Entrevista con Àlex Reig, por Daniel Jándula

Me cito con Àlex Reig en la puerta de un bar al que nunca he entrado, aunque he pasado por delante de su puerta un millar de veces. Espero un poco mirando la fachada de enfrente, un edificio oficial recubierto de grafitis más o menos ingeniosos, con el calor aplatanante de una tarde de finales de mayo acaecida tras una siesta que nunca debí haber tomado. Àlex aparece de la nada más absoluta con forma de esquina sobre una bicicleta, sin que el pelo se le mueva lo más mínimo. Dudamos entre ir a otro sitio donde ponen absenta y éste, que es más barato. Estamos a final de mes y todo hombre tiene un límite, de modo que optamos por entrar en el barato, que justo acaban de abrir para nosotros. Nos sentamos en un rincón, bajo un altavoz potentísimo del que sale un reggae a todo trapo y pedimos un par de cañas. Nos dejamos caer sobre la madera de los bancos y voy desplegando sobre el mármol los poemas que he podido imprimir esa mañana; los voy desplegando como parte de un plan para conquistar algo. Le señalo un verso, y en la siguiente hora no pararemos hasta que no hayamos volado todos esos puentes. Mientras, me fijo en que se le encienden los ojos con Patti Smith, y con Allen Ginsberg se le encienden los ojos; que se quita el reloj y lo guarda en una bolsa durante la entrevista; que tengo más miedo yo de él que él de mis preguntas; que la primera tiene que ser sobre la indignación.

Lo primero que noto en tus poemas es que tienes asuntos recurrentes, asuntos pendientes. Y que esperas el momento para hacerlos saltar.

Bueno, yo lo considero como una etapa. Soy consciente de que repito cosas, pero al final uno escribe sobre un solo tema. Yo ahora estoy enfadado con el mundo editorial, y tengo que dejar que eso vaya saliendo. No me preocupa dar vueltas a lo mismo. Además escribo los poemas de dos en dos, así que es lógico que hayan elementos similares en uno y otro.

A veces es como si te convirtieras en el poema, como si tú, Àlex Reig, fueras el mismo poema y cogieras los adjetivos y los sacaras a un contexto más grande… no sé, creo que es tu voz auténtica la que suena cuando te leo.

Yo creo que uno tiene que partir de lo que conoce, de lo que ha vivido y de lo que le apasiona… es el problema de los modernos, que parten de un espejismo y prefieren ir a los autores que tienen más cerca, a lo que pueden compararse, a lo que todo el mundo ha visto creyendo que ha sido el único en encontrarlo, en plagarlo todo de referencias… los autores que me interesan están prácticamente muertos… perdón (risas) quiero decir que prácticamente todos los autores que me interesan están muertos, casi todos. O son de otra generación: Dylan, Ginsberg…

Escribes en castellano y en catalán.

En poesía no elijo el idioma, es el poema quien lo hace. Con la prosa, me doy cuenta de que con el catalán me siento un poco mejor, incluso habiendo probado con el inglés y el francés. Me es más cercano.

Es tu lengua.

Eso es. Me hizo gracia un comentario de Claudia Apablaza, dijo que mis poemas parecían latinoamericanos.

¿Te gusta Joan Margarit? También escribe en las dos lenguas.

Sí, pero sus poemas son muy evidentes, no lo tomo en serio… Sería gracioso reunir a poetas jóvenes y mayores y veríamos las diferencias… El problema que tengo con autores como Margarit es que son inalcanzables; quiero decir con esto que yo no podría ponerme en contacto con ellos, y dudo que ellos mismos tengan interés en acercarse a mí, así que… continúa…

No importa. Divaga. Divagar es bonito.

No, no, mejor te sigo.

¿Cómo es que no tienes editado nada?

Saldrá. En octubre sale La Rosa. Hasta he ganado algún premio. Pero no quiero hacerlo a cualquier precio, ni que me venga Sergio Gaspar y me ofrezca publicarme, para que luego no haya comunicación entre el editor y yo, por muy buena editorial que sea, por muy bonitas ediciones en tapa dura que se hagan.

