La relación entre la fotografÃa y la literatura, dos campos que en un principio podrÃan parecer muy distintos, viene de lejos. De hecho, desde la aparición de la fotografÃa se han ido interaccionando, desde la desconfianza previa de los escritores al posterior enriquecimiento mutuo hasta llegar, incluso, a experiencias de un producto hÃbrido como puede ser la fotonovela.
Las dos naturalezas son bien diferentes. Hay que pensar que la fotografÃa es el producto de un seguido de experimentaciones quÃmicas que han pasado por nombres propios como Wengwood, Niepce, Daguerre, Talbot o Maxwell, entre muchos otros1.
Este carácter técnico ha creado su esencia ontológica llegándose a definir como “arte exacto y ciencia artÃstica†y es que en su nacimiento, con antecedentes en la “cámara oscuraâ€, confluyeron la técnica, la ciencia y el arte.
Mientras, la literatura se ha considerado, casi siempre, como un fenómeno artÃstico y/o intelectual. Por eso mismo, la historia de la relación entre ambas experiencias estéticas es un continuo de rechazos y convergencias, de aproximaciones y alejamientos. Pero no hay que olvidar que las dos son, por encima de todo, vehÃculos de ideas y mensajes. Son medios de comunicación, en realidad. Lenguajes. Y, por este motivo, tanto la fotografÃa como la literatura han de poner especial atención a su forma. Y es que no dejan de ser tejidos artificiales capaces de construir realidades distintas, a veces con significados polisémicos, y que dependen de su “tecnologÃaâ€.
Lo que nos interesa aquà es cómo ese inicio mecánico de la fotografÃa ha afectado a su relación con la literatura y cómo se ha visto, precisamente en este carácter supuestamente “objetivo†que puede tener una cámara, la posibilidad de “documentarâ€2. De qué manera se ha abordado la realidad como totalidad – o cómo se ha intentado hacerlo – desde la fotografÃa y cuál es el resultado en Retrato de un hombre invisible3 de Paul Auster y cómo ello ha supuesto una nueva forma de narratividad, sujeta a lo fragmentario, y con constante relación con la idea de muerte. Todo ello, fortaleciendo el mensaje de la vida como absurdo, y hablándonos de la imposibilidad de cruzar ciertas barreras que impone el solipsismo.
La fotografÃa y la presencia de la muerte
La fotografÃa tiene una relación constante con la muerte. Si pensamos cómo se recuerda al muerto con imágenes que intentan guardar los momentos más “vivos†del desaparecido, veremos hasta qué punto se ha utilizado la idea, prestada de la pintura, del “instante preñado†en que se quiere parar el tiempo, más allá de la vida misma.
En Barthes esta idea se convertirá, incluso, en un homenaje a la madre muerta4. Y en Auster5 parece más una búsqueda del padre que no se ha llegado a conocer del todo en la vida. Un padre que, de alguna manera, ha sido invisible pero también ciego. Que no se ha preocupado de los afectos y que, después de muerto, aparece como construcción a partir de diferentes fotografÃas.
Para Auster, cuando “un hombre muere sin causa aparente… nos acerca tanto a la frontera invisible entre la vida y la muerte que no sabemos de qué lado estamosâ€. Y es que es justamente a través de las fotografÃas que busca en la casa del padre cómo reconstruye todo el pasado, incluso el que va más allá de sà mismo, para “documentar†el paso por la vida de su progenitor. Sin ellas, el olvido hacÃa peligrar el recuerdo de alguien que no se molestó demasiado en demostrar que estaba vivo: “El descubrimiento de esas fotografÃas fue importante para mà porque parecÃa reafirmar la presencia fÃsica de mi padre en el mundoâ€. Es una forma, sin duda, de volver a verle vivo.
El padre ha intentado evadirse, sin aceptar la realidad del todo. Y el hijo, que ha buscado el cariño del padre durante toda su adolescencia, encuentra a otro hombre cuando descubre las fotografÃas de soltero de éste. Esto le ayuda a narrar una vida, un relato, que de otra forma no conocÃa. El hecho que descubra, a través de una de las fotografÃas, la historia trágica de su familia, hace que se aferre aún más a ese pasado para “resucitar†a un padre que llevaba muerto muchos años: “HabÃa perdido a mi padre, pero al mismo tiempo lo habÃa encontradoâ€.
