Lluïsa Lladó | Foto cedida por la autora

Conexión Wislawa

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Lluïsa Lladó | Foto cedida por la autora

Han de morir los sentidos, situarnos en la cueva de la noche, hallarse entre la niebla, para dejar que todo se funda en la totalidad de la blancura, la nueva creación, en lo trascendente:

«Esto durará lo estipulado,
así, si queréis salvaros;
venid y escuchad la palabra poética,
el Arca aguarda,
primero los filósofos de melenas leoninas,
las odaliscas de las lenguas muertas,
subid sin demora,
al Arca de Szymborska.»

Así, se nos muestra en el primer apartado del poema Universo, perteneciente a El arca de Wislawa (Ediciones Torremozas), de Lluïsa Lladó. Toda una declaración de intenciones: descubrir la poesía de la poeta polaca provoca que el sujeto descubra su identidad y tan cierto nos lo revele. Se trata de un poemario alejado del circuito comercial, diferente, en el actual panorama poético español.

En esta nueva entrega lírica, concretamente la cuarta, después de Azul-lejos, El bosque turquesa y La marquesa de seda, la poeta mallorquina se presenta como creadora de rítmicos versos de son interno que van enraizando en la verdadera existencia a través de un viaje geográfico y espiritual, épico e interior al corazón de Wislawa Szymborska, que actúa como re-descubrimiento de la palabra poética y como revelación de la identidad del propio sujeto poético. Ahí está La conexión Wislawa:

«En la visita de la cuna de Wislawa,
sentí una fuerza poética;
una energía tan poderosa
que mi tez se quedó sin pecas y mi pelo, albino.»

Un poemario constituido por diecisiete poemas que, podrían aparecer como hitos separados, constituyen, en realidad, ganchos entrelazados que forman parte de un mismo hilo. Solo tres paradas en el camino, tres citas que muestran la voz explícita de Szymborska pero también actúa para que el lector profundice y siga las luces de Lladó; una tríada referencial a la que se nos hace cómplices desde el presagio, la ironía y la crítica a nuestra sociedad alienada.

El sujeto se identifica con Wislawa, toma su voz, resultando un efecto irónico, humorístico y crítico de la identidad del ser y de la sociedad actual; un viaje transformador que va a la médula, desde tan adentro sale al exterior, en un ejercicio constante de búsqueda, hasta contactar con la poeta polaca, dialogar con ella y tomar su voz desvelando las dos existencias porque al alumbrar aquélla se ilumina ésta. Así, llama la atención cómo se funde lo español y lo polaco, Cracovia y Palma de Mallorca.

La lucidez de la palabra se revela con vitalismo (“en tardes de verano” o , el poder transformador empleado por lo negativo en algo bello. Sólo por tomar un fragmento, leemos en el intenso poema, “Cuadernos de Wislawa”:

«Wislawa Szymborska
bien hallada heredó ese grotesco gen
de hacer de las miserias: la risa,
los duendes,
los héroes,
la nada.»

Seguir los pasos de Wislawa por Cracovia es el resultado de una pasión, respaldado por un natural entusiasmo que deviene en una combinación de realismo e idealización, evidenciándose y cobrando relevancia sensacional bajo una nueva luz. Una luz enfocada a distintos hitos geográficos de Cracovia y de la biografía de Wislawa, como proyección de sus efectos multiplicadores y como testimonio posmoderno para retener lo oído y lo sentido, al alimón para establecer los signos culturales de nuestro propio tiempo. El primer apartado del poema Bitácora de Pallares nos da la clave: “—Luisa, tu viviste en otra vida / en Polonia. / Estás conectada a Wislawa.”

De ese contacto resulta el germen de la palabra poética, la confluencia de la polaca y la de la mallorquina germina en una clarividente simbología. “Respirar de nuevo, sin fingir la emoción”, como se lee en el poema Bandeja de entrada: el ser se renueva ante lo que es motivo de perplejidad.