¿Esto es lo que más te inquieta del tema editorial?

No, es la actitud. Es que me cabrea ver que el mundo está lleno de mediocres que se sacan fotos con Luna Miguel, y hacen cosas que duran un par de meses. Se llevan el único poema pasable que tienen y que siempre les funciona y lo repiten en los recitales hasta hartarse, y ya para entonces hay otro igual que habla de lo mismo, del cansancio de la vida. Yo estoy muy preocupado por quedarme satisfecho con lo que escribo, con crear imágenes que toquen, que tengan un impacto. Sin impacto no hay poesía, y siempre será algo más duradero que la reseña que puedan hacer de mí.

Tú trabajabas en Alpha Decay. Conoces bien las editoriales independientes. ¿Por qué crees que hay algunas a las que se les presta tanta atención, aun no destacando precisamente por sus ventas? ¿No parece una pose, sobre todo en las de poesía?

En el caso de las editoriales de poesía hay algo especialmente sangrante, y es que la poesía no vende, nunca lo ha hecho. Tengo claro que no voy a vivir únicamente de mi poesía. Creo que más que atención se trata de una cuestión de obtener una fama sobrevalorada. Es el mismo caso de lo que sucedía en la Factory de Warhol… aquello estaba lleno de tipos sin oficio ni beneficio, sólo iban a drogarse y a medrar en esa especie de sociedad propia que habían formado para ellos.

Supongo que es difícil mantenerte en tu creación, cuando la poesía ya no tiene las mismas reglas que antes. Parece más sencillo hacer poesía ahora.

Si, tienes razón. Se ve fácil porque parece que escribir verso libre está al alcance de todas las manos. Pero para romper bien un verso o una rima hay que saber primero cómo se forma. Ignacio Echevarría me está ayudando mucho con los poemas, me está dando buenos consejos, y uno que me repite constantemente es que estudie la retórica, que me rodee siempre de los clásicos… Aunque luego no use esas herramientas, al final el ritmo, las impresiones, los silencios, todo eso se refleja de algún modo y le da profundidad a lo que se está escribiendo.

Muy buen consejo.

Sí. Ese y el de Brumell: un hombre debe salir siempre de casa o con un libro o con un melón.

Tienes ganas de volar puentes. Ese que sale en Poetas de 20 años, por ejemplo. Ahí hay cierta aceptación de la situación.

Sí, volemos puentes. Es necesario quitarse la presión de los contemporáneos. Cuando te decía antes lo de publicar pensaba en Baudelaire: lo tenía todo de cara para publicar donde quisiera, tenía Las flores del mal en la mano, como si le quemara, y sin embargo él lo postergó durante mucho tiempo, no lo dio a la editorial cool de turno, porque el valor estaba en el libro y no en la editorial. No, estaba ocupado en escribir con esto (se toca la cabeza) pero también con esto (se agarra el estómago). Eso quiero yo.

No quieres hablar del cansancio de vivir, aunque a veces te quemes con cosas…

Una vez llegó Julia, mi novia y me invitó a ver a Patti Smith en concierto. Vale, dije yo. Me gustaba, pero tampoco era una emoción que me desbordara. Y cuando vi aquello… no tengo explicación para eso. Fue impresionante. Tiene lo mismo que dicen de Dylan, eso de que nunca, nunca se repite. Que asume un riesgo mortal. Una intensidad apabullante. Las canciones caían sobre la gente… Luego tuve la oportunidad de intercambiar unas frases con ella, y sólo me importaba saber una cosa: cómo era Allen Ginsberg. Y ella me dijo que tenía la fuerza de diez hombres en uno sólo. Me gustaría lograr algo así.  Un poema largo e inabarcable como América… que te deje atónito, que te haga pasar por todos los estados posibles, que sea leído y se meta dentro de ti y no te suelte, que no seas capaz de pensar en otra cosa. Un poema así es como…

Es como un paseo por el desierto.

