Escuela RdL. Fernando Clemot: “Google Earth permite saciar algunas ansias de conocer en los viajeros inmóviles”

Si hay algo que destaca, literariamente hablando, de Fernando Clemot (Barcelona, 1970), son sus cuentos. Vuelve a la carga con Safaris inolvidables (Menoscuarto, 2012), la razón para retomar temas como la añoranza y la memoria, donde “se encierra el germen de la creación”. Este entrelazado de 163 hilos, fibras y esbozos narrativos se sumerge en la red para mostrarnos las posibilidades que da unir literatura y tecnología. Hablamos con él para descubrir más entresijos de su última obra.

Fernando Clemot (foto: Menoscuarto)

¿Qué es para ti un buen cuento? ¿Y qué debe ser, qué debe significar para el lector?

Lo que representa la literatura para cada uno es una cuestión muy personal y convendría no dar características generales fuera de ese ámbito cerrado. En mi opinión un buen cuento debe ofrecer al lector una lectura propia. Lo ha de poner en conexión con algo cercano, ha de trascender el sentido de anécdota contada para pasar a un estatus de narración que se transforme en coral. El gran éxito de un cuento, desde mi punto de vista, es que haga reflexionar al lector y lo ponga en conexión con alguna sensibilidad que le resulte cercana. La gran baza del cuento debería ser la empatía, el sentido de revelación. Un gran cuento no tendría que tener un sentido único sino que debería tener la fuerza de una bomba en racimo, que expandiera una significación particular para cada uno de los lectores del mismo.

En alguna ocasión has dicho que tu narración tiene «un sentido mediterráneo». ¿Cómo explicas esto?

Me relaciono más y mejor con las literaturas cercanas a mi realidad. Me siento próximo a la literatura española, que considero por formación la mía, a la catalana, a la hispanoamericana, francesa, portuguesa, italiana y también con otras literatura de nuestro ámbito como las de Oriente Medio, Grecia o el norte de África. Creo que hay una forma de escribir común a todas estas literaturas que viene caracterizada por un lenguaje más rico, menos pragmático, del que generalmente se observa en narrativas del norte de Europa o Estados Unidos, y cierta vocación de riesgo e innovación en las formas del lenguaje.

Si buscamos una profundización en lo que nos rodea no hay forma mejor que compartir nuestra visión con autores que tienen una perspectiva cercana a la nuestra. Leemos una misma realidad y la variedad de análisis y perspectivas nos pueden dar un prisma más amplio de lo que tenemos delante. Para reflejar esta observación múltiple de una misma realidad sería un buen ejemplo la serie de pinturas que hizo Monet de la catedral de Ruán. Siempre la misma imagen pero sometida a las variaciones infinitas de la luz y la pincelada. Mis mejores últimas lecturas han sido de autores del ámbito mediterráneo o hispanoamericano, indefectiblemente. Eso no quiere decir que sacralice una literatura o reniegue de otra, simplemente expreso unas preferencias.

En El golfo de los Poetas, en El libro de las maravillas y a hora en tu último libro, Safaris inolvidables, profundizas en la importancia de la memoria como motor creador de ficción. En cada libro lo haces de forma muy diferente. ¿La memoria es una obsesión para ti?

Completamente. También creo que lo debería ser para cualquier escritor o creador. En nuestra memoria se encierra el germen de la creación. Todo lo que escribimos o creamos está latente, muchas veces escondido o inerte, en el fondo de nuestra memoria. Aparte del mecanismo de funcionamiento y selección de nuestra memoria, que me parece fascinante, entiendo que es imposible desligar cualquier actividad humana de estos mecanismos. Un hombre que es sólo presente no es nada: un maniquí. Para completarse ha de ser pasado y también posibilidad.

En el relato «Flores de Sertón», que sirvió de anticipo a la publicación de Safaris inolvidables se deja entrever cierta saudade, cierta melancolía estimulada en este caso por la distancia temporal. ¿Es un sentimiento que se repite en los demás relatos?

