Eduardo Berti: «Detras de la rutina está agazapado lo excepcional»

Eduardo Berti (foto: Marta Ballester)

Decía José Ángel Barrueco de Eduardo Berti a propósito de un libro de microrelatos anterior, que «leerse un libro de Berti es como beber champán a cortos tragos. Cuando finalizas su lectura, uno advierte que lo ha pasado en grande sondeando esas piezas pequeñas….  poco conocido en España elabora un catálogo de rarezas compuesto por ciento dos relatos hiperbreves sobre los que despuntan las sombras de Borges y de Cortázar y en cuyas páginas su autor se ha movido con la mejor artillería, a saber: la imaginación, el fantástico y el humor”. ¿Qué mas puedo añadir de Eduardo Berti, sin duda uno de los grandes valores de la literatura argentina de este milenio en movimiento?. Este es el autor.

Eduardo Berti. ¿Es consciente que en estos momentos ya es todo un referente a seguir dentro de la literatura del relato breve e hiperbreve tanto en España como en Latinoamérica?

Es usted muy generoso al decir eso. Yo trato de hacer las cosas lo mejor posible y, al mismo tiempo, estos últimos años he publicado (al margen de mis propios libros) un par de antologías en torno al relato breve e hiperbreve: me refiero a Historias encontradas (Eterna Cadencia, Buenos Aires) y Los cuentos más breves del mundo (Páginas de Espuma, Madrid). Tal vez por eso habla usted de “referente”.  Pero no creo que sea para tanto.

Cuénteme, ¿por qué se decidió por el cuento como género a desarrollar y seguir?

Aunque suene raro, no recuerdo que en un momento dado yo tomara la decisión de ser escritor o de escribir cuentos y novelas. Es algo que empecé a hacer a los seis o siete años de edad, cuando iba de visita, los fines de semana, a la casa de mis dos tías profesoras de literatura y a una de ellas, la más joven de las dos, le robaba su máquina de escribir Olivetti. Muchos años más tarde, muertas ambas, encontré algunas de las cosas que escribí de niño y quedé bastante perplejo al ver que un brevísimo texto de infancia se parecía a uno de los cuentos de mi primer libro: Los pájaros. En cuanto al género del cuento, en aquellos tiempos (principios de los años setenta) las figuras de Borges y Cortázar se hallaban en su punto más alto y ambos eran, fundamentalmente, cuentistas. Por lo tanto, crecí con la idea de que el cuento ocupaba un lugar central en la producción literaria. Más tarde comprendí que no era exactamente así y que parte de la industria editorial, por ejemplo, se resistía bastante al género.

Hacía tiempo que no regresaba al relato corto, le conocíamos en su faceta del hiperbreve…

Es verdad. Mi primer libro fue Los pájaros e incluía doce relatos. Luego publiqué varias novelas y, entre medio, mi libro de hiperbreves: La vida imposible. Todo esto no quiere decir que dejara de escribir cuentos. En todo ese tiempo escribí muchos (muchos más de los que incluye Lo inolvidable), pero tardé en publicar un libro de relatos.

Usted se define y se siente heredero de Borges, Cortázar, Casares, que es tanto como decir de los autores fantásticos del XVIII y XIX, del Romanticismo… ¿Encontramos dicha impronta en sus relatos de Lo inolvidable?

Lo que me gusta mucho de Cortázar, Silvina Ocampo, Felisberto Hernández, J.R. Wilcock, Italo Calvino, Virgilio Piñera, Dino Buzzati y tantos otros escritores que fueron fundamentales en mis años de formación como lector es que juegan con los límites entre lo real y lo fantástico. Pero se trata, desde luego, de un fantástico que no es el del romanticismo. La diferencia es que se realiza un uso intelectual (ya no “emocional”) de lo fantástico: como juego, como ironía, pero también como metáfora de los fantasmas, temores y deseos del hombre actual. Pienso en un conocido microcuento de Juan José Arreola: «La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones«. A diferencia del gótico de fines del siglo XIX o de los cuentos victorianos, aquí el fantasma no es algo ignoto, sino algo familiar.  O, en todo caso, algo siniestro: algo familiar que se nos vuelve, de pronto, desconocido. Y el lugar donde aparece dicho fantasma no es un castillo, ni una habitación oscura… El lugar es el hombre.

