Es jueves y pasa de las ocho de la tarde. Mientras espero a Iñaki y a Borja para salir, doy vueltas por la casa con los tacones puestos. Cuando llaman al timbre me los quito. La idea de ser consciente de mi dedo meñique durante toda la entrega del Premio Llanes de Literatura de Viajes me quita de la cabeza el continuar con ellos más allá del rellano. Son muy bonitos, negros, con una cuña de esparto que me cambia la perspectiva del mundo, y me gustarÃa que la humanidad pudiera disfrutar de ellos conmigo, pero por el momento me reservo ese placer, cosa extraña, para la intimidad.
Las bailarinas verdes siempre ganan y viajan más allá de la salita, hasta la placita frente al Prado donde nos encontramos para tomar un vino antes de coger un taxi y llegar al Liberata. Mis amigos están guapos, perfectos para la ocasión; yo, viendo el panorama a mi alrededor, presiento que voy a resultar un poco playera en medio del glamour de la capital, pero me da igual. El cielo, fiel a su tendencia de los últimos dÃas, está gris, y una lluvia fina, breve, viaja rápida entre los árboles del paseo donde iniciamos el trayecto.
Avanzamos por la Castellana, comentando anécdotas de la última semana en la feria, y la ciudad de cemento, impasible, nos acoge sin condición, como a los hombres y las mujeres que, anónimos, se agolpan en los semáforos y en las escaleras hacia los parkings y las estaciones de metro. Observándolos, recuerdo que a esa hora deberÃa estar trabajando, si no fuera porque Joseba me ha cambiado el turno para asistir a la fiesta: primera transgresión.
Minutos después, en el photocall del evento, saludamos a Begoña Minguito y recorremos rápidamente los rostros de los primeros asistentes a la entrega: Ãngeles Caso, ganadora este año del certamen con Las casas de los poetas muertos, vuelve a parecerme una mujer espectacular, real, llena de fuerza. Siempre me ha gustado, desde que leà El peso de las sombras, he salvado su literatura de mi quema particular; y ahora la espÃo con esa mezcla de admiración y respeto que produce el tener cerca a aquellos que admiramos, cuya trayectoria imitarÃamos con gusto.
Tabaco, saludos, disparos de flash y, ¡ojo!, números para una rifa que entregan dos azafatas en la puerta. A mis amigos, les dan una papeleta, pero a mà dos: meto el 87 y el 54 en el bolso y me olvido de ellos cuando rescato una copa de vino blanco de la bandeja de uno de los muchos camareros. Estamos dentro, acaba de producirse la segunda transgresión.
El evento transcurre sin incidentes, con Borja boquiabierto ante el vestido rojo de Marta Robles y el mantón de MarÃa Zaragoza, e Iñaki y yo haciendo fotos para subirlas al Facebook en tiempo real. El local es grande, agradable la compañÃa; la sensación neutra hasta que, después de las intervenciones y la charla en el jardÃn interior, compartiendo cigarrillos, en el escenario cantan El sitio de mi recreo, que automáticamente se convierte en mi «clic» y transforma la situación en irreal.
Nuestra vida como una pelÃcula.
¿Qué más puede pasar? Durante la noche hemos estado hablando de nuestras indecisas vacaciones la primera quincena de julio. No hay mucho dinero y sà la necesidad de terminar la novela, pero Iñaki se resiste a no escapar a alguna parte donde podamos escribir con un paisaje diferente. Estimulados por el discurso del concejal de cultura de Llanes, Asturias se perfila como opción.
Y es entonces cuando empieza la rifa y dicen número tras número sin que nadie se de por aludido. De pronto sacan el 86 y yo me quedo mirando mi 87 un tanto compungida… ya no saldrá. Sale el 1, el 18… los dueños de las papeletas ya no están… o es el destino, que se niega a avanzar hasta que de la bolsa sacan el 54 y yo, perdiendo la compostura corro al escenario para recoger mi premio: un viaje de cuatro noches en El Expreso de La Robla.
La chica insegura que soy, esa incapaz de sacar los tacones a la calle y hacer un esfuerzo de coqueterÃa, sale a la luz. Estoy contenta, eufórica, soy vÃctima de una alegrÃa infantil que dejo escapar al darle la mano a José Antonio Sebastián, representante de FEVE, que me facilita sus datos de contacto y se pone a mi disposición para concretar las fechas del inesperado viaje.
Por una noche, el destino ha llamado mi atención.
Marina SanmartÃn
La Fallera Cósmica