Creo que ese sentimiento recorre todo el libro de cuentos. Traté de crear una serie de relatos en continuidad. Hay algunas historias que parecen escritas por la misma persona aunque su nombre o su biografía sean distintas. Sería un libro de cuentos coral en que todos cantaran con la misma voz o en el mismo tono. El sentimiento generalizado del libro es de añoranza (que sería una buena traducción de «saudade») por un tiempo pasado que se adivina mejor que el actual. Muchas veces esta nostalgia está enfatizada por el narrador-narradores, convierte el pasado en mitología, en posibilidad de futuro, en un recurso que les permite continuar adelante en momentos de desesperación. Como decía el poeta, las lluvias del pasado eran las más hermosas y los amores también. Así parecen pensar los protagonistas de Safaris.

¿De cuántas anécdotas ajenas, de cuántas pequeñas ‘mentiras’ te has valido para construir los relatos de Safaris inolvidables?

Mentiras y verdades a medias muchísimas, verdades ninguna. No hay una sola historia que sea verdad en este libro de cuentos ni en nada de lo que he escrito. Puede haber fragmentos de historias propias, intuidas o ajenas que tengan alguna base real pero siempre están modificadas y muy tamizadas. El escritor es un gran moldeador de realidades que acaba convirtiendo en historias. Pule la realidad hasta darle una apariencia más satisfactoria para él y para el lector. El bloque de mármol con el que se esculpió el David de Miguel Ángel lo contenía pero no era una obra de arte. Era continente pero no tenía contenido y tal sucede con la realidad. Para el escritor esta realidad, el recuerdo y la experiencia, deben ser el bloque de mármol sobre el que tenemos que trabajar, nuestra materia prima esencial a la que no le debemos ninguna servidumbre.

El libro de las maravillas está pensado como un libro de viajes inmóvil. Un libro donde su protagonista, el señor C, rellena su memoria con recuerdos e imágenes de otros, realiza con precisión un catálogo de vidas no vividas, de viajes no realizados… Este recurso lo vuelves a utilizar en Safaris inolvidables a través de un viaje informático. ¿Por qué Google Earth?

Tenía pensado escribir una serie de novelas y libros de cuentos con la memoria como base. En ello estoy todavía pero creo que tras una novela que entraría todavía en este tiempo ya veo el fin de ese ciclo. Safaris es un paso más en esa prospección y la utilización de un programa informático me parecía una herramienta más de buceo. Algunas ideas para los relatos (el propio título del libro) surgieron del vagabundeo por la red que todos practicamos una y otra vez, también de ese ir y venir, de ese zapping literario o pasar de un tema o lugar a otro que no tiene que ser sinónimo de vacío narrativo o poco trabajo literario. Google Earth es un programa muy atractivo y permite saciar algunas ansias de conocer en los viajeros inmóviles, entre los que, con alguna breve excepción, me cuento.

Los viajes tienen mucho peso en tus libros. ¿Cómo o de qué forma son capaces de complementarse los personajes en este caso de Safaris a través de un viaje tecnológico, a través de este programa que te permite volar a cualquier lugar de la Tierra?

El programa en este caso sirve de conexión del narrador-protagonista con alguna historia ajena que acaba desarrollándose como propia. El programa, como podría también servir cualquier objeto, es un vehículo que pone en conexión al narrador con alguna realidad propia, le hace evocar un pasado en el que encontramos sentido a su situación actual. En el fondo el programa no sería más que un espejo en el que reflejarse y observarse con mayor claridad.

Los personajes literarios del libro se ven medio vacíos, tienen la necesidad de evocar, de buscar, de conocer lo desconocido… ¿Te has sentido un poco así en el transcurso en el que escribías? ¿Es un libro sincero desde tu perspectiva?

En un entorno de medias o pocas verdades también es inevitable que algo del autor se traspase a los personajes. Eso no quiere decir que mi estado de ánimo coincida con el de los personajes pero a buen seguro que su percepción sobre su estado de ánimo si debe coincidir, poco o mucho, con el que tuve en algún momento. Por suerte o por desgracia la vida nos pone a prueba y nos permite recorrer todos los estados de ánimo y calibrarlos. En cuanto a lo de la sinceridad en literatura no creo en ella. El escritor mueve los hechos, las emociones, los sentimientos y los recuerdos de un lado a otro con total impunidad.

