¿Qué te propones? ¿Salir del tren? Lo tienes claro, majo. No creas que haciendo el gesto de bajar el escalón lo vas a lograr. Estoy en tu camino, justo en medio, y no tengo ninguna intención de apartarme. A mis cincuenta años y como mujer, he aprendido a defenderme de gentuza como tú, que pretende entorpecer el acceso para que no podamos subir al transporte público. SÃ, ya conozco la excusa: «Â¿No ha visto el aviso que hay en la puerta? ¿No entiende lo de ‘Dejen salir antes de entrar?’ » SÃ, conozco las normas, pero me las salto porque me sale de las narices. Porque yo lo valgo. Y porque yo salgo de la estación, asà que en eso estaba hasta que te me has puesto delante.
Apártate tú, niñato, necesito subir antes de que alguna desgraciada me quite el sitio por el que he pagado. Me niego a viajar de pie, a la vista de todos. Necesito sentarme para poderme reir de todos los que permanecen apretujados. Quiero fastidiar el trayecto a quien tenga enfrente, agobiándole con mis problemas. ¿Qué? ¿Ahora me empujas? ¿Qué es eso de ‘Apártese, señora’?. ¡Un poquito de respeto, que soy una persona mayor! ¡Habrase visto, qué poca educación! ¡A la cárcel te tendrÃan que llevar, a ver si te enseñaban modales! Por poco me tira al suelo, ¿lo han visto? Ay, esta juventud, dónde habrá dejado el civismo. Les das todo y mira como te lo pagan, que ni te ayudan a subir al tren.
¡Eh, oiga! ¡Que me ha cerrado la puerta! ¡Eh, maquinista, que tengo que subir! ¡Pero bueno, qué poca vergüenza! ¡Oye, pues no se abre! ¡La madre que los parió! ¿Pues no me ha cerrado la puerta en las narices? ¡Que pare el tren, que habÃa un sitio libre! ¡Pero si ni ha sonado el pito ni nada! ¿Qué prisa tienes? ¡Los denuncio, yo los denuncio!
José A. Muñoz