J.J. Armas Marcelo | Foto: Rubén Benítez

Armas Marcelo: «Nunca deseé ser una referencia insular»

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J.J. Armas Marcelo | Foto: Rubén Benítez

Viernes por la tarde en una terraza del centro de Las Palmas de Gran Canaria. Una cierta algarabía contagiosa nos envuelve en la zona comercial de Triana: paseantes ociosos van y vienen por las calles abarrotadas, los comercios están llenos de curiosos, los turistas no paran de elogiar las bondades del suave otoño canario. Uno de esos camareros de la vieja escuela, con mucho ingenio, un tanto burlón, permanentemente jovial, nos sirve un par de bebidas calientes: demasiado tarde para el café del mediodía y muy temprano para algo más contundente. A J.J. Armas Marcelo le sobran los motivos para sentirse pletórico. Está por acudir como invitado de honor a la presentación de un ensayo sobre su obra, La novelística de J.J. Armas Marcelo, de Elisa Quintana, resultado de años de investigación que ahora ve la luz bajo la forma de libro destinado al gran público. J.J. Armas Marcelo intercambia algunas chanzas con el camarero, reserva mesa para regresar después de la presentación al mismo lugar en el que nos encontramos, saluda esporádicamente a algunas personas que le reconocen por la calle, fuma su cigarro puro con auténtica fruición y no deja de repetir que se siente feliz en esta etapa de su vida. Cuando se le pregunta por su grado de satisfacción ante su dilatada trayectoria literaria, asegura que no tiene motivo para quejarse. Así lo demuestra la publicación de un ensayo con su nombre en el título, “uno de los pocos de ese calado que se le dedica a un autor vivo de las islas”, asegura. “Normalmente, este tipo de estudios se le hacen a los escritores una vez que han muerto”, añade entre risas.

En su última novela, Réquiem habanero por Fidel, la isla de Cuba vuelve a ser el trasfondo de la trama. ¿Qué es lo que tanto le atrae de Cuba para recurrir a ella en varios de sus libros?
Cuba es uno de mis escenarios fundamentales de mis libros desde siempre. Supongo que se debe a que me es muy fácil defender historias en ese contexto. En efecto, Réquiem habanero por Fidel cierra esta trilogía iniciada con Así en La Habana como en el cielo y continuada con El niño de luto y el cocinero del Papa. Aunque de momento no lo tengo en perspectiva, tampoco tengo muy claro que no vaya a publicar otra novela ambientada en Cuba.

Esa predilección, ¿está relacionada con su condición de isleño o hay otro tipo de vinculación sentimental con ella?
El escritor cubano Antonio José Ponte dice que soy un “cubano añadido”, es decir, alguien que no es cubano de nacimiento, pero que siente esa afinidad muy cercana a Cuba. Yo diría que es una especie de fijeza intelectual que tengo desde el principio de mi vida. Eso se ha materializado en una cercanía cotidiana de lo que es Cuba, en particular, y América Latina, en general. Si se piensa detenidamente, esa predilección tampoco es tan rara: muchas personas se asombran de que un canario escriba sobre Cuba o Argentina, pero los mismos canarios se declaran parientes de los cubanos o de los argentinos.

Alfaguara

Otro aspecto destacable de la novela es la recreación del habla de la calle. ¿Cómo consigue esa verosimilitud en el traslado de la oralidad al lenguaje escrito?
La lengua escrita cristaliza en algo pétreo demasiado pronto. Debido a esto, por mucho que te animes a construir un lenguaje narrativo para tus novelas, resulta muy complicado imitar la forma de hablar de un cubano, porque la lengua hablada tiene mucha potencia cultural: es una sustancia demasiado profunda para ser expresada a través de la escritura. La lengua de la gente de la calle tiene una riqueza que cambia de lustro en lustro. Si me apuras un poco, incluso diría que cambia de barrio a barrio. No se puede escribir sin uno meterse dentro del ambiente hasta donde se pueda llegar.

¿Cómo es el proceso de construcción de un personaje como Walter Cepeda, el protagonista de la novela?
Esos personajes tienen una recreación verbal y mental que exigen del novelista ese reconocimiento del lenguaje oral. Hay que pensar que no solo Cuba, sino todo el Caribe, tienen esa musicalidad tan singular. Creo que la construcción del personaje ha funcionado bastante bien, porque varias personas ya me han dicho creer que se trata de ellos.

