Cristian Alcaraz y Daniel López | Foto: Marta Comesaña

«La escritura es mi único asidero»

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Cristian Alcaraz y Daniel López | Foto: Marta Comesaña
Cristian Alcaraz y Daniel López | Foto: Marta Comesaña

Con tan solo dos libros publicados, Turismo de interior (La Bella Varsovia, 2010 – Premio de Poesía Joven Pablo García Baena en su tercera edición) y La orientación de las hormigas (Renacimiento, 2013 – Premio de Poesía Andalucía Joven 2012), considero que Cristian Alcaraz es una de las voces más interesantes y con mayor proyección de la poesía española actual. Incluso me atrevería a decir que para mí, la más interesante. Lo conocí como lector hace algo más de un año, y quedé impactado por su capacidad para reflejar lo contradictorio del ser humano en su poesía, y el reconocimiento y la aceptación que plasmaba de esa naturaleza como escritor. Versos de Cristian han llegado a ser mi cita en algunos de los ensayos que he escrito. Curiosamente, textos sobre teatro y familia, presagios que confirmo en nuestro encuentro. Un mes de octubre, aproximadamente un año más tarde, conozco a Cristian Alcaraz, esta vez personalmente. Nos sentamos a tomar té en el Café La Mercería en una de las calles más céntricas, renovadas y modernas de Sevilla, y comenzamos una conversación que seguramente se inició hace tiempo y que es evidente aun no ha terminado.

Hablando con Elena Medel sobre tus dos libros, coincidíamos en considerarlos como un díptico. De alguna manera, son dos obras diferentes unidas por una bisagra, los contenidos expresados en Turismo de interior tienen su continuidad en La orientación de las hormigas. ¿Qué opinión tienes de esta lectura?
Sí, creo que en Turismo de interior se empieza a hablar de la sociedad, del sexo, de mis inquietudes, y en La orientación de las hormigas, de alguna forma, se produce una especie de cierre a esos temas, a una visión del mundo desde otro lenguaje, con otras palabras y otra forma que no conocía. Por ejemplo, en Turismo de interior hay un poema -el último, “Trayectos largos_gasolina insuf”- que tiene su continuación en otro de La orientación de las hormigas titulado “Boarding pass”, y el centro de los dos poemas es el mismo, hablan de no saber dónde estar en el mundo, de no saber a quién querer en el mundo, de luchar por querer cambiar las cosas, y de alguna manera plantea una posibilidad de hacer frente a esa indeterminación en el viaje, de que al menos existe la posibilidad de alejarse físicamente de todo.

La Bella Varsovia
La Bella Varsovia

A pesar de esa continuidad, existen diferencias. En Turismo de interior se percibe una escritura más urgente. ¿Cómo fue el proceso de creación de esta obra?
No puedo decir que Turismo de interior se construyera como un libro. Cuando lo escribí, tenía entre dieciséis y diecisiete años, escribía porque sí y leía de la misma forma, y esas cosas que leía se quedaban de alguna manera en mí. Desde ese punto de vista, hay una gran influencia de Pablo García Casado, porque era un escritor que llamó mucho mi atención por aquel entonces. Mi familia no es lectora y en casa de mis padres no había libros. Podría decir que conocí los poemas de Pablo García Casado y Elena Medel de casualidad. Cuando esto sucedió con aquella edad, me di cuenta que eso que había caído en mis manos me gustaba, que yo quería hacer algo así. En ese sentido, los poemas de Turismo de interior fueron como una especie de ejercicio, de trabajo, no tenía conciencia de que aquello fuera a publicarse nunca, ni sabía que llegaría a ganar un premio. Eran poemas que escribía solo para mí y que traducían una serie de ideas y sensaciones que no se adecuaban en el inicio a un libro o a una estructura fija. El propio título, Turismo de interior, viene porque en aquella época sufría de miedo a la calle, podemos decir que tenía un poco de agorafobia. En aquellos poemas creo que llegue a desarrollar el por qué de ese miedo: el miedo a no saber cual es tu lugar en el mundo, de no encontrar mi propia sexualidad, y de querer estar en casa, en un lugar que es como un refugio, donde nadie pudiera hacerme daño. De esos miedos son de los que finalmente habla Turismo de interior.

