Desde un principio, la lectura de "Arbres de mongetes" me instaló en una enmarañada dicotomía cavilativa de la que no conseguí salir ni después de haberla terminado...
Sentado enfrente, le dejo hablar, sin cortarle. Cada cierto rato hace algunas pausas para coger aire o tal vez para recordar algún detalle con más precisión.
Haría falta remontarse muy atrás en el tiempo para encontrar al primer autor que hizo de la ciudad eterna argumento de una obra literaria...
Debo confesar que mi ignorancia cometió, con Wislawa Szymborska, un acto de machismo involuntario: al leer su nombre en la portada, mi inconsciente dio por sentado que Wislawa era nombre de señor...