Y hay que ser fuerte para sobrevivir en el desierto. ¿Entiendes lo que digo? Un moderno nunca querrá ser fuerte. Sólo querrá despertar compasión.

¿Has leído la autobiografía que ella escribió, su historia con Mapplethorpe?

Maravillosa. Increíble. Realmente increíble.

¿Dónde encuentras la energía para escribir?

De un agujero en mi interior. Es un centro por el que me pierdo con todo lo que pienso. Luego lo desarrollas, pero primero hay que descender.

¿Cómo distingues un buen poema de uno malo?

Los buenos poemas me dan miedo. No sé explicarlo. Me inquietan. Los malos se ven venir enseguida, me hacen reír, o me dan vergüenza ajena. Odio el relativismo y el fashion trendy, del falso nihilismo. Son esas cosas las que alejan de verdad a la gente de la poesía.

¿Crees entonces que hay salida a esto? ¿Que puedes sobrevivir como poeta sin ceder?

Yo lo que quiero con todas mis fuerzas en no tener que estar en un sitio para estar presente. Que mis palabras duren más que yo o mi perfume. Que puedan conversar con Magritte, con Parra, con Rimbaud. Creo que hay salida para cualquier situación, hay formas de avanzar.

Miro el resto del bar aún adormilado y pienso que quizá con Àlex suceda lo mismo que con este lugar: habrás pasado por sus poemas un montón de veces, por versos similares, pero hasta que no entras y te sientas no tienes conciencia de que has entrado a un lugar familiar pero nuevo a la vez. Àlex Reig es lo más cercano a un poeta de protesta que he visto de cerca. Tiene ojos de activista, pues para él la poesía es algo muy serio para que vengan otros y se aprovechen: un temor muy cercano, demasiado cercano diría yo, a estos días recientes. Levantamos el campamento y nos vamos al recital que tiene un rato más tarde. Yo sigo dándole vueltas un rato más tarde a cómo resumiría la tarde. Patricio Pron la explica mejor que yo en su prólogo a Artefactos vacíos, poemario de Àlex que por una de estas injusticias de la vida, aún no ha sido publicado: “Allí donde otros contribuyen al ruido, Reig escoge la música”. Vale, mientras tanto esperaré instalado en el árido verano a que La Rosa (Témenos Edicions) fresca y carnosa tome forma y llegue.

Daniel Jándula
www.nedham.blogspot.com

QUÉ VALOR (inédito de Àlex Reig)

¡qué valor!
comenzar poemas de palabras
que se retuercen y alargan en
múltiples hojas de folio,
qué valor, comenzar
a hablar a través de los siglos,
robar las palabras a los muertos,
apagar las luces, las velas
dejar el silencio negro
qué valor entonces,
hablar con complicados hipérbatos
sentirse morir en otros tiempos,
ver otras pieles más raras,
captarlo todo, todo lo fónico
menos la carne,
componer, hablar, pretender
el artefacto vacío,
solo el artefacto.

sumergirse en la espiral
de la anacronía
despertar a todos los canónicos
y a las sonrisas de académicos,
ganar los concursos, qué valor

hacerse el héroe,
soñar en verso,
arrastrarse como contemporáneo
no poder vencer a tú tiempo,
no vencer a ningún editor,
ir de puerta en puerta
vendiendo papeles
con la mayor cortesía
colocarse directamente en la estantería
de tu habitación,
relajarte en amargos cumplidos que
suenan dulces

qué valor,
no encerrarse entonces en habitaciones
de verdad, negras como el impulso
que me lleva a ocuparlas
bajo llave
no dejarse crecer por miseria el pelo
largo, aunque sea ondulado,
qué más nos da
si estamos frustrados
y los únicos horizontes que se abren
son lejanos y quizás
áfricas y ríos calurosos,
lejos de ninguna oficina,
palos, estepas, inmensas
estepas
ensoñaciones poéticas,
delirios marginales
se mezclarían con el aire de la noche

