Mientras cruzábamos Madrid a toda velocidad en dirección a un barrio de las afueras en el que, según nos informaron, habÃa sido hallado el cadáver de un tal Óscar Santacruz, un informático de profesión y al parecer una persona corriente, asesinado de dos tiros en la nuca dentro del ascensor de su casa, miraba de reojo a Rubén y volvÃan a mi mente los viejos tiempos en los que mi compañero era un inspector ilusionado y activo, meticuloso en su trabajo, con una fe inquebrantable en la justicia, cuya cara reflejaba ahora solo cansancio y decepción. ConducÃa absorto, de mala gana y en silencio; la puesta en libertad del asesino que, gracias a sus esfuerzos, habÃa sido detenido y extraditado a nuestro paÃs para cumplir condena hacÃa unos años le habÃa provocado un enorme desengaño. Vila lo vivió como una derrota personal y una desaparición irremediable de los valores sociales y morales. La sociedad estaba perdida y él, hundido. El asesino esta vez habÃa vencido y el mal, triunfado. HabÃa dejado de creer en la justicia y en el buen hacer e integridad de los jueces. Ahora, sin ninguna gana, debÃa volver a un trabajo que ya no le entusiasmaba; y yo, sentada a su lado, me preguntaba si era esta la misma persona que años atrás me decÃa con absoluto convencimiento: “el derrotismo es una falta grave contra las virtudes militares, Chamorroâ€.
Era una preciosa mañana de primavera, pero ninguno tenÃamos muchas ganas de hablar; él, por su sensación de fracaso; yo, por mi carácter introvertido del que aún hoy no he logrado deshacerme.
Mirando por la ventanilla del automóvil, recordé con toda claridad cada uno de los casos en los que habÃamos trabajado juntos, codo con codo: el jefe de seguridad de la central nuclear que apareció asesinado en un motel cerca de Guadalajara, desnudo y atado a las patas de la cama en una postura bastante ridÃcula; el cadáver del joven sobrino de un alto cargo polÃtico que fue encontrado degollado en un bosque en la isla Canaria de La Gomera; el de la periodista catalana, esposa de Gabriel Altavella, el escritor, que apareció apuñalada en su casa de campo de Zaragoza, y especialmente el que nos unió y que fue, para más señas, mi primer caso de homicidio: el espantoso asesinato de una despampanante sueca que veraneaba en una urbanización mallorquina, Eva Heydrich; todavÃa recuerdo su nombre y el efecto que me produjo su cuerpo escultural y desnudo colgando de una soga, desmadejado.
Fue hace mucho tiempo, exactamente catorce años, casi tres lustros. Incluso hoy me pregunto por qué me eligieron a mà para ese caso asignándome como compañera del experimentado, cabo entonces, Rubén Bevilacqua, quien –lógicamente- no me recibió, dicho sea de paso, de muy buen grado. Puso bastantes reparos a aceptarme como pareja; era lógico: su ayudante iba a ser una joven de veinticuatro años -demasiado joven- recién salida de la Academia y sin ninguna experiencia; y además, poco agraciada fÃsicamente. Él hubiera preferido –estoy segura- a una agente, con la que ya habÃa trabajado, mucho más atractiva; pero no dependÃa de él la decisión y creo que en un primer momento me escogieron precisamente a mà por el aspecto fÃsico. Eso lo supe más tarde, cuando me vi obligada a introducirme en determinados ambientes en los que mi apariencia hacÃa mejor papel que la de cualquier otro tipo de mujer.
También ignoraba entonces que Vila me habÃa defendido desde un primer momento ante sus superiores en la isla y que habÃa reconocido mi valÃa mucho antes que yo misma.
Miraba a mi compañero, al que ya me unÃa una Ãntima amistad, un compañerismo sin fisuras y una complicidad de la que ambos nos sentÃamos orgullosos y que se habÃa ido forjando con el tiempo. El brigada Bevilacqua no tenÃa ya secretos para mÃ. Y, pese a mi carácter reservado, yo tampoco los tenÃa para él. Con sólo una mirada, un gesto imperceptible, nos entendÃamos a la perfección. No hacÃan falta palabras. Pero ahora su silencio trataba de ocultar el deterioro de su espÃritu. Yo, por mi parte, deseaba comenzar la investigación y trataba de encontrar el modo, las palabras precisas que necesitaba oÃr mi compañero para volcarse, con toda la determinación que tantas veces habÃa demostrado, en la resolución de este caso, en desvelar por qué alguien anónimo y aparentemente insignificante muere de dos tiros en la cabeza, al parecer, propinados por un profesional.