De hecho, la voz poética en Turismo de interior va manifestando inquietudes y situaciones que padece. Podría pensarse como un personaje que está en movimiento, del que se sabe el lugar de donde parte, pero no hacia donde se dirige.
Sí, podría ser. De alguna forma, es ese el personaje que yo veo desde mi juventud, un personaje que no entiende de muchos temas o muchas cosas que están pasando a su alrededor. Por ejemplo, en unos poemas habla sobre las hipotecas, sobre las relaciones de pareja, habla del sexo con otros hombres, habla de los trayectos como una orientación en la vida, cuando en realidad es un personaje que todavía no ha experimentado nada de eso. Es una voz poética que no sabe nada de hipotecas, nada de sexo, pero sí reconoce que son inquietudes que empiezan a formar parte de su experiencia y siente la necesidad de manifestarlas de algún modo. De todas esas preocupaciones, es la sexualidad la que está más acentuada, quizá por elemento vital en el que escribo el libro. El no saber expresar ese conjunto de inquietudes de otra manera, es lo que me lleva a que el cauce sea la poesía.

En Turismo de interior aparece el entorno familiar como un espacio cerrado, que da seguridad, aunque también es el lugar en el que surge una necesidad que empuja a la voz poética hacia el exterior.
Sí. Al final del libro hay tres versos que quieren expresar esa idea: “el tráfico de Japón inunda las pestañas / el amor sin gasolina / los trayectos largos”. Es decir, la voz poética pasa de estar encerrada en casa, en ese hogar familiar, a la indeterminación de no saber hacia dónde va a dirigirse, pero con la certeza de querer escapar de eso. Sentir la necesidad de esa certidumbre del ambiente del hogar, el respeto a la familia, y esa seguridad de la madre, que expreso en otros versos: “he salido de mamá / ya hora no me vuelvo hacia ella / porque afuera hace frío / hay palabras”. Es como querer volver a nacer de otra forma, a querer estar con ellos y protegido. Pero el camino al que se dirige viene marcado por el reconocimiento de ese miedo, que también lo es de una pulsión que quiere salir de eso, de querer encontrar a alguien u otras situaciones que si se correspondan con lo que está experimentando esa voz.

En ese sentido, casi al final del libro, los poemas “Tengo un secreto” y “Cruising” parecen expresar una afirmación que es a la vez un miedo: el placer como motor de la vida humana, cuyo reconocimiento implica sobrevivir a sus consecuencias.
Sí, es totalmente eso. Es lo que te comentaba sobre las relaciones, cómo puede la perversión ser una forma de vivir y sobrevivir, y de querer sobrevivir de esa manera. Lo que ahí expreso es cómo ese entorno familiar, que genera seguridad, no permite la expresión de otras pulsiones, y necesitamos otras formas de expresión que no sean la literatura u otra forma expresión artística, ya sea a través de experiencias de pareja, con la muerte, el sexo, la amistad o lo que sea. En ese sentido, reconocer que el placer es un motor que te empuja a vivir, es la forma que tengo de expresar en el libro que sobrevivo a lo que me toca. Es una forma de decir que estoy en este mundo y no puedo salir de él, que tengo este miedo y no puedo salir de mi casa, pero que me encantaría relacionarme de una manera desorbitada. Ese reconocimiento es el que empuja a la acción.

Renacimiento
Renacimiento

Entre Turismo de interior y La orientación de las hormigas pasas un año en la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores. De las diferencias entre los dos libros, destaca el uso del lenguaje. ¿Cómo fue el trabajo con él?
Pues la creación de La orientación de las hormigas está marcada por un proceso de lecturas muy intenso, de conocimiento de otros autores, que propicia una madurez distinta. También tuvo que ver la idea de que en esta ocasión me enfrentaba a un poemario podría ser leído. Turismo de interior eran mis cosas, escribí lo que quise y no tenía conciencia de un posible lector. Pero ya sabiendo que tenía publicado el primero, tenía bastantes papeletas para que, al menos, se publicara La orientación de las hormigas. Así que decidí calmarme y reflexionar mucho. Si Turismo de interior era una poesía más espontánea, en La orientación de las hormigas hay mucho más trabajo, todo está más pensado.

¿Cuáles fueron esas lecturas que acompañaron el trabajo de este libro?
Curiosamente, ese año más que lecturas, que sí leí mucho, lo que más me afectó fue el cine. Durante ese año en la Fundación Gala, que está muy cerca de la Filmoteca de Andalucía, vi todas las películas de Lars von Trier, Haneke, Loui Malle, directores que no conocía. Y también mucho teatro, por ejemplo, me empezó a gustar mucho Wajdi Mouawad por el tema de la herencia familiar, por la expresión del dolor, o Tennessee Williams que es un autor que me sigue apasionando. Además de leer mucho de Angélica Lidell, Rodrigo García o Sarah Kane.