Normalmente suelen preguntarte cuáles son tus precedentes, tus autores preferidos…, siempre relacionados con el mundo literario. Pero ¿en tus relatos hay influencias cinematográficas, musicales o artísticas?

No sólo hay influencias literarias. Posiblemente el mundo del cine o de la pintura también tienen un papel importante. Hemos labrado un arquetipo de la vida en muchos lugares del mundo a través del cine o de la televisión y sería casi imposible evitar ese tipo de influencias. Quizá lo más difícil sea separar el arquetipo de lo que puede ser la vida real en cada uno de esos lugares que no conocemos directamente. En el caso de la música es distinto. Me considero una persona muy poco musical y no creo que transmita ese tipo de inquietud en lo que escribo. A lo sumo trato de escuchar, de leer en voz alta lo que escribo, para ver si suena bien antes de seguir adelante.

María Fernández Villamarín

Esta entrevista ha sido seleccionada entre los ejercicios presentados por los alumnos del Grupo II para la Unidad Didáctica 4 (“La entrevista como género”) del Curso de Periodismo Cultural de Revista de Letras.

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Por su interés, hemos seleccionado varias preguntas incluidas en algunos de los cuestionarios preparados por los alumnos, elaborando así una segunda entrevista que os ofrecemos a continuación:

¿Qué síntomas hacen que una historia sirva más para un cuento que para una novela? (Carlos Alberto Rosales)

En general el cuento se alimenta más de anécdotas o situaciones puntuales que la novela, el relato suele ser el desarrollo exhaustivo de un hecho, no de una historia más compleja que suele crear la novela. Se realiza esta distinción también en función del número de personajes que van a aparecer en el relato. El cuento es por definición una narración con un protagonista mientras que en la novela breve y en la novela se puede repartir este protagonismo entre más personajes, o incluso realizar las llamadas novelas corales, a veces con decenas de voces.

Las páginas de sus libros están llenas de historias no vividas, de relatos que llegaron a oídos de los personajes. ¿Son, en su mayoría, historias que le contaron alguna vez? ¿Podría ser ésta una forma de fijar las reminiscencias de personas que pasaron por su vida? (Jara Marín Vega)

De todos los tipos hay y hasta con sus variantes. Hay historias propias, historias oídas y reproducidas directamente, también historias oídas o propias transformadas. A mí las que más me suelen gustar son las que llamo “pseudobiográfias”, situaciones que se podrían haber ajustado a tu vida pero no sucedieron aunque probablemente tuvieron ocasión para que sucedieran.

Sin duda cuando enhebras este tipo de historias o parahistorias creas un vínculo con el pasado, con momentos buenos y no tan buenos. Es una forma de revisión contínua, de tranformación también, pues cada vez que rememoramos algo lo cambiamos, le damos una vida nueva.

Decía Natalia Ginzburg que “los detalles se consumen, se deterioran de llevarlos con uno si no se usan por mucho tiempo”. Usted se mueve cómodamente en los territorios cenagosos de la memoria: ¿son ficción también nuestros recuerdos? (Isabel García Trócoli)

Completamente de acuerdo. No hay dos recuerdos ni dos visiones de un acontecimiento iguales. Incluso cuando no recordamos bien tendemos a hacer una labor de relleno de la memoria, a crear una especie de argamasa a partir de materiales de otros recuerdos. Cualquier recuerdo es una versión aproximada y personal de lo que pasó. Filtrada por el tiempo, por nuestras limitaciones con la memoria y por la propia expectativa que estamos creando al relatarla a alguien. Ni siquiera con nosotros mismos somos totalmente sinceros al recordar y puede más la voluntad de exculparnos que la de relatarnos la verdad.

Me gustaría que argumentase la relación entre los amaneceres que tanto fotografía y esa importancia que concede a los principios de las narraciones. (Santiago Jaureguizar)

Buena pregunta. Curiosa. Lo de los amaneceres es una práctica reciente. Siempre he vivido en el centro de la ciudad y ahora vivo en un lugar en el que puedo presenciar diariamente este tipo de acontecimientos. Cada amanecer es un gran suceso. Cada día una estrella, nuestra estrella más cercana, aparece por el mar y durante unos instantes podemos hasta mirarla de frente y ver como su luz cambia la naturaleza de todo lo que nos rodea. Me parece un momento majestuoso al que merece prestarle atención.

