César Calero: “Narro una historia que, ante todo, celebra la vida”

César CaleroEntre Argentina y Honduras, César G. Calero, periodista madrileño de nacimiento, ha tenido tiempo, mientras cubre la crisis política, social e institucional que vive el país centroamericano para poder responder a unas preguntas referentes a Humano (InÉditor), su primera novela.

¿Cómo y por qué da el paso del periodismo a la literatura?

Si entendemos el periodismo como un género literario más, ese paso es natural para algunos periodistas. Me refiero a ese periodismo narrativo, a la crónica, a esa manera de contar la realidad con las artes de la ficción. Un género por el que han transitado autores a los que bien se les puede llamar periodistas o literatos. Un género al que se le etiquetó en los años sesenta como “Nuevo Periodismo” tras la irrupción de Capote, de Wolfe, de Mailer…, pero que había sido desarrollado años antes por autores como Joseph Mitchell (El secreto de Joe Gould) o, ya en los primeros años del siglo XX, por escritores-reporteros como John Reed (con sus maravillosas crónicas México Insurgente y Diez días que estremecieron el mundo). Manuel Chaves Nogales, en España, representa el paradigma de ese estilo. Sus relatos sobre la Guerra Civil o la magistral semblanza del torero Juan Belmonte, que ahora, afortunadamente, se acaban de reeditar, son piezas fabulosas de lo que luego se daría en llamar “Nuevo Periodismo”.

De alguna manera, Humano trata de ser una denuncia de ese otro periodismo, aberrante, el de los charlatanes que nos asaltan cada día desde la radio o la televisión sentando cátedra sobre cualquier asunto.

¿Cuánto hay de autoficción en lo que escribe? Es decir, ¿en qué medida se nutre su prosa de sus vivencias?

Las vivencias aparecen casi siempre de manera distorsionada. A veces, es la propia memoria la que se encarga de distorsionarlas automáticamente, adulterando los recuerdos. Otras veces, las herramientas de la literatura hacen y deshacen a su antojo experiencias personales que se transforman así en pura ficción. Durante unos años, disfruté escribiendo algunas necrológicas cuando trabajaba como corresponsal del periódico El Mundo en México. H. Umano, el personaje principal de la novela, es un periodista que también disfruta escribiendo obituarios, pero al margen de esa coincidencia no hay grandes elementos de autoficción en la novela. Sólo eso: vivencias distorsionadas.

¿Cuáles son sus referentes?

En esa tradición de periodismo literario de la que hablaba antes se enmarca el trabajo de Joseph Mitchell, el célebre periodista del New Yorker. Su libro El secreto de Joe Gould es una pieza maestra de periodismo narrativo. Autores como Mitchell y la generación dorada del New Yorker revolucionaron la manera de contar historias reales. Jay Allen, Louis Fisher, Martha Gellhorn  y otros grandes cronistas anglosajones que cubrieron la Guerra Civil Española son también referencia obligada para cualquier amante del buen periodismo narrativo. Como lo son los libros de denuncia del alemán Günter Walraff, el “periodista indeseable” (para el poder). En literatura, mis referentes son variados: van de Kafka a Bolaño, de Faulkner a Marsé…

Humano¿Cómo surge Humano?

Humano es la historia de un periodista, amante del periodismo ilustrado de Joseph Mitchell, que escribe obituarios y que un buen día decide seguir el rastro huidizo de uno de sus muertos reseñados, el Gran Pleonasmo, un luchador enmascarado mexicano.

La novela nace de la conjunción de varios factores. Podríamos hablar en primer lugar del “factor muerte”. La obsesión por la muerte nos comienza a asaltar, como al personaje de la novela, cuando uno traspasa cierta edad y se empieza a plantear que quizás no sea inmortal. Uno puede pensar en la muerte de manera aprensiva o hacerlo de una forma más natural, recordando a aquellos muertos que en vida nos enseñaron algo. En segundo lugar está el “factor máscara”. Comencé a pensar a menudo en las máscaras hace unos años, cuando vivía en México, después de escribir un reportaje sobre luchadores enmascarados. La máscara transforma a los luchadores en héroes populares, en personajes de leyenda para el común de los mortales. Por eso muchos deciden no desprenderse de ella nunca. Como ellos, todos portamos una máscara, una autoprotección frente a los demás y frente a nosotros mismos.

En tercer lugar, podríamos hablar del “factor Mitchell”. El vagabundo ilustrado Joe Gould que dice haber escrito la obra más extensa de la literatura, Una Historia Oral de Nuestro Tiempo, encierra secretos que todo periodista quisiera descubrir. Pero el propio Mitchell, que no volvió a escribir nada tras publicar ese libro, también encerraba sus propios secretos. Y H. Umano ve en él un referente obligado, vital y profesionalmente.

Fue la conjunción de esos factores (la lectura del libro de Mitchell y la reivindicación del periodismo narrativo, mi inopinada devoción por los obituarios como artefactos que puedan rescatar fragmentos entre las ruinas, la fascinación por la máscara, y otros que se me escapan) la que me llevó a tratar de armar algo que tuviera semejanza con una novela.