Otra diferencia entre los dos libros parece que viene expresada desde sus títulos. Si el turismo como movimiento es un viaje que siempre implica una vuelta al lugar del que se parte, la orientación es una actitud de desplazamiento con una dirección clara, sin vuelta atrás. ¿Qué relación guarda esta idea con el contenido de los libros?
Cierto [Se ríe]. Yo empecé a escribir La orientación de las hormigas porque sabía que quería establecer esa conciencia. No me había dado cuenta de ese análisis en relación a los títulos, pero me parece muy gracioso y acertado, porque es cierto que en La orientación de las hormigas existe esa idea de una camino hacia delante, del que no existe vuelta atrás, y de la necesidad de seguirlo para seguir viviendo. En este libro necesitaba explicar que mi mundo tenía que cambiar. Esos cambios que se intuyen en el primer libro, se convierten en una confirmación en éste, y se constata una evolución. Por eso hay una evolución en el lenguaje, en las formas de contar los contenidos, se mantienen los temas pero ha cambiado el punto de vista. Y de fondo, es cierto, está esa visión de no querer regresar a lo pasado, de ser un poco más libre, aunque siga reconociendo un contexto que no ofrece posibilidad alguna. De ahí las imágenes de las ciudades despobladas, por ejemplo. Es decir, el libro parte de mi contexto y mi lugar en el mundo: tengo 23 años y puedo tener veinte títulos universitarios, que no voy a tener trabajo. Si ya había asumido el espacio íntimo, ahora el espacio social también me pone otras barreras.

En La orientación de las hormigas los motivos del cuerpo, la pulsión sexual, concluyen en una idea de lo defectuoso. A pesar de ello, se expresa un aliento en la búsqueda de lo bello. En algunos poemas surge el tema de la escritura, ¿se podría entender ésta como una manera de hacer frente a esa realidad?
Claro, es así. La escritura es mi único asidero, es la forma que tengo para enfrentarme al mundo. Por eso ahora también estoy escribiendo teatro. Necesito manifestaciones artísticas para sobrellevar la situación que padezco. Y es verdad que en el libro quedan devastados el camino a seguir, la sexualidad, las ciudades, las expectativas, las relaciones. En esta sociedad el sexo se constituye como esa forma de sumisión ante el mundo, se puede concebir como algo liberador pero al mismo tiempo crea una necesidad, y en ocasiones se convierte en una respuesta insuficiente.

No obstante, curiosamente el amor es un tema que no aparece expresado en ninguno de los dos poemarios.
Sí, efectivamente. En Turismo de interior es un tema que expresado desde la ausencia. En La orientación de las hormigas aparece como algo consumido pero que se manifiesta como insuficiente. En ese sentido, si puede que exista una idea del amor como parte de la realidad que no salva, sino que disfruta o adolece de las mismas características de esa realidad que lo circunda.

En La orientación de las hormigas la visión de la familia evoluciona, ya no es un lugar de refugio, y la voz poética comparte sus contradicciones. Se expresa a modo de herencia en poemas como “He nacido para contemplar…”. ¿Qué ideas son las que pretendes expresar?
Es cierto, y quizá todo ello haya respondido más a un mecanismo inconsciente, pero sigo profundizando en ese tema. El poemario que actualmente estoy escribiendo se titula precisamente así, Familia, y me he dado cuenta de que es una fuente de inspiración, o una fuente de cómo lo queramos llamar, por la que me siento atraído. Turismo de interior habla sobre lo cercano, habla sobre mi madre, habla sobre mi padre; en La orientación de las hormigas se habla sobre una herencia, ya desde un punto de vista alejado de esa idea de refugio, de cómo ese cuerpo está viviendo esa experiencia como ser autónomo, habla de la aceptación de que uno se define por el lugar de donde procede; y ahora en el que estoy escribiendo se habla de la incomunicación en todas las partes de mi familia, de que soy así porque mi construcción viene definida por cómo me han construido los demás en relación a los silencios familiares de los que somos parte.

De hecho, tu pieza de microteatro Mamá, voy a darte una paliza sigue profundizando sobre este tema, ahora desde una perspectiva ya de empatía hacia los progenitores.
Sí, de hecho es así. La postura que describo desde esta obra, ahora apoyándome en unos personajes y no a través de la expresión poética, es la de una búsqueda de empatía con las preocupaciones, las angustias e inquietudes del personaje de la madre, reconociendo también sus propias pulsiones y deseos. A mí mi familia me lo ha dado todo, no puedo decir nada malo de ellos, pero mi madre siempre me dice que porque no le escribo un poema a sus ojos, en vez de escribir otras cosas que pueden resultar menos agradables. Si lo hago es porque creo que, esa herencia familiar que reconozco y que parece que nos define, es insuficiente. En La orientación de las hormigas lo expresaba en el poema “Todo el mundo sueña con morir por el desagüe”, en el que aparecen la incomunicación y los silencios. Son temas muy presentes en las relaciones familiares, y quizá lo que me llama la atención sea fijarme más en esas fracturas que se dan en la relación familiar, que en los motivos de alabanza.

