El patio central de la antigua cárcel Modelo, en Barcelona, ha sido el escenario de Ãrboles, vodka y naves voladoras, un ensayo teatral de La Calórica, organizado por el CCCB, en el marco de la Biennal de Pensament. Un espectáculo que, con la colaboración de la filósofa Marina Garcés en la selección de los textos, ha transitado la obra de Anton Pavlóvich Chéjov.
El teatro de Chéjov —y también sus cuentos y su correspondencia— se pregunta por la siempre difÃcil relación entre presente y futuro, y cómo las siguientes generaciones interactuarán con las anteriores. ¿Es posible imaginar un mundo feliz que, al mismo tiempo, se encadene al trabajo? ¿Descubrirán los que están por venir un sexto sentido que añada complejidad y misterio a la vida? ¿Podemos proyectar en quien no ha nacido la posibilidad de un cordón umbilical que nos reconcilie con la humanidad?
La Calórica —siempre hilarante, siempre con una personalidad escénica de una singularidad asombrosa— ha situado la pieza en un programa de radio surrealista que, bajo el nombre de La nave voladora, ha ido hilvanando fragmentos de La gaviota (1896), TÃo Vania (1899), Las tres hermanas (1901) y El jardÃn de los cerezos (1904), entre otros textos, para mostrarnos la actualidad de algunos de los combates de hace un siglo, y que parece que perdurarán en el tiempo, como la tentación de la especulación inmobiliaria, el turismo como depredación de bosques y entornos sostenibles, el patriotismo como retórica vacua, o el viaje de la pasión a la vergüenza que experimentan todos aquellos que creen que el aula es mucho más que un lugar de gestión de habilidades.
“Hay que ser un bárbaro para destruir cosas que no somos capaces de crearâ€, dice uno de los personajes. La parodia del programa radiofónico, además, aumenta cuando la solemnidad de algunos monólogos se ve interrumpida por canciones en directo e, incluso, por noticias de última hora, como cuando se anuncia un descubrimiento sorprendente por parte de una publicación cientÃfica. Lo que hoy consideramos más importante será olvidado sin compasión. Lo que quedará como vestigio de nuestra civilización serán los miles, los millones de huesos de pollo resultado de nuestra alimentación significativamente aviaria.
La voz de Garcés asoma entre los fragmentos de Chéjov, disimuladamente, como un rizoma que se desplaza subterráneamente por el texto. “Si el futuro es oscuro es porque el presente es opacoâ€, escuchamos. “Siempre es necesario volver a aprender a leerâ€, insistirán los personajes, encarnando la idea de que la vida es más un palimpsesto —que se esboza y se borra constantemente— que una cronologÃa frÃa en forma de espina de pescado. Siempre que en el presente exista espacio para el aburrimiento, para el balbuceo de una palabra que no acaba de nacer, habrá un futuro que sentir y presentir.