No sabÃa muy bien cómo abordar el asunto. Sólo en una ocasión habÃa percibido esa sombra en su mirada; pero entonces yo no sabÃa mucho de él y no podÃa imaginar el porqué de que la ciudad de Barcelona tuviera el poder de sumirlo en un estado similar al que ahora dejaba traslucir.
Fue aquel de Barcelona un caso complicado que comenzó en una casa de campo de Zaragoza, en la que apareció apuñalada una conocida presentadora de televisión, Neus Barutell, casada con un famoso escritor catalán que en el momento del asesinato se encontraba en el piso en el que ambos residÃan de la ciudad condal, en la que se desarrollaron la mayor parte de nuestras pesquisas.
En un primer momento achaqué el estado de Rubén a los roces que provocaba la tensión entre los Mossos y la Guardia Civil, o sea, nosotros, que eran casi diarios, y a los problemas de trasfondo autonómicos que nos causaron durante toda la investigación; pero lo que estaba sucediendo era que esa ciudad habÃa hecho resucitar en él los recuerdos dolorosos de los años que vivió en ella, de su fracasado matrimonio y del hijo con el que siempre ha mantenido una relación menos cercana de lo que le gustarÃa.
En aquella ocasión –digo- yo sólo pude estar a su lado e intentar poner todo mi esfuerzo al servicio del caso, nuestro cuarto caso importante, que afortunadamente resolvimos en no mucho tiempo. No obstante, creo que esa investigación tuvo bastantes claroscuros para mi compañero pues a los tristes recuerdos de su pasado se unió una difusa relación amorosa que no acabé de conocer del todo.
Vila siempre ha sido un hombre interesante para mÃ: profesional intachable y persona excepcional. A menudo me sigue sorprendiendo su forma de plantear cualquier cuestión, tenga o no que ver con el trabajo, su habilidad a la hora de abordar cada caso, su agudeza y su intuición, sus reflexiones sobre detalles sin importancia o asuntos de envergadura y el especial punto de vista, siempre o casi siempre acertado, sobre cualquier asunto, máxime si se presenta relacionado con alguna investigación en la que estemos envueltos. Lo considero una persona inteligente, sagaz y buen observador, aptitudes todas muy útiles, fundamentales dirÃa yo, en un inspector de homicidios.
Por otro lado, cuando se decide a opinar o discutir sobre cualquier tema como el amor, la amistad, el honor, la justicia, el poder, el matrimonio, los hijos o tantos otros, al instante se percibe que es, además, culto, preciso en sus juicios y profundo en sus reflexiones. Mi compañero es un verdadero ilustrado; de su propia boca supe que habÃa estudiado PsicologÃa antes de ingresar en el cuerpo y que esos estudios le habÃan sido muy útiles para su trabajo actual, especialmente en lo que respecta al análisis de los comportamientos humanos, tarea que -debo reconocer- se le da excepcionalmente bien y en la que es todo un experto; al mismo tiempo, Vila se manifiesta bastante sarcástico en sus observaciones y comentarios, actitud que sorprende y confunde a aquellos que no lo conocen como yo.
Yo, su compañera Virginia Chamorro. Nunca me llama Virginia; siempre, Chamorro. Me pregunto qué significo yo exactamente para él. Me aprecia, lo sé; y me admira. Pude notarlo desde el primer momento. Él no lo sabe, pero me contaron que defendió y alabó mi labor como acompañante suyo durante el primer caso en las islas, incluso ante Zaplana. Se mostró receloso ante mÃ, pero no asà ante los demás que me veÃan demasiado joven e inexperta como para ser de alguna utilidad en aquel primer caso que se presentó bastante complejo. Fue, como digo, un asunto complicado en el que formamos un buen equipo desde el principio; tan bueno que hoy dÃa seguimos en él. No concebirÃa el trabajo sin tener al lado a mi brigada. Y creo que este sentimiento es recÃproco. En cierto modo nos necesitamos el uno al otro.
