Con los diferentes “posts†sobre Derrida he intentado exponer una aproximación a la figura del pensador en los Estados Unidos en esa difÃcil periodización que llamamos los sesenta y que se podrÃa situar entre 1955 con el asesinato de Emmett Till y la reivindicación de Rosa Parks hasta la retirada de las tropas norteamericanas de Vietnam en 1973. He intentado exponer en que momento y cómo fue recibido Derrida. Afirma Lentricchia en Después de la “Nueva CrÃtica†que
“en un determinado momento de principio de los setenta, se rompió el hechizo dogmático de nuestro sueño fenomenológico, y los norteamericanos tuvimos que abrir los ojos a la realidad de que una nueva presencia se habÃa apoderado por completo de nuestra imaginación crÃtica de vanguardia: Jacques Derrida.â€
La influencia más citada del filósofo de origen argelino en Estados Unidos tiene que ver con lo que se ha dado a llamar el cuarteto de Yale, que a finales de los setenta se convertirÃa en la antesala de la deconstrucción derridiana: Paul de Man, Harold Bloom, Geoffrey Hartman y J. Hillis Miller. A pesar de que no se consideraron adscritos a una escuela crÃtica determinada si que la influencia del deconstructivismo parece evidente en los cuatro autores. Quizás la más significativa sea la de Paul de Man que, a modo de esbozo, erige una teorÃa del lenguaje figural donde el lenguaje formal despliega sus lÃmites narrando el vacÃo que es su condición de posibilidad en contraposición al lenguaje referencial y gramatical de la crÃtica clásica.
Nos dice Jonathan Culler en Sobre la deconstrucción que
“la literatura contemporánea exige también concentración en el lector dado que muchas de las dificultades y discontinuidades de las obras recientes pueden someterse a discusión crÃtica sólo cuando el lector funciona como protagonista†.
Es interesante notar en este sentido, que mientras el significado dependa en cierta medida de las diferentes lecturas, éstas no pueden no apoyarse en el texto aunque sea para constatar tanto su autoridad como sus lÃmites o cualquier pretensión de unidad del mismo. La deconstrucción explora la situación problemática a la que nos abocan las diferentes lecturas. En esta lÃnea me gustarÃa acabar citando una conversación entre Jonathan Franzen, que abrÃa mi exposición, con Don DeLillo. En una carta que le escribe el autor de Ruido de fondo a Franzen le comenta que “si la lectura seria disminuye casi hasta la inexistencia, posiblemente significará que la cosa de que estamos hablando cuando hablamos de “identidad†ha llegado a su finâ€.
Diego Giménez
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