Estaba anunciado. El dÃa se presentaba lluvioso. Tras un vuelo con retraso de una hora y fuertes turbulencias (todo el mundo temblaba pensando en Perdidos), llegamos a Sevilla. El taxista nos lleva hasta el hotel serpenteando por las callejuelas del casco antiguo. Por un momento, pienso en Luis Moya («Â¡Trata de arrancarlo, Carlos, por Dios!»). Hotel Doña MarÃa, frente a la catedral. Expositores con abanicos y gitanas, platos de cerámica con ilustraciones tÃpicas y un hall que parece el tablao de El balcón de la luna. Pues sÃ, esto debe ser Sevilla.
«Â¡Vamos con la segunda!»: Sevilla, una maravilla.
Reales Alcázares. Nos dicen que, en un principio, se iba a celebrar la cena fuera, en el patio, pero debido a la lluvia, han tenido que habilitar dos salones del interior. Eso sÃ, el aperitivo nos lo sirven al aire libre, porque ha escampado.
Los del grupito de corresponsales intentamos reconocer a alguien. Primer aviso: el Ateneo es una institución antiquÃsima. Y asà se ha quedado, antigua. Por lo visto, se hacen cargo de dos eventos sociales que son lo más «in» de Sevilla (si no vas, no eres nadie): la cabalgata de los Reyes Magos y el Premio Ateneo de Novela. Y poca cosa más que sea de especial relevancia.
Los del grupito de corresponsales intentamos reconocer a alguien. Segundo aviso: Gente muy mayor, con traje oscuro, camisa blanca o azul y corbata roja. Gente de mediana edad con traje oscuro, camisa blanca o azul y corbata roja. Mmmm. ¿Es personal uniformado? No puede ser, son demasiados. Nos sacan de dudas: PolÃticos. Estamos rodeados. Invitados poco interesados en la literatura invaden el lugar porque «hay que estar». Señoras que ocupan las sillas y se levantan sólo cuando ven pasar una bandeja de croquetas. Hay queso, jamón, albondiguillas de buey («no saben a nada»), pinchos de cordero y gambas («esto sà sabe a algo»), una especie de rollitos de rabo de toro («No, gracias»). Señoras que se sientan cuando no queda nada en las bandejas. Curiosa especie, la de los polÃticos. Sostienen las copas con tal ligereza que se les caen de las manos. El fino. Un camarero se pasea con escoba y recogedor para hacer desaparecer los cristales. Eso sÃ, lo que se lleva a la boca no se cae. Y si algo va a parar al suelo se recoge, que no están los tiempos como para tirar la comida.
«Â¡Vamos por la tercera!»: Quien se fue a Sevilla…
Vuelven a tocar diana. Todos adentro. Los periodistas no estamos en la lista de invitados. Óscar, «al loro», nos acomoda. Los corresponsales no cenaremos en el salón principal, sino en el de Tapices, sin un monitor desde donde seguir el evento, junto a la puerta de salida (se agradece, por si hay que huir). Detrás nuestro, una mesa ocupada por «chicas de oro» y otra que permanece vacÃa. De repente, llegan unos señores de traje negro, camisa blanca o azul y corbata roja. Se dirigen a la mesa vacÃa. Cara de mosqueo. Son los representantes del Partido Popular. Ofendidos por no estar en el salón principal, deciden marcharse, sin darse cuenta de que quienes estamos al lado somos periodistas y lo estamos viendo/escuchando todo. La clase polÃtica…
Regreso a Barcelona. Otra vez una hora de retraso en el vuelo. Cansancio, y la sensación de que, a pesar de los trajes, la cena, la «fealdad» y la parte polÃtica de los premios, aún podemos encontrar belleza, en este caso, en las «Ateneas» que, seguro, darán que hablar a partir de octubre.
[…] novelas serán publicadas en octubre en la editorial Algaida. Crónica sevillana en cuatro coplas, por José A. Muñoz Etiquetas: Algaida, MarÃa Zaragoza, Premio Ateneo de Sevilla, Premio Ateneo […]