quizás alguien oiría los ruidos
no lo sé,
quizás alguien,
en la lejanía
oye el canto sagrado
del eterno retorno
y te rescata
antes de que hayas
dejado el puerto
hacia suelos mejores

qué valor entonces,
volver

sentirse profeta, encantador
extraña pulsión del espíritu
arrasar las bibliotecas,
decir cosas que rompan las hojas,
destrozar presentaciones
pasearse en lo alto
con guantes ensangrentados
recién estrenados, limpios
blancos ya casi de dramatismo,

somos nosotros
soy yo,
soy entre los tantos
los que no dicen nada,
los que subimos escaleras, jamás
sin mirar a bajo,
dejar a un lado las
gravedades
qué valor, aún así,
sentirse falsamente
singular,

hablar siempre de lo mismo
monopolizar la poesía
repitiendo los artefactos terribles,
vacíos,

siempre a la moda
siempre precoces
siempre jóvenes
siempre muertos.

Daniel Jándula

aniel Jándula (Málaga, 1980) es autor de “El Reo” y la obra conjunta, “Pistolas al amanecer” (ambas en Ediciones Noufront, 2009). Colabora con Ruta 66 y Calidoscopio. Traduce bestsellers y manuales que ayudan a mejorar nuestras técnicas de venta, además de corregir y volcar al castellano libros de todos los temas que puedan imaginarse.

7 Comentarios

  1. Este chaval tiene un futuro prometedor. Como muerto de hambre. Vaya humos, pero bueno, ya han salido algunos en facebook cachondeándose de la entrevista y del personaje en cuestión.

  2. Lo peor de la crisis es que muchos editores han aprovechado la excusa para tomar decisiones basadas únicamente en el dinero y no en la cultura. Y gracias por tu comentario, Toole, a muchos nos interesaba mucho conocer tu opinión.

  3. Es cierto, Toole, bravo por tu comentario. Por favor, no dejes de aportar más en los distintos apartados y artículos de la revista. Si sigues así serás un día tan grande como Alvy Singer.

  4. Tool, me gustaria saber si aparte de hablar mierda de los demas sabes hacer algo productivo porque tu si que te mueres de hambre como critico, realmente das lastima, es una pena que salgan personajes como tu pordebajeando el trabajo de los demas amparado en la cobardía del aninimato, mojate, escribe algo para poder valorarte, que yo tambien quiero jugar a ser critico, aunque a diferencia de ti creo tener criterio

  5. A ver, ¿por qué no se puede criticar como hace Toole? ¿Por qué hay que producir para poder criticar? ¿Y qué hay que producir?
    El tal Roig se pasa la entrevista rajando (sin dar nombres) de los otros, que son el infierno. Nos vende que sí, que él si sabe, que no tiene prisa (aunque la tiene), que él no se muere por estar, que lo suyo es más ser que estar; se ampara incluso bajo el paraguas de Echevarría (joder, Ignacio), es decir, busca fuera la autoridad de la que él carece, se incluye en la lína de los Baudelaire, Rimbaud y Parra y al final, tachán-tachán, nos obsequia con un poema pésimo.
    ¿Qué quiere, que le aplaudamos? Sois una panda de trepas que no podéis con vuestra ambición. Estudiad, leed, vivid, follad, trabajad, pero dejad de figurar ya de una puñetera vez.

    Del amiguismo hablamos otro día.

  6. Os agradecería no recurrir al insulto o a las descalificaciones banales escudándose en el anonimato (o no). En RdL no predicamos con ese tipo de comentarios y, de hecho, muy a mi pesar (porque no debería ser necesario), se moderan para no caer en el mismo juego que utilizan «comentaristas» en otras publicaciones.

    Respecto a los dichosos «amiguismos» y «enemistades», sería interesante comprobar dónde es más fácil detectarlos, si en los artículos que publicamos o en los comentarios. Desgraciadamente, debido al anonimato, no nos es posible.

    Parafraseando a Pedro J., «gracias por estar ahí, siempre con Revista de Letras».

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