¿Qué encontrará el lector en Humano?

Una historia que, ante todo, celebra la vida. Y lo hace aludiendo a los muertos, al legado de los muertos, a esa estela que nos dejan y en la que podemos hallar el combustible necesario para seguir respirando. Una historia para reflexionar sobre la muerte, el fracaso, la tristeza…

César Calero 2¿Por qué un periodista que se dedica a los decesos?

H. Umano, el periodista que narra la historia, encuentra en los muertos, en la vida de algunos muertos, el sentido de su vida. Ante una existencia rutinaria, nada mejor que sumergirse en algunas de esas vidas que parecen arrancadas de una ficción.

El obituario es un género poco frecuentado en el periodismo español pero muy habitual en el anglosajón. Y aúna algunas de las claves del buen periodismo: capacidad de síntesis para contar una historia en unas pocas líneas y una prosa por lo general cuidada.

¿En qué medida el fracaso y la tristeza son inherentes a la condición humana?

Como dicen los cantantes de fados, la vida es una mezcla de alegría y de tristeza. Aunque como decía Kenko Yoshida, ese bonzo budista que hace más de 600 años escribió en trocitos de papel sus Ocurrencias de un ocioso, “las personas maduras sabemos que las alegrías, la ira, la tristeza e incluso los placeres son todos ellos ficciones”. “¿Y sin embargo ―se preguntaba Kenko―, no nos entregamos a ellas como si fueran reales?”.

Yo creo que el hombre que escribe obituarios en la novela vive esas ficciones como los demás. Celebra el solo hecho de poder caminar y observar a los demás, de captar los fragmentos de conversaciones y las escenas que le depara ese paseo diario que tanto disfruta. Celebra la vida con sus fracasos y con sus tristezas. Alguien decía que no entendía por qué había que mostrar siempre alegría, risas, jolgorio, por qué había que ocultar la tristeza si es algo natural a nuestra existencia. Querer imponer la dictadura de la alegría a todas horas me parece una soberana estupidez.

¿Y el fracaso? ¿Es el hombre que escribe obituarios un fracasado? Ésta es otra pregunta que intenta lanzar la novela. Uno fracasa porque no cumple una expectativa que se ha creado y que otros, quizás, sí han cumplido. Pero si no hay expectativa, no hay fracaso, por más que los demás nos lo hagan sentir cada día. El hombre que escribe obituarios, prototipo de “fracasado” en nuestra sociedad, hace tiempo que comprendió que era mejor no vivir bajo esa condición; dejó de ser un fracasado en su fuero interno, aunque no en la creencia de los demás.

¿Cómo funciona su proceso creativo?

Escribo por impulsos, tratando de hilar esos “factores” que me van obsesionando en un determinado momento. Ese primer proceso creativo, el juego de hilar ideas, es realmente apasionante. Luego llega la hora de las decepciones, la hora de transformar ese juego en una historia interesante, coherente desde el punto de vista narrativo. En ese proceso de piedra y cincel naufrago una y otra vez. Es cuestión de perseverar. Hasta que la piedra empieza a tomar forma en algún momento. A partir de ahí, el proceso vuelve a ser apasionante.

Diego Giménez
www.entrefragmentos.wordpress.com

Diego Giménez

Diego Giménez, doctor en filosofía y pensamiento (UB) con una tesis sobre "El libro del desasosiego" de Fernando Pessoa, ha realizado diferentes actividades relacionadas con la literatura y el periodismo. Ha trabajado como redactor de LaVanguardia.com y en 2008 cofundó Revista de Letras.

7 Comentarios

  1. Me gusta el tema del libro y puede que lo leea.

    Pero con lo que mas me siento identificada es con la explicación del proceso creativo del autor.

    Siempre llevo una pequeña libreta en mi bolso para que ninguna idea, ya esa para prosa o verso se pierda.

    Luego enlazarlas, mezclarlas y darles forma me puede llevar años.

    Hasta la fecha sólo me han publicado artículos en IH Industria Hostelera, mientras cursaba Turismo en la Esculea Superior de Hostelería y Turismo. Y llevo unos años dejando caer artículos en http://www.mujer.ecoleganes.org

    Lamento que la nota de corte nunca me diera para estudiar periodismo. Me alegro que Ecoleganes la radio comunitaria de Leganes; me deje participar tanto a nivel escrito como a nivel de radio.

    Un saludo,

    Marta Cañadillas

  2. ¡Qué aparente locura¡¡ Un tributo a Mitchell mezclado con un homenaje a los luchadores mexicanos de la mano de un escéptico periodista de Carabanchel. Bienvenida esta dosis de frescura¡¡.

  3. Estupenda entrevista. Me quedo sobretodo con esta frase: Una novela para celebrar la vida. A priori parece dificil entender cómo celebrar la vida llevados por un personaje gris que escribe obituarios, pero he leído el libro y es posible. Enhorabuena¡¡

  4. El otro día tuve la suerte de encontrar el libro en unos grandes almacenes, me hice con él y hasta que no lo he terminado no he podido parar. Interesante libro y fantástica forma de escribir. Felicidades Calero, espero el próximo.

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