Walter Cepeda es un coronel retirado de la Seguridad del Estado que ha tenido relación con las autoridades más importantes del país durante todo el período revolucionario…
En realidad, eso no es tan raro, pues hay muchas personas en Cuba que declaran haber sido coronel de la Seguridad del Estado. Este personaje es una mezcla de ficción y de realidad que se fue fraguando en la estructura de la propia novela hasta que se hizo dueño de la narración. Walter Cepeda termina siendo entrañable, porque después de haber dedicado toda la vida a la revolución llega a la conclusión de que todo es un laberinto terrible, que el paraíso en la tierra que había prometido Fidel Castro es en realidad un infierno. El problema es que el infierno se ha extendido y se encuentra por todos lados.

¿Qué reto le supone al novelista, un creador de ficciones, convertir a personas reales como Fidel Castro o el “Ché” Guevara en personajes literarios?
Eso es mucho más fácil porque no son protagonistas, sino personajes laterales en la novela. Es cierto que todo el mundo conoce su imagen pública, pero no conoce ciertos episodios de su vida. Lo que el castrismo te cuenta -da igual que sea verdad o mentira-, es tan atractivo literariamente hablando, que basta añadirle algunas pinceladas para convertir a Fidel Castro o al “Ché” Guevara en personajes de ficción. Por ejemplo, el episodio en el que el “Ché” se acuesta en el suelo frío como cura para su asma me lo contó Heberto Padilla, como otras muchas anécdotas que aparecen en la novela: él me las había contado a mí y yo, ahora, las incluyo en la historia como retazos.

¿Es más fácil porque, de alguna manera, la historiografía ya los han convertido en personajes literarios?
En realidad, se podría escribir una novela que no tuviese nada que ver con el imaginario que nos hemos fraguado sobre ellos como héroes revolucionarios. Por ejemplo, me molesta mucho la imagen de héroe, de santo mártir, que se tiene del “Ché” Guevara, que no fue más que un aventurero sin escrúpulos, tremendamente homófobo, con algunas ideas muy cercanas al fascismo, como la creación de un “hombre nuevo” y ese tipo de cosas. Eso por no mencionar la frontera tan personal que establecía entre el bien y el mal, y que le autorizaba a matar a quien no compartiese su criterio moral. Cuando uno se detiene a pensarlo, no puede evitar preguntarse cómo semejante clase de persona ha llegado a convertirse en un icono.

¿Se propuso, entonces, desmitificar esos iconos en la novela?
Intenté mostrar la degradación a la que llega un ser humano al convertir en santos a otros seres humanos como Fidel Castro y otras personas de su entorno, elevadas a la categoría de seres mitológicos.

A Cuba le ha dedicado también un ensayo, Cuba en el corazón. ¿Qué le permite explorar las novelas que no le permite el ensayo?
En primer lugar, el título de ese ensayo no está muy conseguido porque en él hablo más de la Habana. Decía Cabrera Infante que yo conozco sobre todo La Habana. Ese ensayo es una reflexión de conciencia en el que hay una cierta intención. En cambio, la única intención de la novela es escribirla.

¿Cuál es su forma de trabajar?
Mi forma de trabajar no consiste en centrarme en una sola novela, sino en seis o siete a la vez. De repente, hay una de ellas que en un momento determinado toma la preferencia y se hace dueña de la escena frente a las demás. Entonces, dejo el resto del trabajo en barbecho y me centro en ella. Por ejemplo, dejé parado La noche que Bolívar traicionó a Miranda, del que tenía tres cuartas partes ya escritas, para escribir Réquiem habanero por Fidel. Hay ocasiones en las que algo se pierde al retomar el trabajo, y hay otras en las que se gana.

Armas Marcelo es conocido sobre todo por sus novelas, pero también ha cultivado el ensayo y el articulismo. ¿Le ha tentado alguna vez escribir teatro, como le ha ocurrido a Vargas Llosa?
A mí me atrae sobre todo el mundo de la novela. No es lo mismo la tensión narrativa que la tensión teatral. Cada vez que Vargas Llosa escribe una obra de teatro pienso que ha dejado de escribir una gran novela. Nunca me ha atraído crear un espacio teatral.

