Daniel Davies engaña: Con su aspecto de chico que nunca ha roto un plato, modosito, algo tÃmido y educado como buen británico, y resulta que su primera obra, La isla de los perros (Anagrama) tiene una fuerte carga sexual, pornográfica, recreando los ambientes de «cancaneo» (o dogging –término inglés–, o cruising -variante gay-). O sea, sexo al aire libre -aparcamientos y zonas poco concurridas en el caso de la novela- entre desconocidos. Un libro de aquellos que atrapan desde la primera página. «Vale, porque hay sexo», pensaréis; sÃ, pero también porque su protagonista es de aquellos que hipnotizan.
Y antes incluso de hablar con la prensa, avisa: No es una novela autobiográfica, aunque esté escrita en primera persona. E insistirÃa más tarde, las veces que hicieran falta.
El punto de partida: Daniel Davies se encontraba hace cinco años en San Sebastián dando clases de inglés y se enteró por la web de la BBC que el célebre futbolista del Liverpool Stan Collymore habÃa sido descubierto por dos periodistas practicando sexo furtivo en diferentes ocasiones. Y, después de tres años en el extranjero, al regresar con mis padres, decidà comenzar a escribir el libro. Hice una investigación previa en internet sobre el fenómeno del «dogging», algo que dice mucho de la verguenza de los ingleses sobre el sexo. Existen tantos estereotipos sobre los ingleses y son tan marcados, a diferencia del resto de los europeos, que resulta sorprendente que se haya convertido en algo más habitual de lo que se cree. Esa investigación (no, no fue «de campo»), le permitió introducirse en webs y foros de contacto, y conocer el mecanismo de los códigos que se utilizan, que son muy particulares. Internet, los SMS y las comunicaciones modernas han hecho que se multipliquen estas actividades, permitiendo el anonimato. El sexo entre desconocidos hace posible, entre otras cosas, la no distinción entre clases sociales.
Jeremy Shepherd, su protagonista, tiene ciertos paralelismos con el autor, pero no es una novela autobiográfica, que quede claro (de nuevo). Como él, trabajé en una revista de moda y acabé muy desilusionado de ese mundo consumista, del ambiente pijo. Comparto ese rechazo, esa reacción contra el consumo y a favor de la vida más sencilla. También hay cierto distanciamiento con Londres, en mi caso, fruto de los tres años que estuve fuera del paÃs, en España, en la República Checa… Cuando volvÃ, lo hice con ojos nuevos y descubrà cosas diferentes. Por eso el narrador puede resultar algo frÃo, porque partÃa de mi propia visión. También es relativamente nuevo el que me aleje de la gran capital, la cultura literaria británica está basada en Londres y mi exploración de Inglaterra es poco usual.
Otro de los aspectos que trascienden en el libro es el motivo por el que se practica el «cancaneo»: Londres tiene el mayor número de cámaras de seguridad. Puedes pasear por la ciudad y estar seguro de que te van a grabar cada segundo. El «dogging» es una renuncia a eso, un deseo de evitar las cámaras, lo que no deja de ser una paradoja, ya que estas actividades se basan en el voyeurismo, en el placer de mirar. También hay una connotación fetichista hacia el coche como objeto sexual, algo muy recurrido en el mundo de la publicidad y que se apreció en la obra «Crash», de J. G. Ballard. Es la socialización del sexo en un paÃs con un alto grado de puritanismo. Ya se sabe que en Inglaterra no hay religión, es un paÃs secular, por lo que tenemos dos formas de escapismo: el futbol y el sexo (y añado, a tÃtulo personal, que uno es el público y el otro el privado).
En La isla de los perros Davies no ha tenido reparos en utilizar un lenguaje explÃcito, lo que es un reto en inglés, imagino que también en español. Se puede recurrir a dos maneras de escribir sobre sexo: O utilizas un lenguaje frÃo, clÃnico, o te pasas a lo vulgar, a lo grosero. El vocabulario inglés se cae en las dos clases, la mayorÃa de los autores catalogados como «serios» evitan incluir sexo en sus obras. Escribir de manera sensata y, a la vez, sensible es difÃcil. TenÃa curiosidad por leer la traducción de Federico Corriente, porque estuvimos en comunicación por email y surgieron dudas a ese respecto.
La crÃtica ya le ha comenzado a comparar, entre otros, con los autores de referencia del propio Davies: Houellebecq, Ballard, Easton Ellis, Coetzee, Darrieussecq, Millet… -algunos de ellos aparecen citados en su libro (otra conexión con el autor, quien, por cierto, nunca ha practicado el dogging)-. Aún asÃ, hay reacciones extremas: Algunos se han escandalizado y han tenido miedo de publicar crÃticas por tratarse de una obra controvertida, otros han ignorado el libro, y también han surgido voces a favor que incluso lo citan como el mejor del año.
En marcha, su segunda novela, en la que no habrá sexo, pero sà muerte, que es el otro gran tema literario. El protagonista (esta vez en tercera persona) es un hombre a quien atacan en el transporte público y sufre un cambio de actitud que le lleva a formar parte de un grupo de vigilantes no autorizados. Será una mezcla de géneros, entre ficción cientÃfica y realismo social.
Y, por si quedaban dudas, ¿acaso no le ha picado la curiosidad, después de tanta investigación y tanto escribir sobre el asunto?. Davies lo tiene claro: No. Me ha servido para explorar el fenómeno y la vida provincial. Pero nada más. SerÃa un problema, porque mi novia es australiana y sus padres son católicos. Saben que he escrito el libro, pero no les ha explicado de qué va. QuerÃan hacer lecturas de pasajes de la novela en la iglesia algún domingo, pero no serÃa muy apropiado.
No sé, no sé… Me sigo quedando con la duda. ¿Y tú? Si lo practicaras, ¿lo dirÃas?
José A. Muñoz
[…] Revista de Letras publica: […]
Si cada vez es más frecuente encuentros de dogging o también conocido como cancaneo, ya que se acerca el buen tiempo