No suelo recurrir a los amaneceres ni a atardeceres para empezar cuentos, ni a personas que están durmiendo o apagando el despertador, ya que caería en uno de los principales errores de un escritor: los lugares comunes. Creo que esta observación tiene más que ver con la curiosidad, un rasgo inherente a cualquier escritor, que con otra cosa.

Dada tu dedicación a la docencia en varios talleres de escritura, crees que se puede enseñar a ser escritor? Autores contemporáneos de nuestro país, como Kiko Amat, aseguran que nunca han estudiado teoría de la literatura y que hoy en día son capaces de publicar libros gracias al «do it yourself» y a un buen bagaje de lectura, sin tener que pasar por los clásicos. ¿Qué opinas de ello? (Oscar Villalibre)

No se puede enseñar a ser escritor de la noche al día. Escribir es un oficio y como tal sólo puede trabajarse de forma diaria y constante a través de los años. Un taller de narrativa puede estimular el gusto, fomentar autores y lecturas, orientar y también ofrecer consejos prácticos para canalizar de una forma adecuada una inquietud que ya debería venir cultivada.

Tampoco creo que sea necesario estudiar teoría de la literatura o alguna carrera relacionada con las letras para ser escritor. De hecho conozco escritores estupendos que no estudiaron nada relacionado con este ámbito. De lo que no cabe duda es que el conocimiento de los clásicos, tener un buen equilibrio de lecturas de todos los tiempos, conocer el bagaje literario anterior a la literatura actual, es totalmente necesario para poder escribir con criterio. Nunca sabremos en qué punto estamos si no conocemos lo ya escrito. Es como ponerse a pintar sin conocer la historia de la pintura. Difícilmente alguien puede saber si está escribiendo algo innovador o mejorar sus recursos si desconoce lo que se ha escrito en otros tiempos, en otras circunstancias. Igual me equivoco y es mejor no haber leído nada y sentirse orgulloso, pero así lo veo.

¿Cuáles son los ingredientes de un buen alumno? ¿Cuánto porcentaje, por así decirlo, de materia prima tiene que aportar un alumno y cuánto corresponde al profesor? (Cristina García)

Como para cualquier otra actividad un buen alumno debería tener una mezcla de curiosidad conjuntada con voluntad de aprender. La voluntad es lo principal para el escritor, lo mismo que para cualquier artista.

Sólo la voluntad nos puede hacer continuar en el esfuerzo que supone escribir. La literatura es una actividad que generalmente tiene una repercusión, si la tiene, que nunca es inmediata. Los frutos de tu trabajo los ves pasados muchos meses o incluso años desde que te pusiste a trabajar. En literatura todo se mueve en plazos largos, eternos.

Un buen profesor debería poder fomentar el gusto del escritor joven, crear la pasión suficiente para que estos plazos resulten tolerables alimentados por una vocación de continuidad.

“Estoy más orgulloso de lo que he leído que de todo aquello que he escrito”, dijo Borges. ¿Qué es lo que más le ha prestigiado como lector y de qué está más satisfecho como autor? (Sergio Castro)

Creo que desde mi juventud, y de forma muchas veces inconsciente, fui haciendo un buen compendio de lecturas. Tuve curiosidad y muchas veces también fui bien asesorado. Posiblemente lo mejor es lo que leí entre los dieciocho y los treinta años. Entonces leía con pasión, leí mucho y variado: lo nuevo y los clásicos, libros que me gustaban y otros que no tanto pero que siempre solía acabar.

No tengo ningún libro publicado del que no me sienta satisfecho aunque como autor el libro del que me siento más orgulloso es del último, de Safaris inolvidables. Es el que mejor se adapta a lo que yo entiendo que es la literatura, también lo veo como un punto y final de algo, no sé si de un tiempo o de una estética propia.

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