Auster no deja de agarrarse a los recuerdos porque sabe que, en el momento de abandonarlos, el padre estará muerto del todo. Por ese motivo, quiere construir, como si de un castillo de naipes se tratara, una totalidad a través de fragmentos que, como veremos, cae por si sola. Y es que sabe que “cuando ponga un pie en el silencio, significará que mi padre ha desaparecido para siempreâ€.
Un hombre invisible. Absurdo y solipsismo
La intensidad del relato toma fuerza, en nuestra opinión, en dos momentos claves. Por una lado, en el descubrimiento de la manipulación fotográfica en la que el abuelo aparece “cortadoâ€, amputado de la fotografÃa, como separado del recuerdo y, por lo tanto, de la vida familiar. Y, por otro lado, cuando se explica la anécdota de cómo el padre se equivoca de casa al llegar del trabajo, sin que ello le importe demasiado: “… una cosa es que un hombre vuelva por error a su antigua casa, pero otra muy distinta es que no se note que todo ha cambiado en su interiorâ€.
Hay un desinterés absoluto. Lo hay en el polvo de la casa, en tener que mudarse y no recoger los bártulos, en no querer que la luz exterior invada un terreno que se ha convertido en refugio, en escapada. Es una vida del absurdo que nos ha recordado mucho a Albert Camus por este sentirse extranjero en una vida por la que se quiere pasar inadvertido: “… esta falta de raÃces lo convertÃa en un perpetuo forasteroâ€. Tal vez es una forma de huir del dolor que le ha provocado experiencias traumáticas, tanto las que podemos conocer por la reconstrucción de las fotografÃas antiguas como la que nos explica el narrador con la hija enferma. Incluso prefiere la ficción a la realidad “En cuanto se sentÃa obligado a revelar una parte de sà mismo, salÃa del escollo soltando una mentiraâ€. Su forma de vida, entre la autoficción y la indiferencia, es pues “una forma de comprar protecciónâ€.
Como decÃamos, el padre del narrador parece enfrentarse a la vida como lo hace el protagonista de El extranjero6, con la más absoluta apatÃa y aburrimiento. Siente su existencia, a la vez, como la roca de SÃsifo en el que “no hay destino que no se venza con el desprecioâ€7. Por eso mismo, vemos como el narrador nos asegura, pensando en su padre: “el recuerdo más temprano: su ausencia…. Recuerdos más próximos: un anheloâ€8.
Esta falta de sentido que tiene la existencia del padre, y la falta de totalidad que no si siquiera se consigue armar a partir del álbum familiar, no es otra cosa que la incapacidad de romper la barrera del solipsismo. Por ese mismo motivo, Auster decide terminar la obra con la mirada del narrador hacÃa su hijo, Daniel. Y es que sabe que los lÃmites que él mismo ha experimentado, aunque se lleguen a padecer de otra forma distinta, existirán en el futuro con su hijo. Sólo se puede conocer desde el fragmento porque no hay totalidad ni lazos capaces de romper una separación entre los individuos que forman parte de nuestra esencia de humanos, de mortales. He aquà la experiencia del absurdo que se intensifica a lo largo del relato a través de la metáfora de la invisibilidad del padre durante su vida y cómo sólo es capaz de hacerse presente, una vez ya muerto, a través del retrato fotográfico.
1. LÓPEZ SUÃREZ, Mercedes. “Fragmentos de una reflexión sobre literatura y fotografÃaâ€. Cuadernos de filologÃa italiana, ISSN 1133-9527, Nº. 13, 2006, págs. 97-118
2. Ver cómo se entiende la fotografÃa como “documento†en obras surrealistas como Nadja o Amour fou de André Breton.
3. AUSTER, Paul. La invención de la soledad. Editorial Anagrama. Barcelona, 1996.
4. BARTHES, Roland. La cámara lúcida. Editorial Paidós. Barcelona, 2007
5. AUSTER, Paul. La invención de la soledad. Editorial Anagrama. Barcelona, 1996.
6. CAMUS, Albert. El extranjero. Editorial Planeta. Barcelona, 2007.
7. CAMUS, Albert. El mito de SÃsifo. Alianza editorial. Madrid, 2001. Pág. 124.
8. AUSTER, Paul. La invención de la soledad. Editorial Anagrama. Barcelona, 1996. Pág. 33.
NOTA: El retrato de un hombre invisible está incluido en el libro citado: La invención de la soledad, editado por Anagrama.
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