Belleza de lo brutal. Ryūnosuke Akutagawa
Traducción de Jesús Carlos Ãlvarez Crespo
DÃas Contados (Barcelona, 2011)
El Konjaku Monogatari (o traducido, Cuentos de antaño y hogaño) es una colección japonesa de más de mil doscientos cuentos, de autorÃa muy discutida, organizados en treinta y un capÃtulos que fueron escritos durante los años finales del PerÃodo Heian, comprendido entre el 794 y el 1185 y el último de la historia clásica japonesa. Los protagonistas de estos cuentos suelen ser personas comunes, aunque aparecen multitud de caracteres, ya sean reales o fantásticos. Y en ellos se narran historias de la India, China y Japón. Pues bien, esta singular obra es una de las fuentes principales de las que se nutre RyÅ«nosuke Akutagawa (Tokio, 1892—1927) durante su primera época como escritor, que abarca desde 1915 a 1922. Una carrera que inició con apenas veintitrés años, al publicar en la revista Teikoku Bunkaku, de la Universidad Imperial de Tokio, RashÅmon, un cuento basado en las historias decimoctava del capÃtulo XXIX del mencionado Konjaku Monogatari y trigésimo-primera del capÃtulo XXXI.
En RashÅmon, Akutagawa funde con una maestrÃa impropia de un debutante la tradición y la modernidad, una modernidad que llamaba a la puerta nipona desde Occidente. No en vano, una de las principales virtudes de este gran escritor es sentirse parte de su tradición literaria sin renunciar a las influencias exteriores, como la proveniente de la literatura inglesa (William Morris), francesa (Anatole France) y rusa (Fédor Dostoievski). En su obra, se entrecruzan todos esos mundos, todavÃa tan distantes a principios del siglo XX, pero ya en ineludible contacto. A este respecto, Jorge Luis Borges escribió: “Discernir con rigor los elementos orientales y occidentales en la obra de Akutagawa es acaso imposible. Los temas y el sentimiento son orientales, pero ciertos procederes de su retórica son europeos. En cambio, cierta tristeza reprimida, cierta preferencia por lo visual, cierta ligereza de pincelada, me parecen, a través de lo inevitablemente imperfecto de toda traducción, esencialmente japonesas. La extravagancia y el horror están en sus páginas, pero no en el estilo, que siempre es lÃmpidoâ€.
En otras palabras, Akutagawa en esos primeros siete años de andadura literaria afirma sus raÃces japonesas asiéndose firmemente en el Konjaku Monotagari, pero con el objetivo de traspasar aquellos cuentos antiguos al siglo XX, un trabajo que completa con éxito, haciendo uso de su sensibilidad para la creación de personajes y del gran dominio de la lengua japonesa que poseÃa.
La admiración por el Konjaku Monogatari fue una constante en su vida, por tanto no extraña que poco antes de morir, en 1927, escribiese Elogio del Konjaku Monogatari, en donde afirmaba: “Por fin he descubierto la gran belleza del Konjaku Monogarari. Su valor artÃstico no solo reside en su vigor, sino también en su belleza: la belleza de la brutality, si se me permite usar la palabra inglesa. Es el tipo de belleza desprovista por completo de elegancia o delicadezaâ€.
De esta manera, nos parece muy acertada la elección del tÃtulo del libro que reseñamos en esta ocasión, Belleza de lo brutal (ed. DÃas Contados). Se trata de un elegante volumen, editado con sumo cuidado, que propone al lector una lectura que gusta del detalle, plausible hecho que la magnÃfica traducción (directamente del japonés) de Jesús Carlos Ãlvarez Crespo se encarga de realzar. Belleza de lo brutal ofrece una acertada selección de diez relatos escritos por RyÅ«nosuke Akutagawa entre los años 1915 y 1922, entre los que destacamos “Gachas de ñameâ€, “El biombo del infierno†y “La narizâ€, un cuento escrito en 1916 que impresionó tanto al gran Natsume SÅseki (1867-1916) como para escribir una carta al joven Akutagawa en la que decÃa: “Si reúnes otros veinte o treinta cuentos como estos, no habrá nadie en el mundo literario que pueda igualarteâ€.
Belleza de lo brutal desborda inteligencia y dominio de la narración. Los diez cuentos que componen el libro son absolutamente recomendables, todos funcionan como delicadas y obsesivas piezas de un puzle que estimula al lector a leer más, a buscar más. Akutagawa, su literatura, no decepciona. En su segunda época, 1922-1927, cambia de registro, alejándose de los cuentos históricos para acercarse a su propia experiencia, a su individualidad. Un terreno, el interior, donde la tensión entre la pulsión creadora y la destructiva es constante. De hecho, Akutagawa vive solo treinta y cinco años, edad a la que se suicida poniendo punto final a una serie de crisis mentales que sufre durante sus últimos años. En realidad, a RyÅ«nosuke Akutagawa le tumba, en 1927, una antigua enemiga, la locura, una enemiga despiadada que le deja huérfano y al cuidado de su tÃo cuando cuenta con tan solo diez años, en 1902, al llevarse a su madre (Fuku), enferma de esquizofrenia. Hay, por tanto, clara carga hereditaria en los desequilibrios mentales del escritor japonés, potenciada por la presión del considerable estatus literario alcanzado en vida y su determinación de no abandonarlo, a pesar de los fuertes cambios provocados en el mundo y en las corrientes artÃsticas tras la Primera Guerra Mundial.
El avance de la enfermedad se intuye en sus últimas obras, escritos donde quizás no alcanza la perfección literaria de los primeros, pero que, sin embargo, subrayan una honda profundidad psicológica, como en Los engranajes, por ejemplo. Akutagawa siente cómo la locura se va apoderando de su cerebro. Aquello es lo que siempre ha temido más. El 24 de julio de 1927 ingiere una dosis mortal de veronal. Deja escrita una nota final, en ella confiesa experimentar una “vaga sensación de ansiedad sobre mi propio futuroâ€.
Estanislao M. Orozco (@g77en)
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Los protagonistas de estos cuentos suelen ser personas comunes, aunque aparecen multitud de caracteres, ya sean reales o fantásticos. Y en ellos se narran historias de la India, China y Japón. Pues bien, esta singular obra es una de las fuentes principales de las que se nutre RyÅ«nosuke Akutagawa (Tokio, 1892—1927) durante su primera época como escritor, que abarca desde 1915 a 1922. Una carrera que inició con apenas veintitrés años, al publicar en la revista Teikoku Bunkaku, de la Universidad Imperial de Tokio, RashÅmon, un cuento basado en las historias decimoctava del capÃtulo XXIX del mencionado Konjaku Monogatari y trigésimo-primera del capÃtulo XXXI.