Foto de portada de 'Historia de Irene' | Seix Barral

El mar de Irene

/
Erri De Luca | Foto: Augusto De Luca | Flickr CC

Dice Erri De Luca (Nápoles, 1950) que él no inventa historias, las recopila. El escritor se ve a sí mismo como el que escarba entre los restos que ha dejado el paisaje. “No son aire, sino sal, lo que queda después del sudor”, explica. Y algo así es lo que hace en Historia de Irene, una novela corta que se adentra en los enigmas del Mediterráneo.

Allí conoce a Irene, una niña sorda de catorce años que está embarazada, y que vive sola en una isla. En ella se concentra todo el misterio de un mar que es tan cruel como fundacional. “Mar adentro, en verano, se cruzan balsas y veleros, los más opuestos destinos”.

Irene tiene los “ojos redondos de los peces”. Nada de noche, incluso en invierno, y poco a poco el lector comprende que tiene un vínculo especial con los cetáceos del lugar. Allí dará luz a su hijo, acompañada por el cobijo de los animales.

En la isla nadie le saluda. Nadie sabe quién le ha dejado embarazada, ni de dónde viene en realidad. “Quién era su gente. No lo sabe, la recogieron en la playa después de una tormenta”.

Seix Barral

Memoria y olvido se mezclan en una historia (acompañada por dos relatos breves) que se adentran en un lenguaje indescifrable, el lenguaje del mar. Irene no habla, y sin embargo se comunica con el narrador. “¿Cómo es que entiendo tus frases, Irene, y ni una palabra se despega de tus labios? Así lo hacen los delfines, me responde”.

Su lenguaje es el silbido de mar. “Toca una armónica con su aliento”, leemos.

“Ayer demasiado pronto, mañana demasiado tarde, a cada uno de los días en la isla le correspondía la invención del tiempo”. Y es que todo se detiene allí, en una patria cuya frontera es el agua. También es su fortaleza.

La vida entre los demás habitantes se hace pesada, insoportable. Es estigmatizada, rechazada. Pero el mar siempre le acoge. Todo parece más intuitivo en el agua. Incluso el movimiento. “El mar por debajo de ella es una goma elástica, sus patadas con las piernas unidas son un golpe de aletas”, nos cuenta el narrador.

La cuestión sobre quién es realmente Irene es la pregunta sobre nuestra civilización. “Irene conoce las respuestas a cosas que no hacen preguntas”.

Y es que el escritor sabe que él tiene la edad de su abuelo y, sin embargo, “ella es más antigua”. Hay algo en la niña que nos conecta con todos los mitos, con lo  que existe de nacimiento en ese Mediterráneo, y que para nosotros se ha convertido, ya, en intraducible.

¿Y si hubiéramos hecho más caso a las leyes del mar para aprender a organizarnos en tierra?

“No hay rastro de oro en mis aguas. El mar, en cambio, lo contiene en grandes cantidades, disuelto y dividido en partes iguales. La mejor distribución de la riqueza: es raro que el comunismo no tomara el mar como ejemplo… Optó por obreros y jornaleros en lugar de pescadores”, escribe el autor, escondido entre los recovecos del narrador de esta nouvelle.

Irene vuelve a silbar. Y nosotros oímos, así, el dolor y la alegría de un Mediterráneo del que hemos olvidado su idioma. Vemos balsas y veleros. Y seguimos sin respuesta. Tal vez porque esperamos que las preguntas lleguen desde un lugar que no es el nuestro.

Este artículo pertenece a Agua y Cultura, sección patrocinada por la Fundación Aquae.

Albert Lladó

Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros títulos, de 'Malpaís' y 'La travesía de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Previous Story

Madame Rodoreda (II)

Next Story

Una di(se)cción

Latest from Agua y Cultura

Agua viva

Clarice Lispector se pregunta por los límites del lenguaje en un libro que nace y se

La raíz del agua

El poemario de Montserrat Abelló es una indagación sobre la sed de deseo y  la necesidad