Torremozas Ediciones

El amor, el desencuentro, la soledad, el viaje, el reencuentro con el otro, el saberse el otro, la confusión de identidades, la certeza de uno mismo… Un universo sutil e íntimo y, al mismo tiempo, concreto y preciso activa los resortes de la poesía, en una aérea transparencia de las visiones más domésticas. El discurso poético de Lladó nos adentra a los lectores en una conmovedora atmósfera que, siendo imperturbable, desnuda con fragilidad, enigmática, se transforma en un continente que a todos nos incluya. En ese espacio, símbolo del refugio universal, cabe no sólo el ser y la poesía sino también, bien por referencia explícitas, bien por alusiones (“una Dorothy”), la fotografía y el cine. Los distintos poemas y cada uno de sus apartados en los que se divide conforman el arca donde se funde lo antiguo y lo contemporáneo, el tiempo del sujeto y el de Wislawa creando un juego de espejos al que asistimos tan atónitos como agradecidos.

El lector percibe desde el primer verso la fuerza expresiva de la autora mallorquina, fijada por una desenvoltura sugerente y un ritmo entre fluido y acotado, según el vaivén emocional que exhiba. Para volcar mayor verismo el sujeto poético dialoga consigo mismo en busca de la poeta polaca. Su voz dejará huella tanto en el modo de creación poética como en el ser. Su propuesta es la libertad del ser y de la palabra. En esa confluencia el sujeto poética se interroga por la existencia. Como vemos en Soberanía: “Ir de un lugar a otro como un insecto / que huye de la luz / y busca el confort del ruido / del motor de la nevera”. El sujeto poético siente la rabia que deja la ausencia (“Puta vida de trenes”). Se brinda pero se llora, símbolo de nuestra evolución. El punto de partida es Cracovia. Pero la ciudad polaca también representa el final, como cuando el sujeto poético acepta que tomará la voz de Wislawa en el poema “¿Quién recitará un poema delante de mi tumba?”

Todo en los siguientes poemas se resolverá en tensión, a través de los cafés, calles y plazas más emblemáticas de Polonia, el humo que parece respirarse de la propia Wislawa, de su familia, de su poesía, incluso cuando la autora se dedique a crear neologismos (“cons-ciencia-tructiva”; “la merma-helada”), a introducir juegos de palabras (“La caja de ahorros. / La caja de música”; “el cajón no encaja”), dilogías (“musicaja”, “cajón, caja, cajetilla, cajonera”), que termina produciendo distanciamiento (“esto es la filosofía del siglo XXI”), ironía (“El ser dentro de la nave espacial”; “el futuro: el mueble”), o un efecto humorístico (“cajones de Ikea”). La búsqueda por ampliar el horizonte de expectativas en el lector se ensancha gracias al caudal de imágenes visuales plásticas, y gracias, también en parte, a las alusiones mitológicas o referencias a mitos y leyendas (Casandra, la mujer de Lot, la huida del Yeti, las Torres de Babel), las citas de otros personajes y autores (Julián, Copérnico, Juan Ramón Jiménez…) y hasta versos en polaco, como “To jest oczywiste”, que significa “es obvio”.

Todo estos recursos potencian la capacidad del lenguaje de sorprender, de conmover. Ese juego de tensiones producirá una auténtica catarsis: dolor mutado en vitalidad; alejamiento en comprensión necesaria para nuestro momento.

Presten atención a Lluïsa Lladó porque en El arca de Wislawa ha logrado expresar un viaje loco y libre, emocionante y visceral, de la poeta polaca y de la mallorquina, hasta llegarnos al tuétano. Es conexión Wislawa, Szymborska-Lladó. Conexión vibrante. Después de este libro será imposible no hablar de esta unión.

Jesús Cárdenas

Jesús Cárdenas (Sevilla, 1973) es autor de los libros de poemas: 'La luz de entre los cipreses' (Ediciones en Huida), 'Mudanzas de lo azul' (Vitruvio), 'Después de la música' (Cuadernos del Laberinto), 'Sucesión de lunas' (Anantes), 'Los refugios que olvidamos' (Anantes) y, junto a las imágenes de Jorge Mejías Garrón, 'Raíz olvido' (Maclein y Parker). Algunos de sus poemas han sido reconocidos con algunos premios. Ha escrito ensayos sobre importantes escritores españoles: Juan Ramón Jiménez, Machado, Vicente Aleixandre, Ramón Gómez de la Serna, entre otros. Como crítico literario de poesía ha colaborado en distintas revistas literarias. Pertenece al Circuito Literario Andaluz. Algunos de sus textos se han traducido al inglés, francés e italiano.

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