¿Cómo surge la iniciativa o el gusto de dirigirte hacia ese otro cauce de expresión literaria que es el teatro?
Pues vi una obra de teatro un año antes de ir a la Fundación Antonio Gala, y sentí la necesidad de hacer lo mismo. Me gustó mucho la forma que tenía de contar cosas, me pareció muy visual. También creo que tuvo que ver con ese año de estancia en la Fundación. Allí conocí y conviví con actores, fotógrafos, artistas plásticos, gente que hacía cortometrajes, y creo que todo se puede enlazar. La poesía es mucha imagen, es movimiento y puede serlo todo, o ser traducida a otros lenguajes. El dirigirme hacia el teatro parte de la necesidad de dirigirme hacia otro tipo de personas. Creo que la poesía y el teatro comparten un público, pero también creo que cada uno tiene su público específico. El teatro es muy visual, me gustan mucho las imágenes, y como no sé pintar, creo que una forma de hacerlo es a través del teatro y la poesía.

Y en estos momentos, ¿qué proyectos literarios tienes entre manos?
Pues estoy muy metido en mi nuevo libro de poesía. Estoy trabajando sobre la idea de la existencia de ecosistemas diferentes que existen dentro de una casa, y todo gira en la incomunicación que se generó en mi familia a partir del suicidio de mi abuelo. Desde que mi abuelo se suicida, en casa nunca se ha hablado de eso, y esa forma de incomunicación y el suicidio que aún no se ha sido asumido en mi familia, quiero mostrarlos. No quiero que se pierda la memoria de mi abuelo, ni que se pierda lo que siento frente a ello.

Desde luego, hay una evolución muy importante y en muy poco tiempo desde tu primer libro hasta lo que estás escribiendo ahora. ¿Cómo ves tú ese proceso?
Por ejemplo, en Turismo de interior veo que hay mucho de mí pero también mucha ficción. Con este poemario no quiero mentir a nadie, ni mentirme a mí mismo. Quiero ser sincero, buscar imágenes que lleven a lo que quiero decir, pero no crear una realidad sobre lo que no entiendo o no alcanzo, o hablar por boca de otros. Eso no me apetece.

Lo que me cuentas, me recuerda al planteamiento de la última novela publicada de Sergio del Molino que, a grandes rasgos, se dirige a la memoria de su abuelo para la compresión de una identidad individual, de los contextos personales y sociales, y que tiene como centro a la familia como generadora y organizadora de esas relaciones.
Exactamente es eso. Yo quiero buscar en su memoria y en todo lo que ocurrió, pero no quiero remover todo eso con el fin de hacer daño a nadie. Tengo claro el factor ético y es por eso que aún no estoy escribiendo nada. Pero, al mismo tiempo, también tengo claro que si ellos desde el principio hubieran hablado conmigo sobre lo que pasa en mi familia, a mí no me despertaría ningún interés escribir sobre ello. He de respetarlos y respetar la postura que tuvieron de ver el mundo y de construir el mundo, pero yo necesito saber qué es lo que hay por debajo de todo eso. Tengo claro lo que quiero decir, cómo lo quiero decir. La estructura formal y de imágenes en relación a los contenidos los tengo ya planteados, pero no quiero hacer daño. Sé que volviendo al pasado, a todo lo que ocurrió y a todo lo que ha ocurrido desde entonces, puedo llegar a ser yo desde otro punto de vista, crear mi propio árbol genealógico, explicitar porqué soy así. Porque en mi casa no se lee, en mi casa no se escribe, y hay respuestas que creo que se pueden encontrar a través de la recreación de esos silencios familiares.

Personalmente, cuando leí tus libros lo que me sorprendió fue cómo, a pesar de tu juventud o la experiencia concreta sobre la que escribes, consigues identificar un tipo de pulsiones de una manera universal, con la que cualquiera se puede sentir identificado.
Cuando escribo, pretendo que no haya un personaje fijo, una cara fija. Expreso sensaciones, sobre todo en Turismo de interior que fue una forma de explotar. También está presente en La orientación de las hormigas, en la manera en que cómo escritor me sitúo frente a algo y trato de exponerlo al mundo siendo sincero conmigo mismo y honesto con los demás.

Daniel López

Daniel López García (Sevilla, 1980) es periodista y escritor. Licenciado en Comunicación Audiovisual y Máster en Literatura General y Comparada por la Universidad de Sevilla, actualmente, trabaja en su proyecto de tesis en estudios comparados de literatura dentro del programa de Literatura Española y Teoría de la Literatura también de la Universidad de Sevilla. Su proyecto está centrado en el estudio comparado de la literatura dramática de mitad del siglo XX en EEUU y el teatro español actual. Ha participado en varios congresos internacionales de literatura como ponente y ejerce la crítica literaria en diversos medios. Es miembro del colectivo de escritores Cinco en breve.

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