Félix de Azúa (Barcelona, 1944) es la más reciente incorporación a la Real Academia Española, ocupando el sillón de la hache mayúscula, vacante desde el fallecimiento de MartÃn de Riquer en 2013. Tan solo unas semanas antes, se publicaba su última novela, Génesis (Literatura Random House, 2015), el tercer volumen de sus falsas autobiografÃas. En su paso por Sevilla nos citamos en un ya caluroso dÃa del mes de abril a primera hora de la tarde, con demasiadas preguntas para tanto calor y con muy poco tiempo. Finalmente, la generosidad y la paciencia con la que responde a cada intromisión que hago en su novela, nos hace olvidarnos de todo factor externo, y el libro nos sirve de excusa para hablar de lo divino y lo humano, pretextos para abordar una visión del hombre y la mujer en su sentido más amplio y profundo. Entonces, uno entiende que para ser moderno, punta de lanza de su tiempo, sigue necesitando el subirse a los hombros de un gigante.
En Génesis, su última novela, tienen lugar hasta tres historias y maneras de contar diferentes que acaban confluyendo en una sola. ¿Cómo ha sido su proceso de creación?
En cuanto a las maneras de contar, lo primero es que las autobiografÃas, ésta es ya la tercera que escribo, son todas falsas. No son biografÃas de mà yo, sino que es un yo general en el que quisiera incluir a cuanta más gente mejor para poder ser la historia de todo el mundo. Por lo tanto, la voz narrativa no me corresponde a mÃ, es, efectivamente, una voz narrativa que no soy yo ni mucho menos. En esta novela hay dos historias que van avanzando entre bolillos, se van entrelazando, y yo espero del lector que tenga un poco de paciencia y que las vaya siguiendo, y al final se dará cuenta de que estoy contándole la misma historia desde dos puntos de vista, un punto de vista mÃtico y un punto de vista realista o incluso de culebrón venezolano. En cuanto a la tercera, es simplemente la conclusión a la que se llega por un giro narrativo, que en cierto modo está anunciando la cuarta novela, aunque de eso me di cuenta al final, una vez la habÃa acabado. Me di cuenta de que habÃa una voz narrativa que no podÃa dejar con vida, tenÃa que matarla. Asà que supongo que este verano empezaré la autobiografÃa de la muerte.
¿Y con qué objetivos iba entrelazando, tal y como acaba de explicar, esas dos historias diferentes?
Como te digo, las dos historias son la misma, pero eso sólo se sabe al final. Desde un punto de vista más analÃtico o más externo, en realidad estoy comparando los dos elementos que han formado nuestra cultura. Por una parte, la tradición hebrea, es decir, La Biblia y el Antiguo Testamento, el mito de nuestros orÃgenes; y por otra parte, el mundo politeÃsta, el mundo pagano, el mundo grecolatino que es totalmente distinto y, sin embargo, llevamos ambos metidos dentro. Por un lado, tenemos impresionada en nuestra memoria la culpa originaria, la historia de CaÃn; y por otro lado, llevamos por dentro el politeÃsmo y el paganismo. Esas dos fuerzas al confluir en un mismo punto, al tenerlas juntas, generan unos cortocircuitos tremendos. Por ejemplo, estamos aquà en Sevilla, donde la Semana Santa no puede ser más sintética, estando llena de paganismo y cristianismo, y eso la hace una experiencia casi esquizofrénica.
La parte politeÃsta de Génesis es esa que toma aires de culebrón venezolano, ¿verdad?
SÃ, exactamente. En esa parte aparecen figuras que son alegóricas del relato bÃblico. Hay una serpiente tentadora, hay un fratricidio, hay un CaÃn y Abel. De alguna forma, se va creando una relación especular con la otra historia que comienza a anunciar en lo que se van a convertir.
La otra parte, la inspirada en la tradición hebrea, tiene un claro referente en Las Sagradas Escrituras pero, ¿hasta qué punto responde también a un proceso de recreación propio?
Claro, se trata de un Génesis inventado. Las lÃneas maestras sà se toman del referente que existe. Es decir, se parte de que hay un acto de creación del mundo, que es en seis dÃas, que son dos los primeros protagonistas, Adán y Eva, que tienen dos hijos primeros y que uno de ellos es el que comete el asesinato. Es decir, que sà es cierto que todo eso está en La Biblia, pero el resto de cosas que componen esa historia pertenecen a un acto de creación por parte del autor. Todo lo demás me lo he inventado yo, pero siempre con un cierto rigor, porque, de hecho, estoy siguiendo, aunque eso el lector no lo sabrá nunca hasta ahora, la versión del Génesis que hizo Hegel. En esa interpretación Adán y Eva no son expulsados del paraÃso, sino que se van para construir un paraÃso, no quieren un paraÃso regalado, sino que quieren construirlo. Y ese es el inicio, por decirlo asÃ, del pensamiento técnico. Digamos que Adán y Eva comienzan ese proceso de tecnificación del planeta para construir el paraÃso humano en la tierra.
