesos, que son esos versos donde nada es superfluo ni cada palabra gratuita ni sobrera. Es por ello que se intuye que a esta poetisa no le gusta redundar en lo superfluo, porque no se repite ni en temas ni en símbolos ni en fórmulas, que sabe combinar muy bien según los temas que aborda. Temas siempre mundanos y cercanos a cualquier lector -como bien concreta el título-, desmenuzados a partir de diminutas teselas de detalles que forman el mosaico final: el poema. Con todo, probablemente su mayor excelencia subyace en la naturalidad por pasar de lo trágico a lo cómico y de lo banal a lo trascendental con la rapidez del pensamiento.

Vermeer

Mientras esa mujer del Rijksmuseum
con esa calma y concentración pintadas
siga vertiendo día tras día
leche de la jarra al cuenco
no merecerá  el Mundo
el fin del mundo.

Diana Argelich

Diana Argelich

Diana Argelich i Isern (Barcelona, 1985), licenciada en Humanidades y Máster en Gestión del Patrimonio Cultural, compagina a diario su labor en el Museu Olímpic i de l’Esport con la colaboración en la Facultad de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona. También es coguionista del programa de televisión Filmets, redactora semanal en www.waaau.com y traductora. Anteriormente trabajó en el Área de Cultura del Instituto Cervantes de Roma, en diversas instituciones patrimoniales y en la agencia de comunicación Llorente & Cuenca.

7 Comentarios

  1. Wislawa nombre de hombre no lo acabo de ver, un recurso un poco gastado empezar así la critica.

  2. Un comienzo sorprendente, por poco habitual, al reconocer humildemente el desconocimiento sobre la autora; otro comentarista habría dejado nota de lo mucho que conocía sobre ella. Felicidades.

  3. Gracias a los tres por los comentarios. Es posible que este sea un recurso bastante utilizado como comienzo, tal vez como «captatio benevolentiae» para cautivar al lector…, aunque ello me alienta a seguir leyendo y aprendiendo para encontrar nuevas fórmulas más originales con que empezar una crítica. De todos modos, la anécdota sobre la confusión del género del nombre de la autora es 100% verídica… que se me disculpe por mi supina ignorancia en la lengua polaca…
    ¡Saludos!

  4. A mí no me parece mal un cierto hermetismo en la poesía, pues siempre roza lo inconsciente, el espíritu. Machado, por ejemplo, ha dejado poemas muy claros y otros cuyo sentido es ambivalente, oscuro.

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