Pero me atreverÃa a decir más respecto a aquella primera investigación: me atreverÃa a decir que en algún momento Vila me miró como a una mujer más que como a una compañera, pese a que me tengo por más bien poco atractiva, sosita, anticuada y poco estilosa. Lo recuerdo porque aquello me sorprendió, y me gustó. Son raras las ocasiones que tengo para arreglarme pues me considero, al igual que mi compañero, una persona bastante solitaria; y menos aún como lo hice entonces: con aquellos escasos y ajustados vestiditos que casi me impedÃan respirar, pero se trataba de ser llamativa e incluso seductora. Y seduje, incluso a Rubén que me miraba como si compartiera la casa con dos personas diferentes; hasta se atrevió a lanzarme algún piropo torpe. En otras ocasiones posteriores lo ha vuelto a hacer aunque jamás ha insinuado nada, ni con palabras ni con actos, que yo pudiera interpretar como intento de intimar más allá de lo que requiere nuestra relación de compañeros.
No obstante, estoy segura de que aquel primer verano que pasamos juntos trabajando en el caso de Eva Heydrich tuvo algún momento de debilidad hacia mà y ese hecho fue precisamente el que nos ha permitido continuar trabajando juntos todos estos años, es decir, el ser conscientes, especialmente él, de que cualquier relación diferente a la de compañeros entre ambos podrÃa dar al traste con una investigación; y el trabajo es lo primero. Algo quedó muy claro para los dos entonces: entre nosotros se dibujaba una delgada lÃnea invisible que ninguno, y mucho menos él que era mi superior, nos podÃamos permitir cruzar. Y asà fue. Asà ha sido hasta hoy.
Recuerdo el momento exacto en el que Rubén fue consciente de que esa lÃnea existÃa y de que era un terreno peligroso en el que no debÃamos, no podÃamos, adentrarnos, ni siquiera acercarnos: fue una calurosa noche después de terminar nuestras respectivas farsas con los entonces sospechosos principales del crimen, en las que se incluÃa que yo debÃa seducir a un exmilitar que pinchaba discos por aquel entonces en Abracadabra y que se llamaba Lucas; la noche terminó con un beso entre Lucas y yo que, al parecer, no gustó mucho a mi jefe. No sé por qué razón, Rubén me interrogó acerca de mis pesquisas pero también sobre mis sentimientos por Lucas, el joven casado que habÃa resultado ser uno de los amantes de la sueca asesinada, con el que yo me acababa de besar –por exigencias del guión previsto y por exigencias también de mi propio deseo- . Cuando le respondà que me parecÃa atractivo, más que los otros amantes que habÃa tenido la muerta e incluso más que él mismo, percibà en sus ojos una sombra extraña que no acerté a explicar.
Años después, cuando la amistad entre nosotros se transformó en un vÃnculo indestructible, me reveló lo que sintió en su interior al oÃr mi respuesta: “en aquel momento en el que me arrojaba a la cara su preferencia por otro hombre, por un sospechoso de homicidio o hasta de asesinato, mi ayudante acertó a estar más encantadora que nunca, y yo fallé cediendo en mi resistencia a ese fenómeno hasta extremos desconocidos. En el último momento pude recobrar el control y dejé que abajo, en un pedacito de mi alma, se quebrara para siempre, una delicada varilla de vidrio que ya no habrÃa ninguna ocasión de enseñar a la luzâ€. Creo que fue entonces cuando se forjó lo que con el tiempo y el roce se convertirÃa en una gran amistad, sin resquicios ni dudas.
Me honra la amistad de Rubén del que no sólo aprecio la lealtad, el entusiasmo, el apoyo o la camaraderÃa sino que admiro también su sinceridad, la forma directa de decir aquello que piensa, y que puede molestar o violentar a algunos; de hecho a mà misma me ha causado un sofoco en más de una ocasión: todavÃa recuerdo, como si fuera ayer, las primeras palabras que Vila me dirigió, al poco tiempo de conocernos, en el aeropuerto de Madrid, antes de coger el avión con destino a las Baleares:
“-Cuando dejemos el equipaje, pasas al servicio, te quitas las medias y las echas por váter.
-¿Cómo?- pregunté.
-Por el váter. Las medias. ¿Has visto a alguien que vaya de veraneo con medias? Si no pones atención, esto va a ser difÃcil, Chamorroâ€.
Hoy lo recuerdo con cierta nostalgia, incluso con cariño, aunque en aquel momento me pareció un comentario bastante desagradable. Tuvo gracia. Me presenté con medias para ir, o fingir que Ãbamos, de vacaciones a la playa, en pleno mes de agosto.