El tema del fratricidio que parte de esa historia del Génesis se postula en su libro como caracterÃstica para entender la conciencia humana. En algún punto, se ironiza con que ello se evidencia de una forma más clara en el carácter español. ¿Hasta qué punto es asà y hacia dónde apunta esa ironÃa?
Vamos a ver, por partes. La maldición de CaÃn es, como todos los mitos originarios, una maldición que cae sobre nosotros. Nosotros somos los hijos de CaÃn. La herencia de CaÃn es, por supuesto, el fratricidio, sólo los humanos podemos cometer esas atrocidades, los simios no lo hacen. Pero simultáneamente al recibir con el primer asesinato la culpa, se le da la posibilidad de corregirla. Mucha gente cree que no es culpable, se toma la inocencia como punto de partida, y no hay nada más peligroso que te pueda suceder que creerte inocente. Los que se creen inocentes son los que culpan de todo al otro, los nazis a los judÃos, los catalanes a los españoles, aquellos que dicen que toda la culpa de lo malo que hay es responsabilidad de unas personas y que ellos son inocentes. Esos son los peores. La gente que no es tan perversa, normalmente admite su culpa, y gracias a admitir su culpa se convierten en personas responsables. La culpa actúa de una manera muy clara. Si tú sales a la calle y ves a un tÃo pegándole a un perro, inmediatamente te sientes culpable, como perteneciente al género humano, e intentas que ese tÃo no siga pegando a ese perro. La culpa es lo que te lleva a querer poner remedio al dolor, al sufrimiento, a la maldad. Por eso, la parte buena de nuestra cultura es esta acción tÃpica de la civilización occidental de intentar arreglar las cosas e intentar remediar los problemas. Pero también está la cultura del que se cree inocente, y desde esa perspectiva se cometen las mayores barbaridades.
Relacionando lo que me cuenta con los cauces de expresión literaria, ¿hasta qué punto ese reconocimiento de la culpa tiene que ver y es necesario para el desarrollo de un género como la novela y su visión poliédrica de la realidad?
Pues mira, hasta ahora es una cuestión que no me habÃa planteado. Pero ahora que lo dices, está claro que eso que planteas está en la novela psicológica, en Flaubert, y en la novela de introspección, que yo dirÃa que tiene su monumento mayor en Proust y en En busca del tiempo perdido. En esa obra, todos los que hemos tenido la suerte de leerla, evidenciamos que esa búsqueda del tiempo pasado no es otra cosa que la búsqueda del paraÃso, porque todos los paraÃsos son paraÃsos perdidos. Y Flaubert no hace otra cosa que lo que hacen Adán y Eva, reconstruir un paraÃso pero hecho para nosotros. Ese paraÃso de Flaubert tampoco es un paraÃso regalado, no es un paraÃso con el que te encuentras, dado por Dios, sino que es el paraÃso que hay que construir. Es lo que hace Proust, es lo que hace la novela introspectiva, trata de construir un paraÃso estrictamente humano.
De los tres ejes narrativos que forman esta novela, el tercero, como decÃamos antes, cohesiona el libro. Su voz narradora toma caracterÃsticas de lo testimonial y lo autobiográfico, ¿por qué se sirve de estos cauces de expresión?
En cierto modo, toda la novela es un invento, y mis autobiografÃas son falsas porque lo que busco es lo que tienen de común las personas, no lo que tienen de distinto o de original. En esta novela, las cosas que pueden parecer más irreales son experiencias que sucedieron. Por ejemplo, la familia vasca de la novela es real, la he conocido, la he querido y he formado parte de esa familia. Es decir, las cosas que parecen pura fantasÃa son reales, y las cosas que parecen reales son pura fantasÃa. Es en el final, y digamos que debido a que es un final de sÃntesis, en el momento en que se unen las dos historias y aparece esa voz narrativa de caracterÃsticas autobiográficas. Cuando lo escribÃ, me di cuenta de que me quedaba una cuarta autobiografÃa que escribir, que a lo mejor aún me da tiempo de escribir, y que es la muerte de esa voz narrativa, claro. He explicado el origen; he explicado lo que hace, que se dedicaba a la literatura, a la pintura y a las artes; he explicado su conciencia; y ahora supongo que me toca explicar cómo se acaba todo esto.
Una tendencia, que no es actual pero que sà tiene significativos ejemplos en la actualidad literaria tanto en nuestro paÃs como fuera de él, es la búsqueda en lo autobiográfico de la voz capaz de cohesionar y dar sentido a la experiencia que estamos viviendo. Con asiduidad esa voz se dirige al espacio de lo Ãntimo y familiar. ¿Qué opinión te merece este planteamiento?