Además escribe con bastante frecuencia en su blog “Gran Angular”. ¿Se siente más cercano a sus lectores a través de este medio?
No suelo pensar en el lector cuando escribo. En general, el campo literario merece más respeto para mí que el ámbito periodístico: un artículo puede ser una explosión en un momento determinado, pero también puede perder toda su fuerza al cabo del tiempo. En cambio, la literatura es algo que permanece.

Editorial Mercurio

¿Cómo ve J.J. Armas Marcelo el mundo de la cultura, en general, y el ámbito de la literatura, en particular?
La vida cultural es cara, pesa poco y no tiene influencia en resto de la sociedad. En contra de lo que suele decirse, creo que cada vez se lee menos y que los lectores somos “los últimos de Filipinas”. No es cierto que exista un debate cultural amplio. Antes se tenía un cierto respeto a la figura del poeta, del escultor o del escritor, pero hoy no se respeta a ningún creador de ningún ámbito.

¿Y cuál cree que es el problema?
No quisiera generalizar, pero pienso que uno de los problemas es que la cultura está en manos de incompetentes a nivel institucional: no se dan cuenta de que el interés intelectual forma parte de la libertad individual, y que esta última no solo es una confrontación con el mundo cotidiano sino que, además, es una inversión. Todos los intentos por colocar el Archipiélago (canario) en el mundo cultural universal han fracasado. Pero algo sí que ha cambiado: los que ahora quieren irse lo tienen mucho más fácil que antes. No hay que olvidar que el destino de las élites culturales de las islas ha sido históricamente la migración.

Sin embargo, a pesar de lo dicho anteriormente, hace aproximadamente tres años escribió en su blog un artículo titulado “En las islas del sur”, en el que hablaba de una cierta efervescencia de la literatura en Canarias…
Sigo manteniendo que existe un grupo muy interesante de escritores. El problema de la efervescencia es que se acaba en la propia efervescencia. Es decir, después de esa efervescencia nos encontramos con el hecho de que no hay una sociedad que respalde a los escritores y les asigne un lugar en el debate cultural.

Ha venido a Las Palmas para asistir al acto de presentación de un libro sobre su obra novelística. ¿Tiene la sensación de que se le está “canonizando”?
Me siento profundamente halagado. Que una investigadora de una generación nueva le dedique diez años de estudio a mi obra es algo muy reconfortante. Tengo el suficiente reconocimiento como para no sentirme frustrado. Y tengo la capacidad vital como para seguir escribiendo. Por lo demás, me siento muy querido cada vez que vengo a las islas. Lo que no siento es que le deba nada a Canarias ni que Canarias me deba nada a mí. Quizás no tengo el sentido de pertenencia que tienen otros escritores: el mundo es un sitio muy grande como para sentirse ligado a un único lugar. La enfermedad de la “pertenencia” desemboca en el provincianismo más absurdo. Yo traté de huir de ella desde que tengo uso de razón. Nunca he deseado ser una referencia insular, ni aquí ni en ninguna otra parte del mundo.

Rubén Benítez Florido

Rubén Benítez Florido (Telde, 1978) es profesor de Filosofía de Enseñanza Secundaria. Ha publicado los libros 'Palos de ciego. Cavilaciones y conjeturas de un bloguero' (Beginbook, 2011), 'Llueve sobre mojado' (Beginbook, 2012) y 'Sísifo merece ser feliz' (Eutelequia, 2013). En colaboración con otros autores, la participado en los libros ‘Papiromanía. Textos para tiempos difíciles’ (Anroart, 2013) y ‘Proesías. Textos para tiempos mejores’ (Mercurio, 2014). Durante varios años escribió semanalmente en el blog ‘A vuelta de correo’, alojado en la edición digital del periódico ‘Canarias 7’. En la actualidad escribe en su blog personal ‘Palos de ciego’, además de colaborar habitualmente con el suplemento digital ‘Revista de Letras’ y con la web cultural ‘Viaje a Ítaca’.

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