A partir de ese momento, sus observaciones fueron fundamentales para mÃ, y mi actitud y mis sentidos se mantuvieron mucho más alerta. Cualquiera de los comentarios que sobre mi persona haya hecho durante los casi quince años que llevamos trabajando juntos no han hecho sino favorecerme personal y profesionalmente, aunque no siempre los he aceptado de buen grado.
Reconozco que soy ruda en mis formas, seca y reservada, pero creo que hago bien mi trabajo y me considero sensata, buena observadora y perspicaz. Estas cualidades que mis superiores, incluido Rubén, han percibido también son las que me han ayudado a ganarme la confianza y el respeto de mis colegas y, no sin poco esfuerzo, a ascender hasta el grado de sargento que hoy ostento con orgullo.
Tan inmersa iba en mis recuerdos que no me percaté de que el automóvil se habÃa detenido frente a un edificio alto y gris, un poco triste, un poco soso, como muchos otros de Madrid; no oà su voz llamándome desde el portal y tampoco reaccioné cuando Vila me abrió la puerta del coche para bajar a inspeccionar la escena del crimen. Al ver su cara interrogante volvà a la realidad y salte rápidamente del vehÃculo.
No podÃa imaginar entonces que el caso en el que pronto nos verÃamos involucrados, el de Óscar Santacruz, volverÃa a despertar en él los viejos fantasmas del pasado.
Alejandra Crespo MartÃnez
Fotos: Continental Producciones / Mundo Ficción
Datos biográficos
Virginia Chamorro hija de coronel de InfanterÃa de Marina, con 23 años y tras presentarse y suspender las pruebas de admisión a tres academias militares, decide acceder al cuerpo de la Guardia Civil. Un año más tarde es asignada como compañera de Ruben Bevilacqua, «Vila», experimentado cabo perteneciente a la UCO (Unidad Central Operativa) en Madrid. Desde 1998 ha ido ascendiendo de Cabo Segunda a Sargento, grado que ocupa en la actualidad. Apodada «machorra» por su carácter, fÃsicamente alta, medio rubia y con rasgos que recuerdan a la actriz Veronica Lake, Chamorro se ha convertido en el contrapunto positivo del cada vez más cáustico Vila.
(Fuentes: Ediciones Destino, Lorenzo Silva, Mis detectives favoritos, Distrito Novela Negra)
Los casos de Virginia Chamorro
El lejano paÃs de los estanques (1998); El alquimista impaciente (2000); La niebla y la doncella (2002); La reina sin espejo (2005); La estrategia del agua (2010).
Relatos
Nadie vale más que el otro. Cuatro asuntos de Bevilacqua (2004).
El escritor Lorenzo Silva ha sido el responsable de novelar los casos en los que ha participado la sargento Virginia Chamorro. Todas las obras están publicadas en Ediciones Destino.
Adaptaciones cinematográficas y televisivas
En 2002, Patricia Ferreira dirigió la adaptación de la novela El alquimista impaciente, protagonizada por Ingrid Rubio y Roberto EnrÃquez.
En 2009, comienza a filmarse una serie de TV-Movies producidas por Mundo Ficción y TVE, dirigidas por Antonio Onetti y con Mariona Ribas y Jesús Noguero encarnando a Chamorro y Bevilacqua. La reina sin espejo y Un asunto conyugal, esta última basada en uno de sus relatos. son los episodios que llegan a concluirse antes de cancelarse la producción. Ambas pelÃculas permanecen inéditas.
hola, me encanta este relato, esto ocurrio realmente en el libro?? la reina sin espejos es el unico que no me he leido, he buscado por todos lados esas tv movies pero no las consigo, llegaron a salir al aire o nunca las sacaron?? me encataria verlas, la peli me encanto y todos los libros son increibles
Hola, Sujaira.
Alejandra se ha inspirado en las novelas escritas por Lorenzo Silva y en hechos que narra en ellas. En cuanto a las TV Movies, desgraciadamente, nunca llegaron a emitirse ni están editadas en DVD. El propio Lorenzo Silva ha explicado en algunas entrevistas que pudo verlas y le parecieron muy dignas, y no acaba de entender que, finalmente, el proyecto se cancelara y ni siquiera se hayan emitido. Esperemos que algún dÃa vean la luz.
¡Saludos y gracias!