No me creo ni una sola palabra. Creo que la avalancha de autobiografÃas, que es verdad que la hay, algunas de una categorÃa extraordinaria -mis modelos han sido la autobiografÃa de Bernhard o Coetzee-, son falsas también. Esa tendencia viene impulsada porque hay una desconfianza hacia la ficción perfectamente comprensible, pero que esta también perfectamente equivocada. La ficción ha de ser necesariamente distinta de la experiencia personal, sobre todo porque la ficción está escrita con palabras y lo importante de los libros que tienen una pretensión artÃstica son las palabras. Si tengo que hablar de mi caso personal, todas estas autobiografÃas están escritas con el único propósito de hacer literatura y que no tengan relación con la vida real entrecomillas, si es que existe tal cosa como una vida real, cosa que más bien dudo.
A lo largo del libro aparecen reflexiones asociadas al mundo del arte, unas caracterizándolo como una especie de paraÃso terrenal, otras como un impulso de perpetuación de la vida frente a la muerte. ¿Qué pensamiento es el que vertebra estas ideas?
La reconstrucción del paraÃso tiene dos aspectos. Uno es el aspecto técnico. Adán y Eva desde muy pronto comienzan a construirse herramientas, una azada, un cuchillo, y comienzan la construcción técnica del mundo, y esa construcción llega hasta el dÃa de hoy, un mundo hipertécnico que es pura herencia de Adán y Eva. Pero no ha resultado ser el paraÃso, y ellos querÃan construir uno. El paraÃso de ese lugar tecnificado es eso que llamamos obras de arte. Ese es el paraÃso, que como todo paraÃso es un paraÃso perdido. Creo que lo que siempre vamos buscando en el arte es el verdadero paraÃso que hemos construido, y por eso damos la importancia a la música, a la pintura, a la literatura, al conjunto de las artes.
De alguna forma, en la recta final del libro se plantea cierta incompatibilidad, o al menos una contradicción, entre ese paraÃso expresado por las obras de arte y lo mundano. El narrador llega a expresar cierta duda entre qué ha sido lo importante, la dedicación al arte o la realidad que le ha acontecido.
SÃ, desde luego, porque digamos que esa es una posición moral muy tÃpica. Lo que quiero entender que dice el personaje es que se ha dedicado al mundo de las artes y las letras porque es el único refugio para todos aquellos que han perdido el paraÃso. Prácticamente todos hemos conocido algún tipo de paraÃso, en algunos es la infancia, en otros algún momento de su vida, en otros es un amor. Todos hemos conocido lo que puede ser un paraÃso, y todos lo hemos perdido. El refugio de aquellos que tienen la conciencia angustiosa de que han perdido un paraÃso es esta reconstrucción que llamamos arte o artes.
No obstante, además de estas cuestiones, también aparece reflejada en la novela una inquietud por el papel de la religión en la historia de las personas.
La religión es una de las tres patas del ser humano desde el inicio de los tiempos. Una pata es la religión, otra pata es el arte y la otra pata es lo que llamamos ciencia, y que antes se llamaba filosofÃa. La pata de la religión la tenemos rota. La pata del arte está también bastante estropeadita. Y la pata de la ciencia no sirve para nada porque no podemos avanzar sobre una sola pata. Lo he dicho muchas veces, la pata de la ciencia es inútil porque ahora necesitas una vida entera para llegar a conocer el cromosoma de una mosca. No es como cuando la ciencia, con Galileo con Newton, te permitÃa conocer el universo. Se nos han roto las patas, y eso quiere decir que se ha terminado una era, que la civilización occidental seguramente está dando paso a otra civilización, no sabemos cuál, y que nosotros somos primitivos de esta nueva era. Creemos ser los más modernos del último momento, siguiendo la mitologÃa del progreso tÃpica de Occidente y de la burguesÃa occidental, pero en realidad no sabemos nada, somos toscos y primitivos. Se nota en nuestra vida común y corriente, y sobre todo en nuestras rutinas. Basta coger un USB e intentar meterlo en el ordenador, tardas un cuarto de hora, y piensas cómo puede estar tan mal hecho algo tan sencillo.
Los temas que hemos ido comentando hasta ahora son preocupaciones que también están presentes en otras de tus obras. ¿Qué lugar ocupa este libro en el conjunto de tu obra?
Este libro forma parte de esas autobiografÃas, como te comentaba antes, que son tentativas de ordenar lo que he conocido. Yo he tenido muchÃsima suerte, y cuando has tenido la suerte de vivir tantos años, metido en un núcleo muy determinado en donde te enteras de muchÃsimas cosas, cuando te vas aproximando ya a la puerta de salida, creo que es el momento en el que hay que dejar algún testimonio, compartir lo que has visto. Estas autobiografÃas no son otra cosa que eso, son casi testamentarias.