Jordi Vaquer | CCCB, Miquel Taverna

Nosotros, el pueblo

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Jordi Vaquer | CCCB, Miquel Taverna

Todo el mundo habla de populismo. Algunos, asustados tras burlarse de personajes tan histriónicos como Trump y comprobar, poco después, cómo accedía al poder. Otros, sin embargo, alertando de que es un fenómeno que transciende la mera estrategia retórica, y que responde a las carencias que los partidos tradicionales no han sabido resolver a tiempo. Es por ello que el CCCB ha invitado al analista político y codirector de la Open Society Initiative for Europe, Jordi Vaquer, para que reflexionara sobre el avance del populismo en Europa. Lo ha hecho en diálogo con Diego Muro, profesor titular en la Universidad de Saint Andrews (Escocia), e investigador asociado en el Barcelona Centre for International Affairs, CIDOB, organismo que precisamente acaba de publicar la monografía Populism in Europe: from symptom to alternative.

Precisamente Diego Muro ha comenzado el acto explicando que existe una suerte de triángulo que resume cómo se están organizando actualmente las democracias europeas. Por un lado, el sistema de partidos tal y como lo conocíamos hasta ahora, en plena crisis. Por otro lado, la tecnocracia, que apuesta por un gobierno de expertos que pretende, objetivamente, definir problemas y soluciones. Y, como tercer vértice, un populismo que acusa a a las instituciones de no representar a la voluntad popular.  El populismo, nos dirá Muro, es una ideología que traza una línea divisoria, clara, entre las élites (a las que considera, siempre, corruptas) y la masa (a la que dibuja como noble). Hay que señalar que lo que hace el CIDOB en el libro es analizar el populismo de extrema derecha, con un discurso claramente anti-europeísta,  y no otros fenómenos más cercanos al progresismo.

Vaquer comenzará su conferencia proponiendo una radiografía de la actualidad, comparada con la situación de hace tan solo seis meses, cuando el Brexit sorprendió a todo el mundo, cuando Turquía hizo un giro autoritario, y cuando la victoria de Trump puso en funcionamiento todas las alarmas. ¿Y cómo nos situamos, hoy, ante ese auge del populismo de raíz nacionalista?

La victoria de Macron en Francia, la debacle de Le Pen, y las dificultades en la puesta en marcha de las medidas anunciadas por los partidarios del Brexit han dado un respiro a los que siempre han apoyado el proyecto europeo. Sin embargo, nos advierte Vaquer, no hay que cantar victoria tan rápido. “Todos los fallos por los que el populismo ha crecido continúan vigentes”. No es un fenómeno nuevo, existes movimientos populistas desde los años 80, y dialécticas tan antiguas como las que enfrentan nacionalismo y cosmopolitismo regresan cada cierto tiempo.

Jordi Vaquer define el populismo como una ideología oportunista, versátil, que se adapta con facilidad a los diversos entornos, y que enfrenta las ideas de élite y de pueblo. Tres aspectos determinan su articulación de manera general: El recurso de la simplificación (incluso, distorsionando la realidad), un claro anti-pluralismo (sólo existe una voluntad del pueblo y quien se opone es un traidor), y la persecución de una mayoría en todos los ámbitos (cuestionando, también, la separación de poderes).

Ese primer dibujo que nos ofrece Vaquer es, según él mismo reconoce, únicamente una panorámica macro. Para comprender por qué ha incrementado el populismo en Europa hay que ir más allá de la explicación de la crisis económica surgida en 2008. “Correlación no es causalidad”, nos recuerda. Y es que el populismo, a veces, ha incrementado en países en los que la crisis no había impactado tanto como en otros en los que, curiosamente, las propuestas populistas no han encontrado suficientes apoyos para establecerse.

¿Cuáles son los hábitats que permiten al populismo instalarse como alternativa de gobierno? ¿Existen unos síntomas reconocibles?

Logga Wiggler, 2012. CC

El analista cree que hay que fijarse en la situación “percibida” de la economía, no siempre en la real. El ciudadano siente ansiedad a través de su propia interpretación del contexto. Existe una gran diferencia entre la opinión publicada y la experiencia real, propia, y así crece la desconfianza hacia las instituciones. Hacia la política y los medios de comunicación, sí, pero también hacia la Justicia. Además, en los países en los que el populismo ha visto una oportunidad, suele haber una inquietud identitaria, y se personaliza (“me puede pasar a mí”) la amenaza terrorista. A eso se suma una suerte de “proyección hacia los hijos”, tras la incertidumbre que depara el futuro.

Uno de los errores que se repiten allí donde los populismos han crecido es que partidos y medios han querido ridiculizar a sus líderes. “No siempre son gente poco sofisticada”, nos dice Vaquer, que insiste en que saben explotar bien las redes y los pocos recursos de los que disponen. Además buscan conflictos y rivalidades para incrementar la bolsa de potenciales votantes. Si crece el populismo de extrema derecha es, en parte, porque los partidos tradicionales se han visto manchados de corrupción, y porque la profesionalización de sus representantes han alejado a los ciudadanos.

¿Qué se puede hacer para frenar el populismo?, se pregunta Vaquer. En primer lugar, establecer o potenciar políticas públicas contra la creciente desigualdad. Que existan alternativas económicas viables. También hay que estudiar e interpretar por qué algunas estrategias funcionan. Fijarse en lo micro. Hay que tener en cuenta que al populismo, a veces, no le hace falta ganar elecciones para transformar Europa. El Brexit, una vez más, es un buen ejemplo.

Durante el diálogo con los asistentes, Jordi Vaquer explicó, según su punto de vista, por qué en España la extrema derecha no ha conseguido (¡de momento!) tener un espacio propio. No considera el analista que sea por el miedo a volver al franquismo. Señala que, aquí, lo identitario ya ha sido muy tratado, que ha habido una integración de la inmigración bastante positiva, y que prácticamente no existe una prensa amarilla, como en otros países, capaz de movilizar a través de la demagogia. En la misma línea, la aparición de partidos como Ciudadanos y Podemos ha ayudado a canalizar, desde corrientes diversas, las cuotas de indignación ciudadana.

Nos recuerda Vaquer, de todos modos, que siempre hay que estar atentos para que la euforia no nos juegue una mala pasada. Nada es definitivo.

Albert Lladó

Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros títulos, de 'Malpaís' y 'La travesía de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).

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