Porque precisamente la fantasía reside en los hechos cotidianos e intrascendentes, como en ese hijo y ese padre que caminan en silencio hacia la escuela, ajenos. (Algo intrascendente salvo el desenlace…). ¿Es la vida tan desalmada como la describe?

No pienso que la vida sea desalmada. No es la primera noción que se me ocurre. Pienso, eso sí, que es mucho más compleja y más inasible de lo que muchas veces (por comodidad, por pereza, incluso por precaución)  llegamos a ver. Pienso que detrás de la rutina (de la vida que llevamos un poco de memoria) está o puede estar agazapado lo singular, lo excepcional. Lo inolvidable, por citar el título del libro.

En realidad sus relatos rayarían el absurdo, casi el surrealismo, si no fuera que son situaciones que se manifiestan a diario en la vida ¿no le parece?

Es cierto que algunas cosas que se narran en mi libro son absurdas o insólitas. Una dentadura postiza que recita obras literarias por las noches, ya separada de la boca de su dueña. Un músico que, de improviso, se olvida de la música. Un niño cuyos ojos cambian de color. El gran desafío, creo yo, es hacer que estas cosas se vuelvan más o menos verosímiles en el contexto de la vida corriente. Esto le da anclaje a las ocurrencias.

Y también podríamos decir que tienen un punto de crueldad…

Sí, no lo niego. Cierta crueldad, cierta mirada crítica (como en «La mentira o la verdad») o incluso cierta violencia más o menos contenida, como en el cuento de los dos amigos que trabajan a solas entre las piedras: uno de ellos recibe cada tanto alguna carta, el otro no llega a recibir ninguna. Esto genera entre ellos una tensión.

¿Inquietantes, quizás?

Ojalá. Me gusta la literatura a la que le cabe el adjetivo de inquietante.

Hábleme de la literatura en castellano, ¿cómo la encuentra? ¿Teme a los eBooks?

La literatura en castellano está siempre en renovación y se caracteriza por ser variada y abundante, no olvidemos que se trata del segundo idioma de Occidente, después del inglés, y que hablamos de países y tradiciones tan diferentes como Argentina, España, Cuba, México, Perú, Colombia, Uruguay, Chile, etc. En cuanto a los eBooks, no les temo en cuanto formato, en absoluto. Me agrada saber que se ha inventado un modo de leer en una pantalla que nos daña menos los ojos y que es sumamente portátil. Dudo que yo pueda sustituir el placer de leer un libro de papel por un eBook; sería un cambio demasiado drástico para mis hábitos. Pero lo que me preocupa, al margen de esto, es que los contenidos de los eBooks se pirateen y circulen gratis en la web como sucede con la música. Es muy perjudicial para los escritores. Los músicos pueden compensar ese daño (al menos en forma parcial) con conciertos en vivo o con los derechos de reproducción en TV y/o radio, por ejemplo. Los escritores no tenemos otras alternativas. Sólo cobramos derechos de autor por libro vendido. Cuando nos invitan a una lectura pública (en una librería, por caso) con suerte nos dan las gracias, salvo contados países como Alemania donde las lecturas públicas son pagas.

Luis García
Las Cartas del Norte

Luis García

Luis García, ha colaborado en, entre otros medios, Clarín, Lateral, El Péndulo, Mercurio, Turia, Cambio 16, La Clave, El Siglo de Almería, La Opinión de Granada, y los suplementos El Argonauta de El Diario de Ávila y el de La Nueva España. Mantuvo la sección Cartas del Norte en el suplemento La Mirada, del Correo de Andalucía, y en El Mirador, de El Diario de Andalucía. Es Director de Contenidos de www.literaturas.com y escribe en Cuadernos del Sur de El Diario de Córdoba; Oviedo Diario y El Comercio. Sus relatos y poemas se pueden leer en Fábula, El Cobaya, La Pluma y el Tiempo, Barcarola, o Galerna.

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